Por Eduardo Castilla y Joaquín Ramírez
Hace pocas semanas decíamos que la fortaleza
de De la Sota,
expresada en su capacidad de alinear a todo el régimen político provincial
detrás del “reclamo federal”, tenía sus puntos de falla. Entre ellos señalamos
especialmente la crisis de las finanzas provinciales, ligadas a la
desaceleración del crecimiento económico y a una estructura fiscal atada a los
intereses de las grandes patronales. En este post queremos abordar algunas
discusiones que van más allá de la coyuntura y dan cuenta de las
características estructurales del régimen político provincial y sus
fortalezas y debilidades para enfrentar la emergencia de sectores de la clase
trabajadora.
El fantasma de
las crisis pasadas
Como habíamos
señalado, las finanzas provinciales son un “eslabón débil” de la estructura de
la provincia. Frente a la exigencia impotente al gobierno nacional y partiendo
de la negativa absoluta a tocar una estructura fiscal al servicio de las
patronales, el Gallego finalmente dio un golpe de mano, usando las “peores
formas”, “rompiendo códigos” con la oposición, dejándola a paso cambiado cuando
todos se sentían ya parte del dichoso “cordobesismo”. Radicales y juecistas,
con la boca abierta, no podían creer lo que veían cuando el PJ aprobaba, con
mayoría automática y veloz, policías mediante, rodeando la desprevenida
legislatura, el primer ajuste contra los jubilados cordobeses.
Más allá de los dimes y
diretes sobre los manejos previos a la votación, la sanción de la ley y las
posteriores movilizaciones, abren un escenario distinto en la política
provincial. Un aspecto que queremos analizar acá son las fortalezas y los
límites de un régimen marcado por crecientes tendencias bonapartistas, ante un
escenario de potencial incremento de la lucha de clases. El choque con los
gremios trae de vuelta los fantasmas de las pasadas crisis políticas. Crisis
donde la clase trabajadora cordobesa tuvo un lugar protagónico, a pesar de la
traición de sus direcciones sindicales.
Clase(s) dominante(s) y tendencias políticas
Si bien no puede hacerse abstracción del régimen político nacional, es evidente
que las particularidades provinciales existen como producto del desarrollo
político y económico, así como de los resultados de la lucha de clases.
Haciendo estas salvedades, podemos hablar de un régimen político
“cordobés”, democrático burgués con tendencias bonapartistas.
Podemos hablar de un
régimen donde tiende a perfilarse la “concentración de poderes
en la dirección del estado (…) Todas las decisiones políticas importantes están
centralizadas en un único individuo dotado de extraordinarios poderes de
emergencia. Habla y actúa no como servidor del parlamento, como el premier, sino en su propio derecho, como el «hombre
del destino» que ha sido llamado a rescatar a la nación en su hora de peligro
mortal” (ver acá)
Si bien no estamos ante la
presencia de “poderes excepcionales” y queremos ser claros en que los niveles
de bonapartización del régimen pueden ser categóricamente mayores que el actual,
podemos decir que De la Sota
se ubica por sobre el conjunto de los “queridos cordobeses”, tratando de
mostrarse como el cabal representante de los intereses de la población. Su
“cruzada” por los fondos de la provincia y su defensa del “cordobesismo” son la
expresión en el discurso político de ese intento de abarcar al conjunto de la
representación política local anulando a la oposición. Un elemento de este
intento de construcción de un bloque ideológico, es el desarrollo del
“Cordobesismo” como una suerte de pseudo-ideología regionalista, federalista,
opuesta por el vértice a los intereses de Buenos Aires.
En Córdoba, la figura del
gobernador es central y los mecanismos de división de poderes quedan diluidos
frente a este fortalecimiento del ejecutivo, como se expresa en el papel
semidecorativo de la legislatura, lo que no implica que no juegue ningún rol.
Por el contrario, cumple el papel de legitimar las decisiones del ejecutivo. Sin
embargo, en este último caso el golpe de mano de De la Sota haciendo votar el ajuste
a los jubilados, tuvo que hacerse sin el consenso de la oposición, rompiendo
las formas de agrupamiento de todo el régimen político que intentaba el la política
delasotista.
Para garantizar que no haya
cortocircuitos en este mecanismo, la reforma constitucional del 2001 modificó
la anterior composición, estableciendo la Unicameral e imponiendo un sistema donde cada
departamento tiene un legislador. Así, los departamentos tienen 26 legisladores
propios que, junto a los 44 elegidos por distrito único, le dan mayoría
automática al partido que tenga peso en el interior provincial. De esta manera,
el PJ extendió la hegemonía que tenía en el interior provincial a la
legislatura, mostrando un régimen más democrático en las formas, pero
antidemocrático en el contenido.
En 1931, alrededor de las
discusiones sobre Alemania, Trotsky escribía “Todo régimen pretende
estar por encima de las clases, salvaguardando los intereses del conjunto. Pero
los efectos de las fuerzas sociales no pueden determinarse tan fácilmente como
los del terreno de la mecánica. El gobierno mismo es de carne y hueso. Es
inseparable de ciertas clases y de sus intereses”. Tomando esta
definición, podemos decir que la figura de De la Sota es inseparable de las
grandes patronales del campo y los monopolios imperialistas asentados en la
región, entre los que se encuentran las automotrices o grandes empresas locales
como Arcor. La
política de este gobierno y la de los anteriores, está estructurada bajo las
directivas de esos sectores económicos.
Algunos de los grandes
grupos (automotrices y Arcor entre otros) que dominan la provincia remontan su
historia a los años ‘50 y ’60, atraviesan el conjunto de los regímenes
políticos, incluyendo las dictaduras militares y continúan reinando bajo los
gobiernos radicales y peronistas tras el retorno de la democracia. Tanto en uno
como en otro régimen, siguen obteniendo todo tipo de beneficios. De esta
ligazón a los grandes monopolios surgen precisamente las tendencias
bonapartistas.
Dominación y
dirección
Para agregar elementos a
este análisis, tomemos a Gramsci que
señalaba que “La supremacía de un grupo social asume dos formas:
«dominación»» y «dirección moral e intelectual». Un grupo social es dominante
sobre grupos enemigos a los que tiende a «liquidar» o someter con la fuerza
armada, y es dirigente sobre grupos afines y aliados”. Si bien como ha señalado Perry
Anderson, las definiciones del marxista italiano tienden a una visión dualista y
ambivalente, que puede dar lugar a una gama de interpretaciones (muy) amplia, creemos
que algunos aspectos de esta definición pueden sernos útiles para analizar
ciertos rasgos de la forma de dominio burguesa en la provincia.
Podríamos decir que el PJ
ejerce una “función dirigente” en tanto se basa en un sector de las masas del
interior provincial, ligadas a los intereses del agro, esencialmente de la
producción de soja y los negocios ligados. Decíamos hace
poco que “A la producción a gran escala del poroto, del cual Córdoba es la
segunda productora nacional, se proponen ahora, sumarle un plus de
“industrialización”, que le dé “valor agregado” a la producción agrícola,
profundizando un esquema de acumulación capitalista con fuerte peso en el
campo” de la mano de Monsanto y las inversiones del polo
biotecnológico.
En ese sentido y siguiendo
nuevamente a Gramsci “El hecho de la hegemonía presupone que se tienen en
cuenta los intereses y tendencias de los grupos sobre los cuales se va a
ejercer la hegemonía (…) que aunque la hegemonía es ético-política, también
debe ser económica”. De allí podríamos afirmar que De la Sota garantiza los intereses
materiales de estos sectores, basando en ellos su hegemonía en el interior
provincial. La continuidad de los altos precios internacionales de la soja,
ayuda a la construcción de ese bloque político y social.
Pero De la
Sota no puede gobernar sólo con estos sectores y tiene una
política de afianzarse sobre fracciones de la pequeña burguesía urbana y
franjas más atrasadas de la propia clase obrera. Sobre esos sectores, su
discurso de defensa de la “familia”, haciendo honor al peso histórico de la Iglesia Católica en la
provincia, se combina con un discurso contra la juventud y la libre sexualidad.
Esto garantiza el alejamiento de cualquier sector que pudiera haber tenido
alguna ilusión con sus gestos “progresistas” de hace unos meses.
Pero además, el PJ ejerce
una “función dominante” sobre las masas a través de dos mecanismos
centralmente. Por un lado, a través del crecimiento constante del aparato
represivo que viene en ascenso en estos años, duplicando la cantidad de
efectivos y aumentando de manera exponencial sus recursos, como muy
correctamente denuncia Leticia Celli en
este programa de Giro a la Izquierda.
Parte de esa política, fue
la elevación a rango ministerial de la Secretaría de Seguridad
y la designación de Paredes. Esta política se refuerza con las modificaciones
que viene imponiendo la legislatura, donde crece el poder de fuego de una
institución que cumple y ha cumplido un papel central en el dominio provincial.
Por otro lado, como
veremos, se apoya en una fuerte burocracia sindical que ejerce un control al
interior de los gremios de la industria, cómo el caso de SMATA de manera
policial, frenando la emergencia de sectores de oposición que se consoliden y,
al mismo tiempo junto con la burocracia estatal, integrándose al gobierno, en
el caso del primero con Dragún como Ministro de Trabajo y en el segundo la UEPC con el ministro de
educación Walter Grahovac así como con el SEP con Pihen como legislador
delasotista. En el caso de los estatales hay que señalar que una obligada
legalidad de las oposiciones políticas permite que se exprese mayor disidencia
incluyendo a sectores combativos y clasistas. Pero con estos sectores, la crisis de las
finanzas provinciales, implica abandonar en gran medida la perspectiva de
lograr el apoyo de la clase trabajadora del Estado al gobierno.
La burocracia y el
control de las clases peligrosas
La integración de las
organizaciones obreras al estado ha sido la política del peronismo desde
siempre. En ese sentido, el delasotismo no tiene nada de novedoso. Pero es
peculiarmente importante el papel de esta burocracia estrechamente ligada al
estado en función del poder social de la clase trabajadora de la provincia.
Poder que se no solo ha sido históricamente muy fuerte como se puede concluir
de su tradición de lucha, sino que se mantiene hoy como una enorme fuerza
social que es dejada de lado en la mayoría de los análisis de la
provincia.
En ese sentido, y volviendo
a Gramsci podemos
decir que en Córdoba hay una “relación de fuerzas sociales
estrechamente ligadas a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad
de los hombres, que puede ser medida con los sistemas de las ciencias exactas o
físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de
producción se dan los grupos sociales, cada uno de los cuales representan una
función y tiene una posición determinada en la misma producción. Esta
relación es lo que es, una realidad rebelde: nadie puede modificar el número de
las empresas y de sus empleados, el número de las ciudades y de la población
urbana” (resaltado propio).
En la industria
metalmecánica se agrupan alrededor de 25 a 30 mil trabajadores que tienen en sus manos
el poder de paralizar una de las principales fuentes de ingresos de la
provincia. En la industria alimenticia se concentran sólo en Arcor, cerca de
5000 trabajadores en las cuatros plantas que posee en la provincia. Los
trabajadores de Luz y Fuerza, además de ser más de 2000 mil, tienen en sus
manos el potencial para paralizar la energía de la provincia, dejando por
ejemplo sin luz a las enormes monopolios imperialistas. Los trabajadores de la UTA ya mostraron su potencial
estratégico hace pocos meses como dijimos acá y esta semana lo
hicieron nuevamente con un impresionante paro de la empresa Ciudad de Córdoba
de características antiburocráticas, contra tres despidos que sólo pudo ser
levantado con la intimidación de un imponente operativo policial. A eso debemos
sumarle las decenas de miles de estatales que son poderoso factor político en
la provincia y que, a diferencia de los gremios de la industria, más allá de
los avances y retrocesos, mantienen una gimnasia de lucha en las calles que es
un hándicap a la hora de enfrentar ataques. En ese sentido, tomando la cita de
Gramsci, esa relación de fuerzas estructural es altamente favorable a la clase
trabajadora después de años de crecimiento económico.
Pero además, “la
relación de las fuerzas políticas; es decir, la valoración del grado de
homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos
sociales” también es favorable a las masas trabajadoras. El derechismo
político del régimen no está basado en grandes derrotas como las que se
vivieron a fines de los 90 con la crisis económica que dejó a decenas de miles
en la calle. Si bien ha habido retrocesos y fracasos en luchas parciales de los
últimos años, sobre todo entre los estatales y en menor medida en la industria,
no estamos frente a un retroceso a gran escala. Es esta relación de fuerzas la
que se expresó en la necesidad de una “maniobra” de De la Sota, haciendo votar en la
legislatura sin previo aviso. El Gallego montó un escenario que evitara la
acción preventiva de los gremios, la movilización y posible represión, algo que
hubiera traído a la memoria las imágenes de una Córdoba ardiendo, como en el
2008, algo que sería un traspié en la carrera presidencial pero además
mostraría nuevamente la fuerza de miles de trabajadores en las calles,
alentando las tendencias a la acción directa. Pero contradictoriamente,
colocando a la burocracia ante “los hechos consumados”, no le dejó más opción
que la movilización como respuesta. Esto pone en escena la debilidad de sus
formas bonapartistas para enfrentar al poderoso movimiento obrero de la
provincia. En definitiva decimos que Córdoba no escapa de una relación de
fuerzas más general conquistada en estos años por el movimiento obrero a nivel
nacional que hay que enmarcar en el post 2001.
Crisis del “pacto
social” en el gobierno
Ese poder de la clase
obrera y esa relación de fuerzas están en la base del poder político que acapara
la burocracia. En ese sentido, desde el punto de vista burgués, tiene “derecho”
a un ministerio como parte del aparato de control de las masas, con
el cual pretende ejercer el rol de “policía política” a escala provincial. De la Sota es consciente de esto,
de allí la creación del Ministerio de Trabajo y la asunción de Dragún en el
mismo. Pero esto puede llevarla a pagar un gran costo político en la medida que
estallen conflictos en la clase trabajadora.
En esta marco, y volviendo
a la coyuntura, el ataque del gobierno por la Caja obliga a las conducciones a responder,
incluso a las que son parte del oficialismo como Pihen del SEP. En esta
respuesta se combinan varias cosas. Por un lado, la necesidad de dar una
respuesta a un ataque que si bien, es el “mínimo” como señalan los
medios, afecta uno de los sostenes de la burocracia al interior de las propias
organizaciones sindicales. En algunos gremios, entre los afiliados hay más
jubilados que trabajadores activos. En segundo lugar, un sector de las
conducciones está alineado con el gobierno nacional, por lo que pueden usar
este ataque para una estrategia de “desgaste” contra el delasotismo. El límite
a esto radica en que el programa del kirchnerismo ante la crisis de la Caja es avanzar en un mayor
ataque, imponiendo la “armonización” con la Nación, bajando estrepitosamente las
jubilaciones. En tercer lugar, se trata de conducciones fuertemente
cuestionadas entre sus bases, por lo que se ven obligadas a responder para
evitar un mayor prestigio, en la encrucijada de o perder mas prestigio bajándose
de la lucha y el peligro de dar aire a la oposición combativa que se encuentra
en su terreno que es la lucha.
De conjunto, parecen
abrirse tendencias a mayores choques entre las clases, donde la cuestión de la
estrategia necesaria para forjar una corriente clasista y antiburocrática de
peso, será central en el próximo período. A este tema dedicaremos otro post.
En apretada síntesis, lo
que queremos plantear es que el régimen político de Córdoba sostiene un poder
ejecutivo de características bonapartistas pero que mantienen las formas
parlamentarias. Que este poder político concentrado se asienta en una estrecha
vinculación con una estructura económica basada en fuertes grupos económicos ligados
a la producción agrícola como industrial y que es esa concentración la que le
da una fisonomía particular. También buscamos analizar que parte de esta
concentración es la integración de la burocracia sindical al gobierno, tanto en
su forma ejecutiva como legislativa, y la política policial de esta al interior
del movimiento obrero industrial. Sin embargo también aludimos a una relación
de fuerzas más general entre las clases fundamentales que no es de derrota de
la clase obrera, lo que le pone límites al mencionado bonapartismo de De la Sota dándole un carácter de
equilibrio inestable.
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