Hace
unos años junto al amigo Jonatan Ros,
escribíamos acá y acá, en
polémica con Eduardo Sartelli, de Razón y Revolución, sobre la “eficiencia”
revolucionaria que este autor le otorgaba a los bolcheviques. Decíamos “concluir que lo que distingue a un revolucionario es la
eficiencia hay un paso grande que lleva a Sartelli a igualar a Lenin y Trotsky
con Mao, Castro y Ho Chi Min, ya que todos tomaron el poder (…) borra de un
plumazo la enorme lucha de tendencias que existió a lo largo del siglo XX, que
dividió y enfrentó a las distintas corrientes que se reivindicaban
revolucionarias.”
En estos días, leyendo
este libro del periodista español Rafael Poch-de-Feliu, que no se reivindica marxista ni de izquierda, me vino a la mente aquel debate. El libro contiene una riqueza descriptiva enorme que permita sondear en la China actual y, al mismo tiempo, pensar algunos aspectos de la "herencia maoísta".
Aquella discusión con Sartelli tuvo como un eje explicar los problemas que se derivaban
de la estrategia revolucionaria (o de la ausencia de ella) en los dirigentes de
la revolución china y cubana. Frente al eclecticismo de Sartelli, señalábamos
que, en condiciones de dominación mundial del capital imperialista, la lucha por
la revolución socialista no puede escindirse en esferas separadas. Precisamente
la Teoría de la revolución permanente, daba una unidad dialéctica al proceso de
la revolución socialista en su conjunto. Esta perspectiva era que la que estaba
negada en las estrategias de Mao y de los dirigentes del M-26.
En
ambos casos, esto se expresaba en la búsqueda de una alianza con sectores de la
burguesía nacional, liquidar las tendencias a la autoorganización en el
movimiento obrero y limitar la revolución al plano estrictamente nacional,
buscando les mejores condiciones de negociación con alas de la burguesía
imperialista.
Como
ya señalamos en esa nota, esta estrategia se vio “desbordada” por la misma
dinámica de la lucha de clases, donde la acción revolucionaria de las masas y
la presión contrarrevolucionaria del imperialismo y las burguesías locales,
empujó a estas direcciones más allá de sus objetivos iniciales.
Democracia soviética y construcción
socialista
Pero
como señalamos en ese entonces, la democracia soviética, ausente en la
estrategia maoísta, implicaba el freno del desarrollo de los elementos
socialistas al interior del estado obrero.
En
La Actualidad de China, el autor
señala que “la alianza de los poderes
locales con empresas para exprimir a los campesinos, monopolizando los mercados
o expropiando tierras de cultivo en aras del beneficio privado es un clásico en
China. El 20 de febrero de 2004, doscientos vecinos de la aldea de Dazhu (…)
estaban eligiendo a las autoridades cuando la policía irrumpió en el local, rompió
las urnas y dispersó a los congregados (…) en un distrito de la provincia de
Hubei, se rebeló que las autoridades de nivel superior habían destituido a 187
jefes de aldea legítimamente electos, y se estimaba que sólo en una quincena de
los 354 pueblos, las elecciones locales podían considerarse democráticas.” (págs.
135-136)
La
cuestión democrática está ligada indisolublemente a las necesidades del
desarrollo socialista. León Trotsky en La Revolución Traicionada, escribía
“El
papel progresista de la burocracia soviética coincide con el periodo dedicado a
introducir en la Unión Soviética los elementos más importantes de la técnica
capitalista (…) cuanto más lejos se vaya, más se tropezará con el problema de
la calidad, que escapa a la burocracia como una sombra (…) En la economía
nacionalizada, la calidad supone la democracia de los productores y de los
consumidores, la libertad de crítica y de iniciativa, cosas incompatibles con
el régimen totalitario del miedo, de la mentira y de la adulación (…) La
democracia soviética no es una reivindicación política abstracta o moral. Ha
llegado a ser un asunto de vida o muerte para el país”.
La ausencia de esta democracia de los
productores fue uno de los elementos centrales en los límites a la
planificación ejercida por la dirección maoísta. La burocracia,
lejos de aportar al desarrollo armónico del conjunto de las fuerzas productivas,
impulsó una modernización “desde arriba”, que tuvo consecuencias terribles para
el nivel de vida de las masas y preparó las condiciones para la restauración
capitalista.
Poch-de-Feliu
escribe que “Kueh
sugiere respecto al Gran Salto Adelante
que sin la estúpida política maoísta de reducir la superficie de cultivo
para dedicar las energías a producir más acero que Gran Bretaña, sin las
incautaciones de grano de 1959-1960 y sin el mantenimiento durante tres años de
esa mala política, que incluía mantener en secreto sus consecuencias, el
desastre no habría sido tan grave” (Pág. 167)
El
mismo autor señala antes que “En 1955 se
realiza la colectivización forzada; dos años después, la represión de los
intelectuales con el movimiento de las “cien flores”. A partir de otoño de 1957
se lanza el desastre del Gran Salto Adelante con entre veinte y treinta
millones de muertos entre 1959 1961, por una mezcla de errores políticos y
catástrofes naturales”
Otro
ejemplo, bajo los avances de la restauración capitalista, es el siguiente: “Casi todas las 699 grandes ciudades
chinas tienen proyectos de grandes “parques industriales” y “zonas de
desarrollo y negocios” cuyo único sentido es glorificar a las ciudades y a sus
funcionarios” dice el viceministro de construcción (…) de los seis mil parques
industriales construidos en los últimos siete años, la mitad eran
“innecesarios” dice Qiu. La mitad de estos innecesarios parques han sido
cerrados y los que no habían sido concluidos se han detenido hasta un examen de
su viabilidad” (Págs. 154-155)
La
planificación burocrática realizada desde arriba, lejos de permitir un
desarrollo lo más armonioso posible, implicó profundas crisis. Se produce un
proceso de “anarquización” dentro de la planificación, donde las tendencias de
los distintos sectores de la burocracia tienden a intentar hacer primar sus
propios intereses.
Precisamente,
contra esta tendencia a la “modernización” por fuera de las necesidades y las
decisiones de las masas, en La revolución
permanente, Trotsky advertía que “El
ritmo máximo, es decir, el mejor, el más ventajoso, es no sólo el que imprime
un rápido desarrollo a la industria y a la colectivización en un momento dado,
sino el que garantiza asimismo la consistencia necesaria del régimen social de
la dictadura proletaria, lo cual quiere decir, ante todo, el robustecimiento de
la alianza de los obreros y campesinos, preparando de este modo la posibilidad
de triunfos ulteriores”.
Choque de intereses burocráticos
Las
tensiones entre la burocracia central y las burocracias locales son un elemento
constante, presente desde hace décadas y reforzado en los últimos años. Perry
Anderson señala que “la planificación china siempre había sido
mucho más relajada que su modelo soviético. Mao había reconocido pronto la
imposibilidad de imponer las omnipresentes directivas del Gosplan en una
economía china mucho menos articulada, con tradiciones regionales mucho más
profundas e infraestructuras más pobres. Desde el principio, las autoridades provinciales
y municipales habían disfrutado de una autonomía mayor que la del sistema
soviético en cualquier momento de su historia. Deliberadamente, la Revolución Cultural
había debilitado aún más los poderes del centro, dejando a los gobiernos
locales más espacio para iniciativas”
En
el libro de Poch-de-Feliu puede verse como estas tensiones regionales, se
sostienen en los marcos de los avances de la restauración capitalista: “En mayo de 2005, una directiva de Pekín
instó a las provincias a solucionar in situ las quejas de la población para
evitar la avalancha de pleitos que se acumulan en la capital (…) En respuesta,
17 provincias replicaron con una carta colectiva de sus respectivos
departamentos de propaganda pidiendo al gobierno central que pusiera en cintura
las denuncias de la prensa, responsable, decían, de echar leña al fuego con sus
esporádicos informes sobre injusticias” (pág. 323)
En
la segunda parte de este post abordaremos la relación entre la dirección
política del proceso de la revolución china y sus consecuencias en la consolidación
de una burocracia que preparó el camino a una “restauración lenta del
capitalismo” y como muchas de las contradicciones de ese proceso se mantienen
abiertas.
Precisamente la Teoría de la revolución permanente, formulada por Trotsky, así como la estrategia de la revolución política como expresión de esa teoría ofrecía el único camino alternativo para evitar esta degeneración y la caída de los estados obreros.
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