Germán
Sabena
Actualmente (casi) todos estamos al tanto, a través de
la tv o de las redes sociales, de los acontecimientos en Medio Oriente y de la
masacre que sufre el pueblo de Palestina. Muchas veces se tiende a naturalizar
el accionar del Estado israelí y su existencia como país gendarme en la región.
Cabe repreguntarse entonces ¿cómo surgió la idea de aquel Estado? O más bien ¿en
el marco de qué proceso histórico y político se gestó la creación de un estado
genocida que se mantiene desde hace medio siglo?
Estas
líneas se desprenden de una investigación elaborada en el marco de la cátedra
Historia del Mundo Actual de la UNRC y donde se pretende abordar la temática
desde el contexto histórico en el que surgió el proyecto de la creación de un Estado
judío en territorio árabe. Momento por el cual se comenzaba a vislumbrar el
desenlace de las contradicciones propias de la sociedad europea capitalista de
finales del siglo XIX y que luego de las dos grandes Guerras Mundiales, dio
inicio a la ocupación formal del territorio de palestino y la implantación del
Estado de Israel. Que en la actualidad continúa en el proceso de expansión y consolidación
y que resulta, a
mi entender, un posible ejemplo de acumulación
mediante desposesión[1] que ha llevado adelante el
genocida Estado Sionista.
El
sionismo[2] en el contexto del capitalismo
en su fase imperialista
Al
hablar de Sionismo nos referimos al movimiento nacionalista judío surgido en
Europa a finales del siglo XIX, cuya figura principal fue el periodista judío
de origen húngaro Theodor Herzl, en cuyo libro "El Estado judío", editado por primera vez en 1896, se
aglomeran las ideas principales de este movimiento y donde el autor intenta
explicar el fracaso del asimilacionismo, creando el telón de fondo para
justificar la ocupación de los territorios palestinos: “El problema judío existe dondequiera que vivan los judíos en número
apreciable. Donde no existe, es introducido por los judíos inmigrantes. Nos
dirigimos, naturalmente, hacia donde no nos persiguen; nuestra aparición
provoca las persecuciones. Esto es cierto, y lo seguirá siendo en todas partes
hasta que el problema judío no sea resuelto políticamente. (…) Nadie es lo
bastante fuerte o lo bastante rico como para transportar un pueblo de una
residencia a otra. Esto puede hacerlo solamente una idea. La idea de un Estado
posee tal poder. Los judíos no han cesado de soñar, a través de toda la noche
de su historia, este sueño real: “¡El año que viene en Jerusalem!” Es nuestra
antigua frase. Se trata, pues, de mostrar que el sueño puede transformarse en
un pensamiento rutilante.”[3]
Por otra parte intenta justificar por qué Palestina y no otro lugar, donde además deja al descubierto el racismo hacia la población nativa de Palestina y árabe en general, imaginada además como peligrosa barbarie: “¿Cuál elegir: Palestina o Argentina? (…) La Argentina es, por naturaleza, uno de los países más ricos de la tierra, de superficie inmensa, población escasa y clima moderado. La República Argentina tendría el mayor interés en cedernos una parte de su territorio. La actual infiltración de los judíos los ha disgustado, naturalmente; habría que explicar a la Argentina la diferencia radical de la nueva emigración judía (…) Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. Su solo nombre sería, para nuestro pueblo, un llamado poderosamente conmovedor. Si S.M. el Sultán nos diera Palestina, podríamos comprometernos a regularizar las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí un baluarte contra el Asia; estaríamos al servicio de los puestos de avanzada de la cultura contra la barbarie. En tanto que Estado neutral, mantendríamos relación con toda Europa, que tendría que garantizar nuestra existencia. Respecto a los Santos Lugares de la cristiandad, se podría encontrar una forma de autonomía, aislarlos del territorio, de acuerdo al derecho internacional. Formaríamos la guardia de honor alrededor de los Santos Lugares, asegurando con nuestra existencia el cumplimiento de este deber. “[4]
La
política de Theodor y sus sucesores fue la de aprovecharse del proceso de
expansión colonial imperialista para ocupar progresivamente toda Palestina.
Para ello, precisaban que alguna potencia imperialista se comprometiera con la
causa sionista. Así, su actividad principal fueron las gestiones ante las
diversas potencias europeas, buscando insertar el sionismo como parte de su
política colonial. Ese apoyo vino, en primer lugar, de Inglaterra que tenía
claras pretensiones imperialistas en la región. Las gestiones de Herzl en
Londres fueron bien recibidas, pero Palestina estaba en manos de Turquía. Otro
problema fue que el sionismo no era muy fuerte entre las masas judías. Los que
emigraban lo hacían masivamente para América y muy pocos iban a Palestina. Y
una buena parte de los que quedaban estaban bajo la influencia de los partidos
de izquierda.
Con el
fin de la Primera Guerra Mundial, llegó la hora del reparto de los territorios
que estaban en manos turcas. Para esto Inglaterra se sirvió del movimiento
nacional árabe que había alimentado. Y por otro lado, firma un acuerdo con
Francia, de reparto de la zona, además de firmar la llamada Declaración Balfour
del 2 de noviembre del año 1917, que fue conocida como la "boda"
entre el sionismo y el imperialismo anglosajón. Así pues, podemos observar que Theodor Herzl intentó ubicar al nuevo
Estado como garante de los intereses de la potencia imperialista en la región: “No hay que imaginar la emigración de los judíos en forma repentina.
Será gradual y durarán varios decenios. En primer lugar, irán los pobres y
harán cultivable la tierra; construirán carreteras, puentes, ferrocarriles,
erigirán telégrafos, regularán el curso de los ríos y se construirán, ellos
mismos, sus viviendas de acuerdo con un plan preestablecido. Su trabajo hará
surgir el comercio; el comercio los mercados; los mercados atraerán a nuevos
colonos, puesto que todos vendrán espontáneamente, por propia cuenta y riesgo.
El trabajo que invertimos en la tierra hará subir su valor”[5]
De esta manera, queda
al descubierto que la estrategia planteada por Herzl y el naciente sionismo de
la época, cotejan desde un principio la toma gradual de la tierra y la
paulatina inmigración de judíos europeos, lo que deja en evidencia que la gran
avanzada y la consolidación del pueblo judío en los territorios árabes ya se
encontraba en el imaginario de los nacionalistas sionistas desde mucho antes de
la creación de su Estado.
Por otra parte, resulta importante destacar
la reflexión de otro europeo de origen judío, que estudia la temática desde una
perspectiva marxista. Nos referimos Abraham León[6] que en su libro “Concepción
materialista de la cuestión judía” editado por primera vez en el año 1941, realiza un impecable análisis
sobre el nacimiento del movimiento sionista en relación con el contexto
histórico de la Europa moderna: “El rápido desarrollo capitalista de la
economía rusa después de la reforma de 1863 hizo que la situación de las masas
judías en las ciudades pequeñas se insostenible. En Occidente, las clases
medias, destrozadas por la concentración capitalista, comenzaron a volverse
contra el elemento judío cuya competencia agravaba su situación. En Rusia, la
asociación de los "Amantes de Sión" fue fundada (…) En Francia, el
barón de Rothschild, junto con otros magnates judíos, se oponía a la llegada en
masa de inmigrantes judíos a los países occidentales y comenzó a apoyar la
colonización judía de Palestina. Para ayudar a "sus hermanos
desafortunados" para volver a la tierra de sus "antepasados", es
decir, lo más lejos posible, nada de desagradable para la burguesía judía de
Occidente, que con razón temían el surgimiento de la lucha contra el
antisemitismo(…) Desde sus inicios, el sionismo aparece como una reacción de la
pequeña burguesía judía (que sigue siendo el núcleo del judaísmo), afectados
por la creciente ola de anti-semita, expulsado de un país a otro, y se
esfuerzan por alcanzar la Tierra Prometida, donde podría encontrar un refugio
de las tempestades que sacude al mundo moderno.”[7] Como bien explica éste autor la insoportable situación de las masas judías de las pequeñas ciudades de la Europa occidental, donde las clases
medias trituradas por la concentración capitalista, comenzaron a volverse contra los judíos,
cuya competencia agravaba su situación,
creó el telón de fondo del sionismo,
que surgía como el programa de
un sector de la pequeña burguesía judía y que fue oportunamente aprovechado por la burguesía imperialista
inglesa para posicionarse en la región.
Continuando con el
análisis de Abraham, entendemos que el sionismo ha intentado justificar su
existencia asentándose en una explicación
histórico-religiosa, ya que durante el año 70 después de Cristo, los judíos
fueron expulsados de Jerusalén y ocupada por los romanos. En la Biblia
Jerusalén era considerada la patria de los judíos y ellos habrían sido
expulsados, provocando la famosa Diáspora que termino por diseminar a los
judíos por todo el mundo.
"Mientras que el sionismo es,
realmente, producto de la última fase del capitalismo, o sea, del capitalismo
que comienza a descomponerse, se vanagloria de tener su origen en un pasado más
que milenario. Y si bien el sionismo es esencialmente una reacción contra la
crisis del judaísmo generada por la combinación del desmoronamiento del
feudalismo con la decadencia del capitalismo, afirma ser una reacción contra la
situación existente desde la caída de Jerusalén, en el año 70 de la era
cristiana"[8]En
este sentido, León refuta las interpretaciones idealistas de la historia del
pueblo judío: mientras no hubo intereses económico-sociales reales para el
retorno a Sión, ningún judío se planteó la tarea de volver a la supuesta
"patria histórica", como sí ocurrió con el sionismo a partir de
finales del siglo XIX.
Por
otra parte no debemos dejar de destacar la relación del sionismo naciente y su
relación con los demás nacionalismo europeos de la época, para lo cual este
autor agrega:
“Los
defensores del sionismo lo comparan con los demás movimientos nacionales. Pero
el movimiento nacional de la burguesía europea es consecuencia del desarrollo
capitalista; reflejo la voluntad de la burguesía de crear las bases nacionales
de la producción, de abolir los resquicios feudales. Pero en el siglo XIX,
época de florecimiento de los nacionalismos, la burguesía judía, lejos de ser
sionista, era profundamente asimilacionista. El proceso económico que hace
surgir las naciones modernas lanzaba las bases para la integración de la
burguesía judía en la nación burguesa. Sólo cuando el proceso de formación de
las naciones llega a su fin, cuando las fuerzas productivas dejan de crecer,
constreñidas por las fronteras nacionales, surge el proceso de expulsión de los
judíos de la sociedad capitalista y el moderno antisemitismo. La eliminación
del judaísmo acompaña la decadencia del capitalismo. Lejos de ser un producto
del desarrollo de las fuerzas productivas, el sionismo es justamente la
consecuencia de la total parálisis de ese desarrollo, de la petrificación del
capitalismo”[9]
Queda
claro entonces, que mientras el movimiento nacional europeo resulta ser un
producto del período ascendente del capitalismo, por su parte, el sionismo no
es más que un fruto de la era imperialista. La gran tragedia judía del siglo XX
es una consecuencia directa de la decadencia del capitalismo. Justamente
aquí encontramos el principal impedimento para la causa del sionismo y la
puerta para comenzar a entender la compleja problemática que se vive en
Palestina desde la fundación del Estado sionista de Israel. La decadencia
capitalista, base de la existencia y crecimiento del sionismo, es también la
causa de la imposibilidad de su realización pacífica.
Tanto el proyecto sionista y su proceso de
consolidación, nuevos avances, expulsión de habitantes, deportación de
comunidades árabes y genocidio palestino que ha significado el desenlace de la
historia del Estado sionista de Israel, pueden considerarse en el marco de un
constante proceso de acumulación capitalista por desposesión y que es verdad
que no hay que dejar de lado el concepto de acumulación por explotación, en
este proceso histórico particular adquiere una importancia algo más relevante.
A modo de reflexión.
El sionismo desde su aparición en la última década del
siglo XIX, pasando por la década de los años 60 del siglo XX, hasta la
actualidad, resulta ser un claro proyecto del imperialismo. Proyecto exitoso,
ya que el Estado israelí logró consolidarse como potencia bélica y económica,
en una de las regiones más codiciadas por su ubicación estratégica. Apoyado en
un primer momento por la potencia imperialista inglesa y luego por la potencia
imperialista norteamericana. Un proyecto que, mediante la desposesión,
significó el afianzamiento de las fronteras con la parcialidad árabe, la
obtención de recursos naturales y sistemático exterminio de la población
palestina.
En fin, cabe por preguntarse si ¿es
posible alguna solución que coteje las pretensiones de los palestinos? ¿Si es
posible que el Estado sionista devuelva los territorios ocupados sin un
desenlace bélico? Pues bien, sin tratar de ser pesimistas y observando el
proceso histórico hasta la actualidad, no queda más que esperar la continuidad
de la violencia y la guerra.
[1] Se propone aplicar el concepto “Acumulación por desposesión” del
geógrafo y urbanista norteamericano David Harvey para explicar el accionar del
Estado judío de Israel, en cuanto a su política expansionista en dicho periodo.
Este concepto despierta un interesante debate en lo que refiere a su aplicación
en el proceso histórico de la consolidación del “neoliberalismo” que se puede
consultar aquí. Propongo repensar el concepto para el periodo y el caso histórico en
cuestión.
[2] Tzion, en hebreo, es el nombre de un monte en Jerusalén. En la Biblia,
ese nombre era usado tanto para designar la Tierra de Israel como "su
capital nacional y espiritual", Jerusalén. A lo largo de toda la historia
judía, Sión fue sinónimo de Israel, y la expresión "retorno a Sión"
la bandera del movimiento sionista. El Congreso fundacional de la Organización
Sionista se realizó en Basilea en el año 1897.
[3] HERZL Theodor. (2004) “El Estado Judío” Buenos Aires, Argentina.
Organización Sionista Argentina / Fundación Alianza Cultural Hebrea Pág. 34.
[4] Ib. Ídem. 2004: Pág. 46.
[5] Ib. Ídem. 2004: pág. 60.
[6] Abraham León nació en Varsovia en el año 1918. Durante su juventud formo parte de
la Hashomer Hatzair, ala izquierdista del movimiento
juvenil sionista.
En 1940, luego del comienzo de la Segunda
Guerra, León rechazó el sionismo y se convirtió en trotskista; desde ese
momento fue miembro del a sección belga de la Cuarta Internacional, liderando la lucha
contra la ocupación nazi
y el militarismo
de Winston Churchill. Fue asesinado en el campo de
concentración de Auschwitz por las tropas nazis durante el crudo invierno de 1944.
[7] León, Abraham (1975) “Concepción materialista de la cuestión judía” El yunque. Buenos Aires. Pág. 24
[8] Ib. Ídem pág. 32
[9] Ib. Ídem pág. 36
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