Por Nicolás del Caño y Eduardo Castilla
Si bien hoy es un día que particularmente merecería un post dedicado a la movilización de Moyano en Plaza de Mayo y la disputa política nacional, no queríamos dejar de escribir sobre el golpe ocurrido en Paraguay.
Esto en el marco de que, en pocos días sesionará en Mendoza la Cumbre del Mercosur. También
sesionará en la provincia la cumbre de la Unasur que se adelantó ante los hechos de Paraguay. El golpe de la
derecha en Paraguay ha cambiado en gran parte los ejes de discusión que estaban
previstos. O quizás haya acelerado una
situación que venía madurando.
Es que si bien la crisis internacional tiene a
los tumbos a Europa y Estados Unidos, el tío Sam quiere aprovechar cierto
respiro para retomar la iniciativa en el subcontinente y para eso necesita
poner límites a Brasil que forma parte de los BRICS y es una potencia regional.
Las disputas entre el imperialismo yanqui y la burguesía brasileña se
intensificaron desde que estalló la crisis internacional en 2008. El país del
norte dejó el lugar de principal socio comercial de la potencia sudamericana
nada menos que a China que, en los días previos a la cumbre del Mercosur,
desembarcó con su primer ministro en Argentina donde dijo que su relación con el
MERCOSUR es estratégica.
Pero el golpe institucional en Paraguay
alentado por EEUU pone al descubierto los enormes límites de los gobiernos autodenominados
progresistas de América Latina, que lejos están de enfrentar al imperialismo en
pos de solucionar las penurias de millones de trabajadores y campesinos. Si
durante parte importante de la década aparecieron como la “novedad”, tomando
una parte ínfima de la agenda que las masas pusieron en las calles a finales
del siglo anterior y hasta la mitad de la década pasada, ese momento ya está
pasando a la historia.
Como se señala acá “el momento más alto de los gobiernos
nacionalistas (y progresistas) ha quedado atrás. Ha comenzado la declinación
del nacionalismo en sus pretensiones de hegemonía política sobre el movimiento
de masas –lo que no significa que no siga cosechando triunfos electorales y
manteniendo una amplia base popular–. Las turbulencias en el horizonte
económico y político internacional los empujan a querer “normalizarse” en
términos burgueses, contemporizando con el imperialismo, buscando mayores
acuerdos con la clase dominante y endureciéndose ante las presiones populares e
incluso tomando medidas de “ajuste” puesto que se achican los márgenes para las
políticas de contención social. De hecho, los proyectos nacionalistas y
progresistas, lejos de ser un muro contra la reacción y el imperialismo, se
adaptan cada vez más y cuando la crisis económica golpee la factura más
abultada de sus costos les será presentada por los “gobiernos populares” a los
trabajadores y el pueblo”.
Así quedó demostrado en estos años de gobierno
de Lugo, quien no sólo no tomó ninguna medida seria sino que ni siquiera avanzó
en tibias reformas. Más allá del discurso (cualquier similitud con el gobierno
de CFK…) no tocó los intereses de los terratenientes como Blas
Riquelme (que amasó su fortuna durante la dictadura) ni de los capitalistas como la multinacional
yanqui Monsanto que facturó 30 millones de dólares el año, solamente en
concepto de royalties por el uso de semillas transgénicas de soja en Paraguay.
Las cuestiones estructurales del país, que se
señalan acá, como que la
propiedad del 85% de las tierras (unas 30 millones de hectáreas) están en manos
del 2% de propietarios, dejan en claro que Lugo gobernó al igual que los
colorados para los terratenientes y latifundios. Algo que quedó en evidencia en
la masacre de 11 campesinos (donde también murieron 6 policías) que ordenó
hace pocos días cuando aún era presidente.
Esta masacre no fue un hecho
aislado. Se llegó hasta acá cediendo ante la presión de los terratenientes que
incluso cuestionaban la reforma agraria de Lugo que no fue más que un fiasco.
Inclusive, aquí se
relata que la “progresista” Dilma
Rousseff ya había pedido a través de su embajador que se respetara la propiedad
privada de sus ciudadanos, muchos de
ellos grandes propietarios de tierras, lo cual fue garantizado por la policía
bajo las órdenes del mismo Lugo.
Avanzada imperialista y discursos defensivos
Ante el Golpe institucional los
gobiernos del MERCOSUR y Unasur salen a cacarear a favor de la democracia,
mostrándolo como una avanzada reaccionaria de la derecha regional. Estos
elementos tienen una base real que está dada por la continuidad del poder de
los grandes capitalistas en la última década en América Latina. Si la derecha
puede emerger con tanta impunidad es porque las bases estructurales sociales de
su poder se han desarrollado y en cierto sentido consolidado gracias a la
gestión de los gobiernos posneoliberales.
El propio Lugo anunció la
resistencia pacífica al golpe. Durante estos años se alió al Partido Liberal
que hoy junto a los colorados le hicieron el golpe. Esto llevó al fenomenal
avance del cultivo de la soja
en el país y las tensiones entre campesinos y terratenientes que se expresaron
en estas semanas.
Pero el peso de la derecha
patronal no es patrimonio exclusivo de Paraguay. En Argentina, como se señala acá
“De las 500 mayores empresas del país,
sólo 176 son de capital nacional. Esas empresas producen el 22% del PBI. En el
2009 tuvieron utilidades por casi $60mil millones, cuatro veces más que las
empresas locales”. Junto a ese poder del capital imperialista, continuó
mejorando la rentabilidad de las grandes patronales del campo que este año, a
pesar de la sequía de los primeros meses, la siguen “levantando con pala”. Cristina,
aliada de Monsanto, hace pocos días anunciaba con bombos y
platillos las nuevas inversiones de la multinacional en Argentina, expresa este
compromiso con los “ganadores” del modelo “nac&pop”. Estos sectores se han
beneficiado como pocas veces en la historia del país, a costa de la
precarización de enormes sectores de la clase trabajadora.
Precisamente, en estos días
asistimos a un brote de gorilismo ferviente en las filas de los “progres K”
ante el reclamo de la CGT
por el impuesto al salario y las asignaciones familiares, con el telón de fondo
de la pelea por la sucesión en la central obrera y la interna del PJ. Esto lo
explicamos acá
y acá.
Por
su parte Dilma Rusef defiende a los terratenientes y, como decíamos antes, pidió
que se respete la propiedad privada. La policía de Lugo cumplió a sangre y
fuego. En el Brasil de Lula y Dilma las “bondades” del reformismo mantienen a
más de 54 millones de personas viviendo en las favelas y el 70 % de la clase
trabajadora (42 millones de asalariados) reciben menos de 3 salarios mínimos
que equivalen a 1140 reales cuando se calcula que para sustentar una familia se
necesitan entre 1600 y 1800 reales.
A su vez como se señala acá el 41 % de las 500
mayores empresas es de capital imperialista (según datos de 2009) acumulando un
total de US$242,5 billones ingresados en el país, volumen que supera en un 45%
al ingresado en la década del 90. El mito desarrollista no resiste análisis. La
reprimarización de la economía lo demuestra claramente “das matérias-primas nas exportações totais do país praticamente dobrou
ao longo da última década, saltando de cerca de 20% em 2000 para o recorde de
mais de 44% em 2010. Como contrapartida dessa tendência, a participação dos
bens industrializados (semimanufaturados e manufaturados) caiu de mais de 74%
para menos de 54% do total nesse mesmo período (38% se desconsiderados os
semimanufaturados)”.
Crisis recurrentes como la que
vemos hoy en Bolivia,
uno de los símbolos de los denominados gobiernos progresistas, son en gran
parte consecuencia de no tomar medidas serias a favor de las masas
trabajadoras, campesinas e indígenas. Por eso Evo se encuentra desde hace unos años con la
oposición de importantes sectores de las masas que otrora lo apoyaron con
expectativas de obtener importantes concesiones que nunca llegaron.
Esta política de concesiones a la
derecha fue parte de la “normalización” necesaria que estos gobiernos
intentaron llevar adelante. Precisamente de ahí toma su fuerza la derecha como
vemos en Paraguay.
Los límites del nacionalismo burgués
Es evidente que en América Latina
existe una derecha ligada al gran capital imperialista tanto de manera directa
como indirecta. Mientras esas capas sociales mantengan su poder económico y
social, la perspectiva de golpes del imperialismo en la región es una espada de
Damocles sobre la cabeza de las masas. Esto es lo que evidencia la reciente
destitución de Lugo en Paraguay.
Precisamente lo que viene a
demostrar es la impotencia de todos aquellos sectores aspiran a reformar el
capitalismo en aras de hacer más llevadera la vida de las masas. En el marco de
una situación de desaceleración
del crecimiento en los países de la región, las tendencias a mayores ataques de
los capitalistas contra las masas se vuelven un elemento central de la política
a futuro.
El intento de utilizar el golpe
en Paraguay como forma de legitimización
por parte de los gobiernos de la región tiene patas cortas. Como vimos ante el
golpe en Honduras en el año 2009, son incapaces de detener a la derecha y
movilizar consecuentemente a las masas campesinas y obreras en pos de sus
demandas
Como dijimos acá “Aquí se pusieron sobre el tapete las
enormes limitaciones e impotencia del chavismo, y en general del nacionalismo y
el populismo, no sólo para llevar a nuestras naciones a la liberación nacional,
como es su discurso, sino incluso para oponerse a los golpes de la derecha reaccionaria
y a los avances del imperialismo (…) A pesar de sus discursos antiimperialistas
y sus movimientos diplomáticos iniciales, que se diferenciaron del resto de los
países latinoamericanos, al final la verdadera política de Chávez ante el golpe
de Honduras fue dejar la resolución de la crisis en manos del gobierno de
Obama. Esto no tiene otra explicación que la negativa de los sectores
“bolivarianos” a impulsar una movilización activa de masas contra el golpe en
el continente, tomando en cuenta la influencia y simpatía continental con la
que cuentan, sobre todo el propio Chávez y Evo Morales”.
Sólo la movilización independiente de las masas laboriosas
del campo y las ciudades de América Latina podrá derrotar los planes del
imperialismo y los gobiernos pos-neoliberales que mantienen lo esencial de la
estructura heredada de la última década del siglo pasado instaurando gobiernos
de la clase trabajadora, campesinos e indígenas en el camino de una federación
de repúblicas socialistas de América Latina. Esa es la perspectiva por la que
peleamos los marxistas revolucionarios del PTS y la FT-CI.
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