Por Paula Schaller
En un post anterior analizamos
las tendencias a la polarización social y política que ya empiezan a emerger en
la Europa jaqueada por la crisis, marcadas por el fortalecimiento de partidos
de extrema derecha con peso electoral y social que buscan una salida
reaccionaria ante la crisis. Allí planteamos que, ante el todavía bajo nivel de
lucha de clases, estas expresiones no son el signo generalizado de la situación
-que aún no está atravesada por la dialéctica revolución/contrarrevolución-
sino más bien tendencias anticipatorias de una dinámica que tenderá a
profundizarse en la medida que avancen los efectos de la crisis y la radicalidad
de las respuestas de los explotados. Los años de entreguerras del siglo pasado,
abundantes en giros y oscilaciones bruscas de la situación, constituyen una
muestra concentrada de este desarrollo, donde la burguesía recurrió a distintas
formas excepcionales de gobierno para sostener su dominación ante el ascenso
generalizado de la lucha de clases. Del análisis de estas formas transicionales
de dominación política burguesa Trotsky extrajo múltiples conclusiones para
orientar estratégicamente al proletariado en su lucha por el poder. Queremos
retomar aquí algunos de sus aspectos centrales, para aportar a reflexionar
sobre las posibles perspectivas de las tendencias que hoy se expresan
incipientemente en la situación internacional y la política de los revolucionarios
ante éstas.
Sobre la crisis y las tendencias
a la degradación de la democracia burguesa: el bonapartismo.
En los años 30’ del siglo pasado, la crisis capitalista desatada en Estados Unidos
afectó particularmente a una Europa atravesada por múltiples antagonismos
inter-estatales que la Primera Guerra Mundial, lejos de resolver, había
profundizado. En Alemania la crisis resultó catastrófica en una economía ya muy
debilitada y constreñida por las imposiciones que los imperialismos francés e inglés
habían asentado con el Tratado de Versalles a la salida de la guerra. Los
trabajadores se agitaban en huelgas y movilizaciones masivas ante el desempleo
generalizado, la hiperinflación y la caída del marco. Salvo excepciones, esta
fue la dinámica social que atravesó gran parte del continente, donde para
defender sus condiciones de vida el proletariado protagonizó grandes combates
que plantearon una carrera de velocidades con la burguesía por ver qué clase
imponía su salida, como sucedió centralmente en Alemania, Francia, Austria,
Polonia, Hungría, Holanda, España (aunque esta con una dinámica más propia,
donde las aspiraciones democráticas de las masas actuaron como un gran motor
revolucionario en el marco de una estructura social profundamente regresiva).
En esos países, como repuesta reaccionaria ante la crisis social y el ascenso
de la lucha proletaria se fortalecieron tanto partidos y facciones de extrema derecha
como bandas para-militares fascistas -Acción Francesa, La Cruz de Fuego o el
Partido Social de la Rocque en Francia, las SA en Alemania (bandas de asalto
del nacionalsocialismo), el movimiento Sanacja que sostuvo el régimen
bonapartista de Pilsudski en Polonia, etc.-; que intervenían en la lucha
de clases promoviendo intentos de golpe, impulsando movilizaciones y mitines
reaccionarios, chovinistas y pro-guerreristas; yendo a quebrar las
movilizaciones dirigidas por comunistas y socialdemócratas, organizando
atentados contra las organizaciones obreras y de izquierda; asesinando
activistas, etc. En este marco, Trotsky analizó muy lúcidamente que, ante la
catástrofe económica y la ascendiente lucha de clases, las democracias
burguesas europeas tendían a degradar su carácter "parlamentario",
recurriendo a diversas formas excepcionales de dominación con gobiernos fuertes
apoyados sobre el aparato policial-militar que intentaban una suerte de
"arbitraje" de las clases en pugna. Analizando por ejemplo el caso de
Holanda en 1936 -donde el régimen político profundizó su carácter
represivo ante el crecimiento de las bandas fascistas, por un lado, y el
fortalecimiento de la organización obrera, por el otro, planteó que-: “Dado
que la democracia burguesa se encuentra en bancarrota histórica, ya no puede
defenderse en su propio terreno contra sus enemigos de derecha e izquierda. Es
decir que para ‘mantenerse’ el régimen democrático debe autoliquidarse
progresivamente mediante leyes de emergencia y arbitrariedad administrativa.
Esta autoliquidación de la democracia en la lucha contra la derecha y la
izquierda coloca en primer plano al bonapartismo de la degeneración, cuya existencia
incierta necesita el peligro de derecha e izquierda para oponerlos entre sí y
elevarse gradualmente por encima de la sociedad y de su parlamentarismo.” (Trotsky, La
democracia burguesa y la lucha contra el fascismo).
Este análisis es interesante
porque desnuda no sólo que la democracia no está ni puede estar por encima del
sistema social que la engendró, tendiendo a “autolimitarse” –e incluso volverse
su contrario, negando su forma con la dictadura abierta- cuando la clase
dominante lo necesita para preservar su dominación social y política, sino que
muestra que el fascismo no surge como reacción automática, como primera salida
orquestada por la burguesía para contener la lucha de clases, sino que se
impone como solución de fuerza final luego de un ciclo previo en el cual el
régimen democrático-parlamentario avanza progresivamente en su bonapartización:
“es inevitable que entre la democracia parlamentaria y el régimen fascista
se interpongan, una después de otra, ya sea "pacíficamente" o a
través de la guerra civil, una serie de formas transicionales.” (Trotsky,
bonapartismo y fascismo) Precisamente, contra el stalinismo que en su
"tercer período" tendía a emparentar casi toda forma de gobierno
burgués al fascismo mismo, Trotsky puso el acento en que el bonapartismo, a
diferencia de aquel, era una forma política transitoria, profundamente
inestable, en la cual la pulseada entre las clases todavía no había llegado a
una cristalización política definitiva como expresión del asentamiento de una
relación de fuerzas más o menos estable.
En 1934, analizando el caso de
Francia planteaba “... nos vemos obligados a repetir lo que ya una vez
dijeron los bolcheviques leninistas respecto a Alemania: las posibilidades
políticas del actual bonapartismo francés no son muchas; su estabilidad está
determinada por el momentáneo y, en última instancia, inestable equilibrio
entre el proletariado y el fascismo. La relación de fuerzas entre estos dos
bandos tiene que cambiar rápidamente, en parte por influencia de la coyuntura
económica, pero fundamentalmente según la política que se dé la vanguardia
proletaria. La colisión entre ambos bandos es inevitable. El proceso se medirá
en meses, no en años. Sólo después del choque, y de acuerdo a sus resultados,
podrá implantarse un régimen estable.” (Bonapartismo y Fascismo)
Allí, ante la creciente
polarización de clase entre las demostraciones de fuerza de los fascistas y la
ascendiente combatividad del movimiento obrero, planteó que “…
precisamente en Francia el paso del parlamentarismo al bonapartismo -o más exactamente
la primera etapa de este paso- se dio de manera particularmente
notoria y ejemplar. Basta con recordar que el gobierno Doumergue apareció en
escena entre el ensayo de guerra civil de los fascistas (6 de febrero) y la
huelga general del proletariado (12 de febrero). Tan pronto como los bandos
irreconciliables asumieron sus posiciones de lucha en los polos de la sociedad
capitalista, quedó claro que el aparato conexo del parlamentarismo perdía toda
importancia. Es cierto que el gabinete Doumergue, (…) parece, a primera vista,
gobernar con consenso del Parlamento. Pero se trata de un Parlamento que
abdicó, que sabe que en caso de resistencia el gobierno se desharía de él.
Debido al relativo equilibrio entre el campo de la contrarrevolución que ataca
y el de la revolución que se defiende, debido a su temporaria neutralización
mutua, el eje del poder se elevó por encima de las clases y de su representación
parlamentaria. Fue necesario buscar una cabeza de gobierno fuera del Parlamento
y "fuera de los partidos”. Este jefe de gobierno llamó en su ayuda a dos
generales. Esta trinidad se apoyó en huestes parlamentarias simétricas tanto
por la derecha como por la izquierda. El gobierno no aparece como un organismo
ejecutivo de la mayoría parlamentaria, sino como un juez-árbitro entre dos
bandos en lucha. Sin embargo, un gobierno que se eleva por encima de la nación
no está suspendido en el aire. El verdadero eje del gobierno actual pasa por la
policía, la burocracia y la camarilla militar. Estamos enfrentados a una dictadura
militar-policial apenas disimulada tras el decorado del parlamentarismo. Un
gobierno del sable como juez-árbitro de la nación: precisamente eso se
llama bonapartismo”. (Bonapartismo y fascismo, 1934)
El caso francés, donde la
continuidad de la lucha de clases signó la imposibilidad de consolidar un
régimen de dominación estable –después de la caída de Doumergue se sucedieron
cinco gabinetes ministeriales en menos de 2 años-; o el alemán, donde la crisis
de la República de Weimar se expresó en el surgimiento de múltiples gobiernos
bonapartistas (Brüning, Papen, Schleicher) que antecedieron al triunfo de
Hitler, mostraron palmariamente hasta qué punto la estabilidad de la
institucionalidad política burguesa depende en gran medida de la ausencia de
irrupción política independiente de las masas explotadas : “la reciente
experiencia histórica tanto como el análisis teórico testimonian que el nivel
de desarrollo de una democracia y su estabilidad, están en proporción inversa a
la tensión de las contradicciones de clase", plantea Trotsky en
"El marxismo y nuestra época".
Si en la dinámica de la situación
internacional actual no son las tendencias al bonapartismo político las que
priman, ya que de conjunto la burguesía sigue apoyándose, gracias a la
todavía baja intensidad de la lucha de clases, en la legitimidad
parlamentaria para promover su política de ajuste -ayudada por la complicidad
de las direcciones sindicales-; ya empiezan a surgir tendencias anticipatorias
de este fenómeno, que muestran una vez más la relación orgánica entre crisis
capitalista, desarrollo de la lucha de clases y tendencias al surgimiento de
formas excepcionales de dominación burguesa. Tal es el caso de
Italia, donde a la caída de Berlusconi la gran patronal, el capital financiero,
la UE y el FMI se convirtieron en el principal sostén del gobierno
“técnico” de Monti, puesto a dedo por el presidente Napolitano, expresando la
tendencia a gobernar bajo métodos crecientemente bonapartistas en el marco de
la crisis. Un gobierno que no fue elegido democráticamente por el pueblo
italiano sino puesto por arriba por los sectores más concentrados del
capital financiero y la gran industria para administrar los planes de
ajuste y promover una política de ataque masivo contra los inmigrantes. El
breve repaso anterior sobre las definiciones de Trotsky ante los regímenes
políticos bonapartistas de los años ´30, en todo caso, muestra que ninguna
pulseada entre las clases se consuma "en un acto", sino
que la burguesía avanza progresivamente en la bonapartización de la
democracia parlamentaria en la medida en que avanza la lucha de clases, por lo
que hay que tomar nota de los primeros signos de éstos fenómenos para pensarlos
en su posible dinámica.
Por su parte, el ascenso del
movimiento nazi Amanecer Dorado en Grecia expresa una tendencia que tenderá a
profundizarse y a generalizarse con el desarrollo de la lucha de clases en el
país heleno, mostrando desde hoy las reacciones que tendrá que enfrentar la
vanguardia del movimiento obrero en el camino de abrirse paso en la lucha por
una salida propia ante la crisis capitalista.
Sobre cómo luchar contra el
ascenso de los fascistas. El caso de Amanecer Dorado en Grecia y la política de
los revolucionarios.
Grecia, el eslabón más débil del
capitalismo europeo, es hoy uno de los epicentros de desarrollo de la
polarización social y política. De hecho, los dos fenómenos políticos más
dinámicos que cobraron impulso al calor de la crisis son el crecimiento de la
coalición reformista de izquierda Syriza y el ascenso de la variante neo-nazi
Amanecer Dorado. Muchos sectores de izquierda apoyan a Syriza no sólo como la
supuesta expresión de una salida popular frente a la crisis capitalista, sino
como un reaseguro de la democracia frente al ascenso de las variantes de
extrema derecha. Si bien este es un debate que abordaremos de lleno en
un próximo post, queremos empezar a formular aquí cuales son las vías
y la política que debe darse la clase obrera para combatir este ascenso.
En Grecia, la crisis tuvo
efectos tan devastadores que hay analistas que ya hablan de Grecia
como "la primer colonia de la eurozona", en referencia al salto
en la subordinación helena al capital financiero alemán (ver acá). Sectores de las
masas vienen tensando sus músculos con huelgas generales, movilizaciones
masivas, enfrentamientos callejeros con la policía; y aunque todavía no dieron
una respuesta a la altura del ataque histórico que el capitalismo está
descargando sobre sus condiciones de vida, ya comienzan a crecer tendencias
neonazis que pugnan por el paso a la acción directa para imponer una solución
de fuerza contra los oprimidos. Amanecer Dorado sorprendió en las elecciones de
mayo y junio, en las cuales mantuvo un 7 % de los votos y logró meter 18
diputados al parlamento (en las elecciones de 2009 había sacado 18 mil votos, mientras
que este año obtuvo 430 mil, mostrando la simpatía que logra su discurso en
franjas cada vez más amplias). Pero no sólo se ubica como una tendencia
superestructural que ocupa un espacio electoral, sino como una tendencia
militante que, aunque por ahora poco numerosa, actúa en las calles a la manera
de bandas de asalto contra los inmigrantes: “Somos un movimiento
nacionalista en el Parlamento y en la calle con la misión de proteger los
derechos de los griegos (…), la inmigración ilegal es una plaga para Grecia”,
declaró su líder Mihaloliakos luego de las pasadas elecciones, mientras que el
diputado Illias Panagiotaros directamente prometió
antes de las elecciones "Si Amanecer Dorado consigue entrar al
Parlamento, llevará a cabo redadas en hospitales y guarderías y expulsará a los
inmigrantes y a sus hijos a la calle para que los griegos puedan ocupar su
lugar".
De hecho, los nazis de Amanecer
Dorado ya recorren los barrios más humildes de Atenas reprimiendo salvajemente
a los inmigrantes y hasta tomaron el control del barrio Agios Panteleimonas,
que fue uno de los más populosos del centro de Atenas y hoy es un bastión
nazi, libre de inmigrantes a los que directamente expulsaron. En ese
barrio Amanecer Dorado actúa como la fuerza represiva, en absoluta complicidad
con la policía que deja actuar libremente al movimiento y le libera zonas
para desplegar la represión "ilegal" sobre los inmigrantes.
Esto de ninguna manera es casual: hay encuestas que afirman que 4 de cada 10
policías votaron por este grupo neonazi en las elecciones, por lo que es de
prever que cuando la situación se radicalice y se impongan tendencias a la
desarticulación social los nazis pueden avanzar y nutrirse rápidamente de las
fuerzas represivas actuales.
Al respecto, en el año 1939,
Trotsky planteaba que "Cuando se dan crisis serias, la policía
invariablemente adopta respecto a las bandas contrarrevolucionarias una
amistosa neutralidad, cuando no colabora con ellas directamente." (Trotsky,
Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939) De hecho, Amanecer Dorado
empezó un "trabajo sucio" que después generalizaron las fuerzas de
seguridad, cuando en agosto de este año lanzaron una brutal razia en los
barrios populares atenienses con más de 4500 afectivos que detuvieron a miles
de inmigrantes para luego deportarlos.
Por lo tanto, aunque todavía
no sea una variante de masas, Amanecer Dorado es una tendencia actuante en la
realidad a la que hay que prepararse para combatir desde hoy, ya que su
desarrollo implicará inevitablemente el fortalecimiento de las fuerzas
contrarrevolucionarias a las que mañana puede acudir generalizadamente la
propia burguesía en su guerra contra el proletariado. Analizando el
fortalecimiento de organizaciones para-militares burguesas, Trotsky planteó en
1939: "es la reacción capitalista la que comienza primero a formar
organizaciones de lucha especiales, que coexisten paralelamente con la policía
y el ejército del estado burgués. Esto se explica por el hecho de que la
burguesía es más previsora y despiadada que el proletariado. Bajo la presión de
las contradicciones de clase ya no descansa totalmente en su propio estado,
puesto que éste tiene todavía las manos atadas, en cierta medida, por normas
“democráticas”. La aparición de organizaciones combatientes “voluntarias” cuyo
objetivo es la supresión física del proletariado constituye un síntoma
inequívoco de que comenzó la desintegración de la democracia, debido a que ya
no es posible controlar las contradicciones de clase por los viejos
métodos." (Trotsky, Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939)
Si por su escaso peso social como
fuerza militante, Amanecer Dorado no se ubica todavía como la expresión de
la tendencia que emerge en tiempos de crisis, a la ruptura del monopolio de la
violencia del Estado burgués y la proliferación de milicias para-militares con
peso de masas; nos interesa resaltar que aunque hoy es una tendencia
minoritaria es significativa en la medida en que es un fenómeno orgánico, que
expresa el estado de ánimo de capas sociales arruinadas o de la
pequeño-burguesía que adopta una perspectiva ultra-nacionalista y xenofóbica,
por lo que su desarrollo puede cobrar mucha dinámica en el marco de la crisis
en curso.
Esto pone a la orden del día para
las organizaciones del proletariado heleno la necesidad de articular un
programa político y de acción que plantee la alianza obrero-popular contra la
avanzada de las bandas fascistas que, si hoy se dirigen contra los inmigrantes,
mañana lo harán contra el conjunto de las organizaciones del movimiento obrero.
Este programa tiene que partir de la más incondicional defensa de la unidad de
las filas de la clase obrera, nativa y extranjera, impulsando activas campañas
frente al racismo y la xenofobia crecientes; pero en perspectiva tiene que dar
una respuesta para frenar los ataques fascistas que ya sufren los inmigrantes.
Por lo tanto, ante el avance de los neonazis está planteada la exigencia a los
sindicatos de que impulsen y organicen la autodefensa obrera. Es de
fundamental importancia frenar el desarrollo de las bandas que ya pasaron a la
acción contra los sectores más débiles de las masas explotadas como son los
inmigrantes, por lo que es parte del programa que tiene que levantar la
vanguardia del movimiento obrero en su lucha contra los capitalistas. Incluso,
allí donde existieran sectores de vanguardia independientes de las direcciones
sindicales reformistas ligadas al PASOK (Partido Socialdemócrata) y al KKE
(Partido Comunista) que hayan conquistado trincheras significativas en el
movimiento obrero, éstos deberían impulsar, -como parte de la lucha por el
desarrollo de organismos de autoorganización que expresen el frente único de
las masas en lucha y peleen por un programa común-, no sólo una línea
de exigencia a los sindicatos de la autodefensa sino una política para
organizarla, tratando de ligar los lugares de influencia conquistados en el
movimiento obrero a la organización de los sectores más atrasados de la clase
como son los inmigrantes para combatir los ataques de los fascistas que ya
están en curso.
Claro que la autodefensa como
consigna de agitación amplia sobre el movimiento obrero está directamente
ligada al desarrollo de la lucha de clases y la envergadura de los propios
ataques fascistas, como plantea Trotsky: "El proceso del cual
surgen los destacamentos obreros de autodefensa está inseparablemente ligado al
curso de la lucha de clases en cada país y refleja, por lo tanto, sus
inevitables avances y retrocesos, sus flujos y reflujos. La revolución no
estalla en una sociedad a través de un tranquilo proceso ininterrumpido sino a
través de una serie de convulsiones separadas por intervalos bien definidos, a
veces prolongados, durante los cuales se modifican tanto las relaciones
políticas que la idea misma de revolución parece perder toda conexión con la
realidad. Por eso la consigna de unidades de autodefensa encontrará eco
una vez, y en otra oportunidad sonará como una voz clamando en el desierto, y
luego, después de un tiempo, se popularizará nuevamente". (Trotsky,
Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939). Esto último es lo
que sucedió, por ejemplo, en la Francia del año '34, donde "como
consecuencia de la crisis económica en aumento, (...) la reacción salió
abiertamente a la ofensiva. Las organizaciones fascistas crecieron rápidamente.
Por otra parte, se hizo popular en las filas de la clase obrera la idea de la
autodefensa. Hasta el reformista Partido Socialista se vio obligado a formar en
París algo similar a un aparato de autodefensa." (Trotsky,
Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, 1939)
Como política, Trotsky planteaba,
polemizando contra el stalinismo que se negaba a levantar la consigna de
armamento obrero: "'Pero, el armamento de los obreros
no es oportuno más que en una situación revolucionaria que aún no existe'. Este
profundo argumento significa que los obreros deben dejarse golpear hasta que la
situación se vuelva revolucionaria. Los que ayer predicaban el 'tercer periodo'
no quieren ver lo que pasa ante sus ojos. La propia cuestión del armamento no
ha surgido prácticamente, más que porque la situación 'pacifica', normal,
democrática´ ha dejado el lugar a una situación agitada, crítica, inestable,
que puede tan fácilmente transformarse en una situación revolucionaria como
contrarrevolucionaria. Esa alternativa depende, ante todo, de esto: ¿Se dejarán
golpear los obreros de vanguardia, impunemente, sector por sector o, a cada
golpe responderán con dos golpes, elevando el coraje de los oprimidos y uniéndolos a su
alrededor? Una situación revolucionaria no cae del cielo. Se forma con la
participación activa de la clase revolucionaria y de su partido."
(Trotsky, ¿A Dónde va Francia?, 1934)
Si, como señalamos en el apartado
anterior, la situación griega no presenta la dinámica de derrumbe de la
democracia burguesa que caracterizó a la Francia de los años '30, signada por
el creciente enfrentamiento entre las bandas fascistas y las organizaciones del
proletariado y la izquierda; la enorme crisis económica y social que recorre al
continente en general y al país heleno en particular, donde las masas
protagonizaron 17 huelgas generales desde el comienzo de los planes de ajuste,
hace prever que es una dinámica que rápidamente puede cobrar la situación. Por
otra parte, en coyunturas profundamente dinámicas como la actual, donde la
histórica ofensiva capitalista puede desatar una perspectiva de ascenso
revolucionario para las masas griegas, impedir el avance de las bandas
fascistas es una tarea de importancia en el camino de fortalecer la relación de
fuerzas de la vanguardia proletaria y la alianza obrero-popular.
De profundizarse la lucha de
clases, y conforme la tendencia que hoy expresa incipientemente Amanecer Dorado
se generalice, estará planteado impulsar el mayor frente único obrero, pero no
en el terreno de los acuerdos parlamentarios para defender la
"democracia" sino el frente único obrero que prepare el combate
abierto contra los fascistas y fortalezca las posiciones del los
revolucionarios entre las masas. Así lo formulaba Trotsky en el año 1931 con
relación a Alemania -en donde el stalinismo, entregado a su política
ultraizquierdista de caracterizar a la socialdemocracia como fascista, se
negaba a un frente único con ésta para enfrentar al fascismo-: "El destino quiere que haya en el
comité central del partido comunista numerosos oportunistas aterrorizados. Han
oído decir que el oportunismo es el amor a los bloques. Es por lo que están
contra los bloques. No comprenden la diferencia que puede existir entre un
arreglo a nivel parlamentario y un acuerdo de combate, incluso el más modesto,
a propósito de una huelga o de la protección de los obreros tipógrafos contra
las bandas fascistas. Los acuerdos electorales, los regateos
parlamentarios concluidos entre el partido revolucionario y la socialdemocracia
suelen servir, por regla general, a la segunda. Un acuerdo práctico de cara a
acciones de masas, por objetivos de lucha, se hace siempre, en provecho del
partido revolucionario." (Trotsky, "Por un frente único obrero contra el fascismo", 1931)
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