Eduardo Castilla
El interesante debate que
se viene dando en el blog
de Juan Dal Maso nos invitó a escribir sobre algunas de esas cuestiones. En este
post queremos enfocarnos en los que son puntos centrales de la discusión a
nuestro entender: la cuestión que hace de la democracia soviética como forma
política del estado transicional hacia el socialismo y la actualidad de la
época de crisis, guerras y revoluciones.
Soviets y representación política
El compañero Petruccelli
señala que “Los soviets fueron una
excelente institución para la lucha revolucionaria, pero una base absolutamente
inadecuada para gobernar un país” y que “Para
administrar una economía y un país entero (no digamos ya el mundo) esto es
engorroso”
Es evidente que un sistema
basado en la democracia directa tiene que empezar siendo “engorroso” como forma de
gobierno. Esto no es un resultado del orden “natural” de las cosas, sino el
producto de siglos de “acostumbramiento” de las masas a ser “gobernadas” o “representadas”
(en la democracia burguesa). Pero de qué otra forma es posible avanzar hacia
una sociedad de plena libertad sino es construyendo una maquinaria estatal
donde, como diría Lenin, “una cocinera pueda dirigir los asuntos del estado”,
superando la división entre “el campo de lo estrictamente económico” y el “de
lo político” (Aricó).
El que los soviets hayan
sido una “excelente institución para la lucha revolucionaria” (y para la insurrección
y la toma del poder agregamos) es el resultado de su profundo carácter
democrático, de su capacidad para actuar como “gobierno proletario”, tomando
las reivindicaciones de las masas en su conjunto y llevándolas a la práctica,
superando la división entre legislación y ejecución. Precisamente sobre esa
base fue posible edificar la “institucionalidad soviética”. Entre los soviets
como “órganos de la lucha revolucionaria” y los soviets como “poder organizado”
se estableció una continuidad que surge del mismo accionar de las masas que,
como se dice acá,
“rompen las barreras que las separan de la palestra
política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención,
crean un punto de partida para el nuevo régimen”
Así, la forma soviética (con esa u otra denominación) expresa la realidad viva de
las masas en acción revolucionaria, superando no sólo a sus organizaciones
tradicionales, sino incluso pegando enormes saltos en su conciencia política.
Esta perspectiva suena utópica tras tantas décadas de ausencia de revolución,
que crearon el sentido común que sólo ve masas capaces de trabajar y “delegar”.
La historia del siglo XX
está llena de ejemplos de estas tendencias a la autoorganización de las masas
que son frenadas por sus direcciones o derrotadas directamente por la represión
estatal. La forma política de democracia burguesa representativa ha sido el mecanismo
con el cual han sido frenados muchos de esos procesos.
El pluripartidismo soviético
En su primer texto, el compañero
Petruccelli señalaba
que “el multipartidismo soviético: ¿dónde existió? ¿por
cuánto tiempo? Respuesta: luego de tomar el poder sólo en Rusia, y sólo por
unos pocos meses (más o menos meses, según tomemos como criterio su existencia
real o su existencia legal: prohibición de partidos y fracciones).”
El programa del pluripartidismo soviético partía de las enormes diferencias que existían al
interior de la sociedad en cuanto a su composición social, cultural y política.
León Trotsky señalaba en La Revolución
Traicionada que “las clases son heterogéneas, desgarradas por antagonismos
interiores, y sólo llegan a sus fines comunes por la lucha de las tendencias,
de los grupos y de los partidos. Se puede conceder con algunas reservas que un
partido es una “fracción de clase”. Pero como una clase está compuesta de
numerosas fracciones -unas miran hacia delante y otras hacia atrás-, una misma
clase puede formar varios partidos”
Es decir, la norma
programática establecida en el programa del trotskismo (que fue también el
programa de Lenin) apuntaba a garantizar la plena representatividad de la clase
obrera y los explotados en su conjunto. La prohibición de fracciones y partidos
de oposición fue una medida excepcional tomada en el medio de una crisis social
y política enorme. Precisamente por ello no puede ser elevada a norma absoluta
como han intentado mostrarla muchos detractores de la revolución rusa.
Lo que debería analizarse
es si la toma del poder por la clase obrera, derrocando el poder de los
capitalistas, necesariamente implica un régimen de este tipo como forma de
expresar las diferencias sociales realmente existentes. Si la clase obrera rusa,
sobre la que escribían Trotsky y Lenin, tenía divisiones en su seno, la actual masa
asalariada no escapa a esa realidad. Por el contrario, los años de avance neoliberal
han llevado a una enorme división al interior de las filas obreras en todo el
mundo. Paralelamente a este retroceso se dieron avances culturales de amplias
franjas de las masas que abren el abanico a multiplicidad de gustos, ideas y
tendencias en todos los planos de la realidad. El gigantesco salto dado por los
medios de comunicación permite además que esas diversas visiones del mundo encuentren
expresión abiertamente. ¿Cómo pensar entonces una sociedad donde no haya
agrupamientos de todo tipo que expresen esas tendencias sociales?
Tan sólo pensando en
términos nacionales, las enormes divisiones objetivas de la clase obrera argentina entre
tercerizados, precarizados, trabajadores en negro y en blanco, entre
inmigrantes y nativos, entre trabajadores de las grandes ciudades y del
interior, así como las divisiones entre la mujer trabajadora y los hombres, imponen
bases materiales para el desarrollo de diversas tendencias políticas. De ahí que
un gobierno de los trabajadores debería necesariamente tomar características
pluripartidistas.
Una necesaria explicación histórica
El compañero Petruccelli,
en estos posts, no se pregunta por las razones que llevaron a “La debacle ignominiosa del modelo soviético”.
Por el contrario afirma
que “a la luz de las evidencias, es inverosímil
dar otra respuesta”. Pero es necesario explicarlo a riesgo de caer en un cierto empirismo.
El trotskismo parte de
una serie de definiciones que fueron condensadas en La Revolución traicionada.
¿Son válidas las mismas o no? Aquí hemos realizado
un análisis profundo de los procesos que surgieron luego de la burocratización
de la URSS y los caminos por lo que avanzó la restauración capitalista. Lo
hicimos polemizando con las concepciones que se sostuvieron durante décadas en
la izquierda mundial. Se nos puede acusar de dogmatismo, ¿pero cuál es la
explicación alternativa? ¿Y cómo se da cuenta sino del proceso que aconteció? Humildemente,
aquí
y aquí
tomamos aspectos de ese método para tratar de “apuntar” sobre China en base a información
completamente actual. Pueden ser errados los análisis, pero sino cómo explicar
la dinámica de la realidad.
Precisamente porque hay
que explicar el origen, el desarrollo y las contradicciones concretas del
proceso histórico, es que la cuestión del régimen político y social no puede
ser analizada en el aire. Para ilustrar el carácter concreto que pueden tomar las
formas políticas de la transición al socialismo, nos permitimos una extensa
pero excelente cita del año 1934, de un texto llamado Si
Norteamérica se hiciera comunista, en la cual León Trotsky señalaba “Norteamérica soviética no tendrá que imitar nuestros métodos
burocráticos. Entre nosotros la falta de lo más elemental produjo una intensa
lucha por conseguir un pedazo extra de pan, un poco más de tela. En esta lucha
la burocracia se impone como conciliador, como árbitro todopoderoso. Pero
vosotros sois mucho más ricos y tendréis muy pocas dificultades para satisfacer
las necesidades de todo el pueblo. Más aun; vuestras necesidades, gustos y
hábitos nunca permitirían que sea la burocracia la que reparta la riqueza
nacional. Cuando organicéis vuestra sociedad para producir en función de las
necesidades humanas y no de las ganancias individuales, toda la población se
nucleará en nuevas tendencias y grupos que se pelearán unos con otros y
evitarán que una burocracia todopoderosa se imponga sobre ellos (…) La
organización soviética no puede hacer milagros; simplemente debe reflejar la
voluntad del pueblo. Entre nosotros los soviets se burocratizaron como
resultado del monopolio político de un solo partido, transformado él mismo en
una burocracia. Esta situación fue la consecuencia de las excepcionales
dificultades que tuvo que enfrentar el comienzo de la construcción socialista
en un país pobre y atrasado”.
Trotsky partía aquí de la
premisa del desarrollo de la revolución social internacional. En la medida en
que ésta se extendiera y triunfara en el conjunto de las naciones avanzadas,
donde la riqueza social es mayor, sería cada vez menos tortuoso el desarrollo
de la lucha de clases y las formas políticas que adquiría esta transición irían
variando. El mayor o menor grado de riqueza social y cultura de las masas, son elementos
centrales para evaluar los caminos que puede tomar ese desarrollo. Pero el
mismo está ligado al avance de la lucha de clases mundial, proceso que fue
interrumpido por la traición de los dirigentes del movimiento de masas y la
derrota de los débiles partidos revolucionarios en los primeros años post Octubre.
Época y etapa: la lucha de clases y la historia
La segunda cuestión central
en el debate, nos lleva directamente a analizar el carácter de la época. En este
caso, nuevamente creemos que se dejan de lado las explicaciones políticas e
históricas.
Un aspecto es el que ha
criticado Juan acá,
cuando señala que se diluye el carácter de la época actual en el devenir de la
historia de los últimos siglos. Pero además en el plano de la coyuntura, Ariel
Petruccelli señala que “a principios del
siglo XX la crisis no era sólo económica, sino total. Por ejemplo, la crisis
iniciada en 1929 provocó en menos de un año un verdadero dominó de golpes de
estado, cambios de gobiernos por medios no-constitucionales, intentos
revolucionarios, ascenso del fascismo, etc. A principio de los años treinta las
democracias liberales se habían convertido en casi una anomalía: el grueso de
los estados eran o bien colonias, o bien estados independientes con regímenes
fascistas o dictaduras militares (más la enorme URSS con su régimen de partido
único). Hoy el panorama es el inverso. La crisis iniciada en 2008 sólo condujo
a crisis políticas equiparables a las de los años 30 en Medio Oriente”.
¿Pero cómo se explica
esto? ¿Por qué la crisis actual no condujo a una debacle abierta e inmediata
como en los años ‘30? Porque la burguesía imperialista lo evitó, generando
nuevos escenarios de crisis como el que sacude actualmente a Europa por la
crisis fiscal de los estados, nacida al calor de los salvatajes de los bancos. Estos
mecanismos impidieron que la crisis se transforme en un crack o en depresión de
la economía mundial, pero no han impedido que se convierta en una recesión
abierta. De allí que los fenómenos políticos tengan ritmos menos acelerados. Aquí
y aquí
hemos señalado algunos aspectos de esa dinámica europea. Pero lo que debe ser
explicado es la diferencia de ritmos como resultante de determinadas acciones
de las clases sociales y sus representantes políticos.
Eso altera la forma de
manifestación de los rasgos centrales de la época imperialista, pero no su
carácter. Ésta, definida por Lenin como “época
de crisis, guerras y revoluciones” no puede ser entendida en un sentido
abstracto. Nosotros hemos señalado
claramente que la época tiene un elemento de carácter algebraico. Es decir, una
definición que requiere ser concretizada a cada etapa histórica.
En este sentido (y aquí
radica un punto central) es preciso preguntarse si esta etapa es el resultado
de un proceso de desarrollo interno del capitalismo o es el resultado de la
derrota del movimiento de masas. Los avances de la burguesía y el
neoliberalismo durante las últimas décadas tienen una explicación fuertemente
ligada a la lucha de clases. En América Latina fueron necesarias directamente
dictaduras militares que impusieron los dictados del capital imperialista con
campos de concentración y miles de desaparecidos. En Europa el período
neoliberal se asentó en la derrota de durísimas luchas de la clase obrera como
la huelga de los mineros ingleses o de los controladores aéreos norteamericanos.
Pero mirando el período
aún más hacia atrás, la clase obrera y las masas pobres tuvieron en sus manos
la posibilidad de conquistar el poder político, pero a su cabeza estaban
direcciones fuertemente integradas al régimen capitalista. Esas direcciones
fueron responsables de las derrotas o desvíos de esos procesos. Salvo que se quiere
caer en el fatalismo histórico y decir que esa era la única salida posible a
esos procesos, entonces es necesario sacar las conclusiones de la acción misma
de las direcciones.
Una época convulsiva
León Trotsky señala aquí
que “El carácter de la época no consiste
en que permite realizar la revolución, es decir, apoderarse del poder a cada
momento, sino en sus profundas y bruscas oscilaciones en sus transiciones
frecuentes y brutales”
Esas oscilaciones son el resultado de las
contradicciones estructurales de la época que se vuelven a poner de manifiesto,
de manera exacerbada, luego de haberse evitado su estallido a
fines de los años 70 mediante un avance sobre las condiciones de vida de las
masas, un elevación de la tasa de ganancia global basada en la conquista de una
parte del mundo, hasta el momento vedada abiertamente al capital imperialista, y
la consecuente incorporación de un enorme ejército de trabajadores (más de 1000
millones de personas) que deprimieron el salario mundial y permitieron aún más
avances del capital sobre la fuerza de trabajo.
Precisamente, como se señala acá,
estamos viendo los límites de ese período, lo cual puede hacer que los valores
algebraicos de la época de crisis, guerras y revoluciones, empiecen a
concretarse bajo otros parámetros. De allí que la preparación consciente para
giros bruscos de la situación, saltos a izquierda o derecha, donde como señala
Trotsky en la obra citada anteriormente. Esa preparación, como señala Juan Dal Maso, implica una "actividad (que) se orienta a una práctica constante en el movimiento obrero,
la juventud y la intelectualidad para aportar a la recomposición de una
subjetividad revolucionaria".
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