miércoles, 22 de agosto de 2012

Una vez más sobre la polarización social y política en Europa y sus posibles perspectivas.



Por Paula Schaller

En un post anterior analizamos las tendencias a la polarización social y política que ya empiezan a emerger en la Europa jaqueada por la crisis, marcadas por el fortalecimiento de partidos de extrema derecha con peso electoral y social que buscan una salida reaccionaria ante la crisis. Allí planteamos que, ante el todavía bajo nivel de lucha de clases, estas expresiones no son el signo generalizado de la situación -que aún no está atravesada por la dialéctica revolución/contrarrevolución- sino más bien tendencias anticipatorias de una dinámica que tenderá a profundizarse en la medida que avancen los efectos de la crisis y la radicalidad de las respuestas de los explotados. Los años de entreguerras del siglo pasado, abundantes en giros y oscilaciones bruscas de la situación, constituyen una muestra concentrada de este desarrollo, donde la burguesía recurrió a distintas formas excepcionales de gobierno para sostener su dominación ante el ascenso generalizado de la lucha de clases. Del análisis de estas formas transicionales de dominación política burguesa Trotsky extrajo múltiples conclusiones para orientar estratégicamente al proletariado en su lucha por el poder. Queremos retomar aquí algunos de sus aspectos centrales, para aportar a reflexionar sobre las posibles perspectivas de las tendencias que hoy se expresan incipientemente en la situación internacional y la política de los revolucionarios ante éstas. 

Sobre la crisis y las tendencias a la degradación de la democracia burguesa: el bonapartismo. 

En los años 30 del siglo pasado, la crisis capitalista desatada en Estados Unidos afectó particularmente a una Europa atravesada por múltiples antagonismos inter-estatales que la Primera Guerra Mundial, lejos de resolver, había profundizado. En Alemania la crisis resultó catastrófica en una economía ya muy debilitada y constreñida por las imposiciones que los imperialismos francés e inglés habían asentado con el Tratado de Versalles a la salida de la guerra. Los trabajadores se agitaban en huelgas y movilizaciones masivas ante el desempleo generalizado, la hiperinflación y la caída del marco. Salvo excepciones, esta fue la dinámica social que atravesó gran parte del continente, donde para defender sus condiciones de vida el proletariado protagonizó grandes combates que plantearon una carrera de velocidades con la burguesía por ver qué clase imponía su salida, como sucedió centralmente en Alemania, Francia, Austria, Polonia, Hungría, Holanda, España (aunque esta con una dinámica más propia, donde las aspiraciones democráticas de las masas actuaron como un gran motor revolucionario en el marco de una estructura social profundamente regresiva). En esos países, como repuesta reaccionaria ante la crisis social y el ascenso de la lucha proletaria se fortalecieron tanto partidos y facciones de extrema derecha como bandas para-militares fascistas -Acción Francesa, La Cruz de Fuego o el Partido Social de la Rocque en Francia, las SA en Alemania (bandas de asalto del nacionalsocialismo), el movimiento Sanacja que sostuvo el régimen bonapartista de Pilsudski en Polonia, etc.-; que intervenían en la lucha de clases promoviendo intentos de golpe, impulsando movilizaciones y mitines reaccionarios, chovinistas y pro-guerreristas; yendo a quebrar las movilizaciones dirigidas por comunistas y socialdemócratas, organizando atentados contra las organizaciones obreras y de izquierda; asesinando activistas, etc. En este marco, Trotsky analizó muy lúcidamente que, ante la catástrofe económica y la ascendiente lucha de clases, las democracias burguesas europeas tendían a degradar su carácter "parlamentario", recurriendo a diversas formas excepcionales de dominación con gobiernos fuertes apoyados sobre el aparato policial-militar que intentaban una suerte de "arbitraje" de las clases en pugna. Analizando por ejemplo el caso de Holanda en 1936 -donde el régimen político profundizó su carácter represivo ante el crecimiento de las bandas fascistas, por un lado, y el fortalecimiento de la organización obrera, por el otro, planteó que-: “Dado que la democracia burguesa se encuentra en bancarrota histórica, ya no puede defenderse en su propio terreno contra sus enemigos de derecha e izquierda. Es decir que para ‘mantenerse’ el régimen democrático debe autoliquidarse progresivamente mediante leyes de emergencia y arbitrariedad administrativa. Esta autoliquidación de la democracia en la lucha contra la derecha y la izquierda coloca en primer plano al bonapartismo de la degeneración, cuya exis­tencia incierta necesita el peligro de derecha e izquier­da para oponerlos entre sí y elevarse gradualmente por encima de la sociedad y de su parlamentarismo.” (Trotsky, La democracia burguesa y la lucha contra el fascismo)
Este análisis es interesante porque desnuda no sólo que la democracia no está ni puede estar por encima del sistema social que la engendró, tendiendo a “autolimitarse” –e incluso volverse su contrario, negando su forma con la dictadura abierta- cuando la clase dominante lo necesita para preservar su dominación social y política, sino que muestra que el fascismo no surge como reacción automática, como primera salida orquestada por la burguesía para contener la lucha de clases, sino que se impone como solución de fuerza final luego de un ciclo previo en el cual el régimen democrático-parlamentario avanza progresivamente en su bonapartización: “es inevitable que entre la demo­cracia parlamentaria y el régimen fascista se interpongan, una después de otra, ya sea "pacíficamente" o a través de la guerra civil, una serie de formas transicionales.” (Trotsky, bonapartismo y fascismo) Precisamente, contra el stalinismo que en su "tercer período" tendía a emparentar casi toda forma de gobierno burgués al fascismo mismo, Trotsky puso el acento en que el bonapartismo, a diferencia de aquel, era una forma política transitoria, profundamente inestable, en la cual la pulseada entre las clases todavía no había llegado a una cristalización política definitiva como expresión del asentamiento de una relación de fuerzas más o menos estable. 
En 1934, analizando el caso de Francia planteaba “... nos vemos obligados a repetir lo que ya una vez dijeron los bolcheviques leninistas respecto a Alemania: las posibilidades políticas del actual bonapartismo francés no son muchas; su estabilidad está determinada por el momentáneo y, en última instancia, inestable equilibrio entre el proletariado y el fascismo. La relación de fuerzas entre estos dos bandos tiene que cambiar rápidamente, en parte por influencia de la coyuntura económica, pero fundamentalmente según la política que se dé la vanguardia proletaria. La colisión entre ambos bandos es inevitable. El proceso se medirá en meses, no en años. Sólo después del choque, y de acuerdo a sus resultados, podrá implantarse un régimen estable.” (Bonapartismo y Fascismo) 
Allí, ante la creciente polarización de clase entre las demostraciones de fuerza de los fascistas y la ascendiente combatividad del movimiento obrero, planteó que “… precisamente en Francia el paso del parlamentarismo al bonapartismo -o más exactamente la primera etapa de este paso- se dio de manera particularmente notoria y ejemplar. Basta con recordar que el gobierno Doumergue apareció en escena entre el ensayo de guerra civil de los fascistas (6 de febrero) y la huelga general del proletariado (12 de febrero). Tan pronto como los bandos irreconciliables asumieron sus posiciones de lucha en los polos de la sociedad capitalista, quedó claro que el aparato conexo del parlamen­tarismo perdía toda importancia. Es cierto que el gabinete Doumergue, (…) parece, a primera vista, gobernar con consenso del Parlamento. Pero se trata de un Parlamento que abdicó, que sabe que en caso de resistencia el gobierno se desharía de él. Debido al relativo equilibrio entre el campo de la contrarrevolución que ataca y el de la revolución que se defiende, debido a su temporaria neutralización mutua, el eje del poder se elevó por encima de las clases y de su representación parlamentaria. Fue necesario buscar una cabeza de gobierno fuera del Parlamento y "fuera de los parti­dos”. Este jefe de gobierno llamó en su ayuda a dos generales. Esta trinidad se apoyó en huestes parla­mentarias simétricas tanto por la derecha como por la izquierda. El gobierno no aparece como un orga­nismo ejecutivo de la mayoría parlamentaria, sino como un juez-árbitro entre dos bandos en lucha. Sin embargo, un gobierno que se eleva por encima de la nación no está suspendido en el aire. El verdadero eje del gobierno actual pasa por la policía, la burocracia y la camarilla militar. Estamos enfrentados a una dicta­dura militar-policial apenas disimulada tras el decorado del parlamentarismo. Un gobierno del sable como juez-árbitro de la nación: precisamente eso se llama bonapartismo”. (Bonapartismo y fascismo, 1934)                                                                                                 
El caso francés, donde la continuidad de la lucha de clases signó la imposibilidad de consolidar un régimen de dominación estable –después de la caída de Doumergue se sucedieron cinco gabinetes ministeriales en menos de 2 años-; o el alemán, donde la crisis de la República de Weimar se expresó en el surgimiento de múltiples gobiernos bonapartistas (Brüning, Papen, Schleicher) que antecedieron al triunfo de Hitler, mostraron palmariamente hasta qué punto la estabilidad de la institucionalidad política burguesa depende en gran medida de la ausencia de irrupción política independiente de las masas explotadas : “la reciente experiencia histórica tanto como el análisis teórico testimonian que el nivel de desarrollo de una democracia y su estabilidad, están en proporción inversa a la tensión de las contradicciones de clase", plantea Trotsky en "El marxismo y nuestra época". 
Si en la dinámica de la situación internacional actual no son las tendencias al bonapartismo político las que priman, ya que de conjunto la burguesía sigue apoyándose, gracias a la todavía baja intensidad de la lucha de clases, en la legitimidad parlamentaria para promover su política de ajuste -ayudada por la complicidad de las direcciones sindicales-; ya empiezan a surgir tendencias anticipatorias de este fenómeno, que muestran una vez más la relación orgánica entre crisis capitalista, desarrollo de la lucha de clases y tendencias al surgimiento de formas excepcionales de dominación burguesa. Tal es el caso de Italia, donde a la caída de Berlusconi la gran patronal, el capital financiero, la UE y el FMI se convirtieron en el principal sostén del gobierno “técnico” de Monti, puesto a dedo por el presidente Napolitano, expresando la tendencia a gobernar bajo métodos crecientemente bonapartistas en el marco de la crisis. Un gobierno  que no fue elegido democráticamente por el pueblo italiano sino puesto por arriba por los sectores más concentrados del capital financiero y la gran industria para administrar los planes de ajuste y promover una política de ataque masivo contra los inmigrantes. El breve repaso anterior sobre las definiciones de Trotsky ante los regímenes políticos bonapartistas de los años ´30, en todo caso, muestra que ninguna pulseada entre las clases se consuma "en un acto", sino que la burguesía avanza progresivamente en la bonapartización de la democracia parlamentaria en la medida en que avanza la lucha de clases, por lo que hay que tomar nota de los primeros signos de éstos fenómenos para pensarlos en su posible dinámica.                                                              
Por su parte, el ascenso del movimiento nazi Amanecer Dorado en Grecia expresa una tendencia que tenderá a profundizarse y a generalizarse con el desarrollo de la lucha de clases en el país heleno, mostrando desde hoy las reacciones que tendrá que enfrentar la vanguardia del movimiento obrero en el camino de abrirse paso en la lucha por una salida propia ante la crisis capitalista.  

Sobre cómo luchar contra el ascenso de los fascistas. El caso de Amanecer Dorado en Grecia y la política de los revolucionarios.  

Grecia, el eslabón más débil del capitalismo europeo, es hoy uno de los epicentros de desarrollo de la polarización social y política. De hecho, los dos fenómenos políticos más dinámicos que cobraron impulso al calor de la crisis son el crecimiento de la coalición reformista de izquierda Syriza y el ascenso de la variante neo-nazi Amanecer Dorado. Muchos sectores de izquierda apoyan a Syriza no sólo como la supuesta expresión de una salida popular frente a la crisis capitalista, sino como un reaseguro de la democracia frente al ascenso de las variantes de extrema derecha. Si bien este es un debate que abordaremos de lleno en un próximo post, queremos empezar a formular aquí cuales son las vías y la política que debe darse la clase obrera para combatir este ascenso. 
En Grecia, la crisis tuvo efectos tan devastadores que hay analistas que ya hablan de Grecia como "la primer colonia de la eurozona", en referencia al salto en la subordinación helena al capital financiero alemán (ver acá). Sectores de las masas vienen tensando sus músculos con huelgas generales, movilizaciones masivas, enfrentamientos callejeros con la policía; y aunque todavía no dieron una respuesta a la altura del ataque histórico que el capitalismo está descargando sobre sus condiciones de vida, ya comienzan a crecer tendencias neonazis que pugnan por el paso a la acción directa para imponer una solución de fuerza contra los oprimidos. Amanecer Dorado sorprendió en las elecciones de mayo y junio, en las cuales mantuvo un 7 % de los votos y logró meter 18 diputados al parlamento (en las elecciones de 2009 había sacado 18 mil votos, mientras que este año obtuvo 430 mil, mostrando la simpatía que logra su discurso en franjas cada vez más amplias). Pero no sólo se ubica como una tendencia superestructural que ocupa un espacio electoral, sino como una tendencia militante que, aunque por ahora poco numerosa, actúa en las calles a la manera de bandas de asalto contra los inmigrantes: “Somos un movimiento nacionalista en el Parlamento y en la calle con la misión de proteger los derechos de los griegos (…), la inmigración ilegal es una plaga para Grecia”, declaró su líder Mihaloliakos luego de las pasadas elecciones, mientras que el diputado Illias Panagiotaros directamente prometió antes de las elecciones "Si Amanecer Dorado consigue entrar al Parlamento, llevará a cabo redadas en hospitales y guarderías y expulsará a los inmigrantes y a sus hijos a la calle para que los griegos puedan ocupar su lugar".
De hecho, los nazis de Amanecer Dorado ya recorren los barrios más humildes de Atenas reprimiendo salvajemente a los inmigrantes y hasta tomaron el control del barrio Agios Panteleimonas, que fue uno de los más populosos del centro de Atenas y hoy es un bastión nazi, libre de inmigrantes a los que  directamente expulsaron. En ese barrio Amanecer Dorado actúa como la fuerza represiva, en absoluta complicidad con la policía que deja actuar libremente al movimiento y le libera zonas  para desplegar la represión "ilegal" sobre los inmigrantes. Esto de ninguna manera es casual: hay encuestas que afirman que 4 de cada 10 policías votaron por este grupo neonazi en las elecciones, por lo que es de prever que cuando la situación se radicalice y se impongan tendencias a la desarticulación social los nazis pueden avanzar y nutrirse rápidamente de las fuerzas represivas actuales.
Al respecto, en el año 1939, Trotsky planteaba que "Cuando se dan crisis serias, la policía invariablemente adopta respecto a las bandas contrarrevolucionarias una amistosa neutralidad, cuando no colabora con ellas directamente." (Trotsky, Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939) De hecho, Amanecer Dorado empezó un "trabajo sucio" que después generalizaron las fuerzas de seguridad, cuando en agosto de este año lanzaron una brutal razia en los barrios populares atenienses con más de 4500 afectivos que detuvieron a miles de inmigrantes para luego deportarlos.                
Por lo tanto, aunque todavía no sea una variante de masas, Amanecer Dorado es una tendencia actuante en la realidad a la que hay que prepararse para combatir desde hoy, ya que su desarrollo implicará inevitablemente el fortalecimiento de las fuerzas contrarrevolucionarias a las que  mañana puede acudir generalizadamente la propia burguesía en su guerra contra el proletariado.  Analizando el fortalecimiento de organizaciones para-militares burguesas, Trotsky planteó en 1939: "es la reacción capitalista la que comienza primero a formar organizaciones de lucha especiales, que coexisten paralelamente con la policía y el ejército del estado burgués. Esto se explica por el hecho de que la burguesía es más previsora y despiadada que el proletariado. Bajo la presión de las contradicciones de clase ya no descansa totalmente en su propio estado, puesto que éste tiene todavía las manos atadas, en cierta medida, por normas “democráticas”. La aparición de organizaciones comba­tientes “voluntarias” cuyo objetivo es la supresión física del proletariado constituye un síntoma inequívoco de que comenzó la desintegración de la democracia, debido a que ya no es posible controlar las contradicciones de clase por los viejos métodos." (Trotsky, Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939)
Si por su escaso peso social como fuerza militante, Amanecer Dorado no se ubica todavía como la expresión de la tendencia que emerge en tiempos de crisis, a la ruptura del monopolio de la violencia del Estado burgués y la proliferación de milicias para-militares con peso de masas; nos interesa resaltar que aunque hoy es una tendencia minoritaria es significativa en la medida en que es un fenómeno orgánico, que expresa el estado de ánimo de capas sociales arruinadas o de la pequeño-burguesía que adopta una perspectiva ultra-nacionalista y xenofóbica, por lo que su desarrollo puede cobrar mucha dinámica en el marco de la crisis en curso.
Esto pone a la orden del día para las organizaciones del proletariado heleno la necesidad de articular un programa político y de acción que plantee la alianza obrero-popular contra la avanzada de las bandas fascistas que, si hoy se dirigen contra los inmigrantes, mañana lo harán contra el conjunto de las organizaciones del movimiento obrero. Este programa tiene que partir de la más incondicional defensa de la unidad de las filas de la clase obrera, nativa y extranjera, impulsando activas campañas frente al racismo y la xenofobia crecientes; pero en perspectiva tiene que dar una respuesta para frenar los ataques fascistas que ya sufren los inmigrantes. Por lo tanto, ante el avance de los neonazis está planteada la exigencia a los sindicatos de que impulsen y organicen la autodefensa obrera.  Es de fundamental importancia frenar el desarrollo de las bandas que ya pasaron a la acción contra los sectores más débiles de las masas explotadas como son los inmigrantes, por lo que es parte del programa que tiene que levantar la vanguardia del movimiento obrero en su lucha contra los capitalistas. Incluso, allí donde existieran sectores de vanguardia independientes de las direcciones sindicales reformistas ligadas al PASOK (Partido Socialdemócrata) y al KKE (Partido Comunista) que hayan conquistado trincheras significativas en el movimiento obrero, éstos deberían impulsar, -como parte de la lucha por el desarrollo de organismos de autoorganización que expresen el frente único de las masas en lucha y peleen por un programa común-, no sólo una línea de exigencia a los sindicatos de la autodefensa sino una política para organizarla, tratando de ligar los lugares de influencia conquistados en el movimiento obrero a la organización de los sectores más atrasados de la clase como son los inmigrantes para combatir los ataques de los fascistas que ya están en curso.                                                                                                            
Claro que la autodefensa como consigna  de agitación amplia sobre el movimiento obrero está directamente ligada al desarrollo de la lucha de clases y la envergadura de los propios ataques fascistas, como plantea Trotsky: "El proceso del cual surgen los destacamentos obreros de autodefensa está inseparablemente ligado al curso de la lucha de clases en cada país y refleja, por lo tanto, sus inevitables avances y retrocesos, sus flujos y reflujos. La revolución no estalla en una sociedad a través de un tranquilo proceso ininterrumpido sino a través de una serie de convulsiones separadas por intervalos bien definidos, a veces prolongados, durante los cuales se modifican tanto las relaciones políticas que la idea misma de revolución parece perder toda conexión con la realidad. Por eso la consigna de unidades de autodefensa encon­trará eco una vez, y en otra oportunidad sonará como una voz clamando en el desierto, y luego, después de un tiempo, se popularizará nuevamente". (Trotsky, Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939). Esto último es lo que sucedió, por ejemplo, en la Francia del año '34, donde  "como conse­cuencia de la crisis económica en aumento, (...) la reacción salió abiertamente a la ofensiva. Las organizaciones fascistas crecieron rápidamente. Por otra parte, se hizo popular en las filas de la clase obrera la idea de la autodefensa. Hasta el reformista Partido Socialista se vio obligado a formar en París algo similar a un aparato de autodefensa." (Trotsky, Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939)  
Como política, Trotsky planteaba, polemizando contra el stalinismo que se negaba a levantar la consigna de armamento obrero: "'Pero, el armamento de los obreros no es oportuno más que en una situación revolucionaria que aún no existe'. Este profundo argumento significa que los obreros deben dejarse golpear hasta que la situación se vuelva revolucionaria. Los que ayer predicaban el 'tercer periodo' no quieren ver lo que pasa ante sus ojos. La propia cuestión del armamento no ha surgido prácticamente, más que porque la situación 'pacifica', normal, democrática´ ha dejado el lugar a una situación agitada, crítica, inestable, que puede tan fácilmente transformarse en una situación revolucionaria como contrarrevolucionaria. Esa alternativa depende, ante todo, de esto: ¿Se dejarán golpear los obreros de vanguardia, impunemente, sector por sector o, a cada golpe responderán con dos golpes, elevando el coraje de los oprimidos y uniéndolos a su alrededor? Una situación revolucionaria no cae del cielo. Se forma con la participación activa de la clase revolucionaria y de su partido." (Trotsky, ¿A Dónde va Francia?, 1934)
Si, como señalamos en el apartado anterior, la situación griega no presenta la dinámica de derrumbe de la democracia burguesa que caracterizó a la Francia de los años '30, signada por el creciente enfrentamiento entre las bandas fascistas y las organizaciones del proletariado y la izquierda; la enorme crisis económica y social que recorre al continente en general y al país heleno en particular, donde las masas protagonizaron 17 huelgas generales desde el comienzo de los planes de ajuste, hace prever que es una dinámica que rápidamente puede cobrar la situación. Por otra parte, en coyunturas profundamente dinámicas como la actual, donde la histórica ofensiva capitalista puede desatar una perspectiva de ascenso revolucionario para las masas griegas, impedir el avance de las bandas fascistas es una tarea de importancia en el camino de fortalecer la relación de fuerzas de la vanguardia proletaria y la alianza obrero-popular.                                       
De profundizarse la lucha de clases, y conforme la tendencia que hoy expresa incipientemente Amanecer Dorado se generalice, estará planteado impulsar el mayor frente único obrero, pero no en el terreno de los acuerdos parlamentarios para defender la "democracia" sino el frente único obrero que prepare el combate abierto contra los fascistas y fortalezca las posiciones del los revolucionarios entre las masas. Así lo formulaba Trotsky en el año 1931 con relación a Alemania -en donde el stalinismo, entregado a su política ultraizquierdista de caracterizar a la socialdemocracia como fascista, se negaba a un frente único con ésta para enfrentar al fascismo-: "El destino quiere que haya en el comité central del partido comunista numerosos oportunistas aterrorizados. Han oído decir que el oportunismo es el amor a los bloques. Es por lo que están contra los bloques. No comprenden la diferencia que puede existir entre un arreglo a nivel parlamentario y un acuerdo de combate, incluso el más modesto, a propósito de una huelga o de la protección de los obreros tipógrafos contra las bandas fascistas. Los acuerdos electorales, los regateos parlamentarios concluidos entre el partido revolucionario y la socialdemocracia suelen servir, por regla general, a la segunda. Un acuerdo práctico de cara a acciones de masas, por objetivos de lucha, se hace siempre, en provecho del partido revolucionario." (Trotsky, "Por un frente único obrero contra el fascismo", 1931)

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