Por Paula Schaller
En una
charla-debate organizada recientemente en la Facultad de Filosofía y
Humanidades, el decano ultra-kirchnerista Tatián, visiblemente incómodo
por las interpelaciones de Fernando Aiziczon, se despachó con un recurso más
propio del arsenal ideológico de la derecha mestrista o macrista que de los
pretendidos "nac & pop" (que, después de todo, para diferenciarse
todavía tienen que cuidar las "formas progres"): la cita al nefasto
Libro Negro del Comunismo.
Este pasquín de propaganda contrarrevolucionaria vio
la luz allá por el año 97, en plena restauración burguesa, como parte de una
operación ideológica de demonización de la Revolución Rusa que por entonces
cumplía su 80° aniversario. Lo alentaron los medios más reaccionarios de la
Francia imperialista que, cuando se empezaban a expresar las primeras
respuestas de las masas a la ofensiva burguesa (la huelga general de los
trabajadores estatales franceses en el 95, las "guerras obreras" en
Corea del Sur en el 96, el alzamiento obrero y campesino en Ecuador, las
puebladas contra el menemismo en Argentina), pretendían borrar de su
imaginación política el horizonte de la revolución recurriendo a una campaña de
"terror sensacionalista" que, lejos de todo rigor analítico,
consistió en igualar la lucha por el comunismo a una masacre sin precedentes en
la historia de la humanidad. El "comunismo" fue identificado con el
asesinato masivo de más de 100 millones de personas, más que la cantidad global
de muertos ocasionados por las dos guerras mundiales imperialistas juntas, y
transformado en una monstruosidad especular al nazismo, aunque a escala
ampliada. Una especie de versión degradada de la teoría del derechista Ernest
Nolte (con su conocida obra La guerra civil europea. 1914-1945. Bolchevismo
y nacionalsocialismo), pero llevada al paroxismo: la concepción leninista
de la revolución fue señalada como la responsable de los muertos a manos del
imperialismo yanki en las guerras de Corea y Vietnam. (!!)
Una vez más (y
van...): contra las falsificaciones históricas
Ya que Tatián
trae a colación los peores argumentos de la reacción ideológica neoliberal, nos
obliga una vez más a volver sobre tamañas falsificaciones históricas: el
stalinismo no fue la continuación del bolchevismo sino su negación
contrarrevolucionaria. Ni las matanzas stalinistas en la URSS (en las que,
pareciera necesario aclarar, fueron físicamente exterminados gran parte de los
bolcheviques de la vieja guardia y los oposicionistas -trotskystas-), ni los
regímenes de partido único y ausencia de organismos democráticos de poder
de las masas como los soviets (China, Cuba, Yugoslavia, Vietnam) fueron una
continuidad de la perspectiva leninista/trotskysta sino su negación
estratégica: aunque expropiaron a la burguesía, precisamente por no contar con
organismos de tipo soviéticos ni estar encabezados por direcciones proletarias
que impulsaran la revolución a escala internacional, estos regímenes nacieron burocratizados,
por lo que muy lejos estuvieron de implicar la liberación de las masas del
"reino de la necesidad" (y terminaron, salvo en el caso de Cuba, en
el abierto paso de la burocracia al campo de la restauración capitalista).
Hacer una igualación
entre la lucha de los explotados del mundo y los regímenes de tipo
"stalinista" que hablaron en nombre del comunismo, en el intento de
desprestigiar toda perspectiva de lucha emancipatoria, es una operación
más digna de los fukuyamas que allá por los 90 expresaban el triunfalismo
burgués con la teoría del fin de la historia, que de aquellos que hoy se
reivindican garantes del "retorno de la política" y se declaran
enemigos fervorosos de la herencia noventista.
De operaciones
ideológicas ayer y hoy
Pero todo esto
Tatián lo sabe, o al menos debería saberlo. Sucede que como intelectual
oficialista intenta defenestrar la perspectiva de la izquierda porque
tiene la complicada tarea ideológica y política de ensalzar la democracia
burguesa como único horizonte posible y convencernos de que "a la
izquierda del kirchnerismo está la pared". Algo por lo menos difícil en un
país donde, como se analiza acá existe una creciente tendencia a la emergencia política de la izquierda
trotskysta, que desde hace años viene interviniendo como actor en la lucha de
clases (Zanón y Brukman, el movimiento piquetero, la organización de sectores
clasistas dentro del llamado sindicalismo de base) y que, en particular desde el
año pasado, viene consolidándose como actor político en el escenario nacional
alrededor de la existencia del Frente de Izquierda y los Trabajadores.
Una izquierda
obrera y socialista que interpela (y combate) al kirchnerismo por izquierda,
que lo deja incómodo ante sus imposturas, acostumbrado como está a elegir más
convenientes "enemigos" (más retóricos que reales, hay que reconocer)
para el "modelo" como "Clarín", los
"ruralistas", los "monopolios", en un intento de darle algo
de "mística" a un gobierno aliado de la burocracia sindical y lo más
rancio del pejotismo que mantuvo lo esencial de la herencia noventista. Lo que
sí, sorprende que hasta en el terreno de las "formas", (en general,
el "arte" que más dominan), los intelectuales K se muestren tan poco
cuidadosos, y se despachen sin más abrevando en las más grotescas
fuentes del arsenal macartista neoliberal. En momentos de crisis
capitalista, con un gobierno que se prepara para frenar toda expectativa de los
trabajadores y las masas de obtener más conquistas mediante la lucha (y, si es necesario,
a atacar directamente), la virulencia anti-izquierda pareciera ser un discurso
más acorde a las necesidades políticas.
Mutis por el
foro
Poco se puede
decir de aquellos que deciden no decir nada. O, más bien, que en su silencio lo
dicen todo. Los compañeros de Gualicho (de la llamada izquierda independiente),
en un charla organizada por ellos mismos, decidieron ser sujetos pasivos de
todo debate político. Ni una sola palabra sobre el gobierno, ni sobre las
tareas del movimiento estudiantil, sobre el movimiento obrero, sobre cómo
organizarnos. Ni Ogando, (dirigente de La Mella), que integraba la mesa como
panelista en representación de la izquierda independiente, ni los propios
militantes de Gualicho, dijeron una sola palabra ante el debate planteado, ni
aún cuando Tatián se despachaba con barbaridades macartistas como la que
citamos arriba. Pero su silencio en un panel de debate no es casualidad, es la
expresión de su silencio de todos los días ante los principales fenómenos
políticos que atraviesan el país y la provincia, de su rotunda negativa a
organizar al movimiento estudiantil alrededor de una perspectiva que, para
ser verdaderamente de "independencia política", primero tiene que
delimitarse claramente de las variantes patronales.
Su silencio es su negativa
a posicionarse claramente frente al kirchnerismo, del que nunca dicen
nada. Resulta al menos extraño que organizaciones que nos hablan de la
"construcción del poder popular desde abajo" no tengan nada que decir
frente a un gobierno aliado de las mafias sindicales que asesinaron a Mariano
Ferreyra, que mantiene al 40 % de los trabajadores precarizados y sin derechos,
que gobierna con lo más rancio del PJ y sus señores feudales de las provincias
(como Insfrán en Formosa, responsable del asesinato de los Quom que luchaban
por sus tierras), que abarrotó de Gendarmes las barriadas pobres, y una larga
lista de etc.
Extraño
"poder popular" que pareciera pretender construirse haciendo
abstracción de los "poderes reales" que tenemos que
prepararnos para enfrentar, mostrando que a la izquierda del kirchnerismo
no hay ninguna "pared muda": somos miles, hombres y mujeres, los que
todos los días nos organizamos en facultades, fábricas, escuelas, lugares de
trabajo, barrios, con la perspectiva de construir la poderosa herramienta que
nos permita vencer.
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