Eduardo Castilla
Hace pocas horas terminó la incertidumbre
que reinaba en la principal potencia del mundo. Muchos dicen respirar
aliviados. Entre ellos se encuentran la mayoría de los países de la UE
y China
que consideran favorable la victoria del ala moderada dentro de la burguesía
imperialista de EEUU, frente al ala más declaradamente “americanista”, aunque
en el fondo, como bien se ilustra acá,
haya pocas diferencias entre ambas.
En el interior del gran país del norte
millones de latinos festejan que no ganó el multimillonario al cual el 47% de
los estadounidenses no le importan. El huracán Sandy pasó hace apenas una
semana y, según muchos analistas, ayudó al triunfo de Obama. Pero no todo es
alegría. El 7,5% de desocupación actual puede volver a elevarse y golpear a
millones. El problema de la vivienda sigue siendo una crisis social
profunda. A pesar del triunfo, la luz al
final del túnel, más que la esperanza, es la locomotora de la crisis internacional
que sigue avanzando sobre la tierra donde Obama acaba de ser reelegido. Acá algunos
apuntes sobre la elección y las perspectivas abiertas.
Rommey,
el enemigo de los latinos y los pobres
Un elemento central en el triunfo de Obama
estuvo dado por el voto de latinos y jóvenes. Como dice este
diario español “Romney venció anoche por
18 puntos entre los blancos y entre los jubilados. Pero perdió por goleada
entre los jóvenes y entre las minorías, que se engancharon a la política con
Obama hace cuatro años y que esta vez volvieron a votar por él. El resultado confirma
que los republicanos se enfrentan a una trampa demográfica de la que tienen que
liberarse cuanto antes si no quieren permanecer varios años apartados del
poder. Ningún conservador logrará llegar a la Casa Blanca si no suaviza la
retórica contra los hispanos”
El voto hispano se inclinó masivamente hacia
el candidato demócrata. Según algunas encuestas, entre el 71 y el 75% de los votos
de ese origen fueron a Obama y entre los jóvenes de entre 18 y 29 años, esa
votación fue la mayor. Y este es un dato central porque “Se calcula que 12,2 millones de hispanos
podrían haber acudido a las urnas el martes, según datos de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos
Electos y Designados con sede en Washington, lo que representa un
aumento del 26% en comparación con los 9,7 millones que lo hicieron en las
elecciones presidenciales de 2008” (ver acá).
Ese voto latino tuvo importancia fundamental en estados como Ohio que estaban
en el centro de la disputa. Avanzó
“recortando incluso las distancias en feudos
tradicionalmente republicanos como en la comunidad cubana del sur de Florida”.
A esto hay que agregar, por
lo menos, tres razones más. Por un lado
“El Huracán Sandy ayudó a Obama de otra manera. Le
permitió mostrar su capacidad para liderar en crisis de una manera muy
contundente y puso en evidencia su capacidad para trabajar con criterio
bipartidista. Según una encuesta a boca de urnas, 15% dijo que ello fue un
factor en su decisión de votar por Obama”. La
actitud de “líder nacional” durante el huracán le permitió a Obama lograr la felicitación
del gobernador del estado de New York, un republicano que había sido
terriblemente crítico en los meses previos.
Por otro lado, Rommey era realmente un mal candidato. Tanto por
su origen social como por las brutalidades que evidenció a lo largo de la
campaña, le permitió a Obama mostrarlo como el candidato rico al que no le
importa la población y sus problemas. El ejemplo paradigmático de esto se
mostró cuando fue filmado en secreto y apareció
despreciando al 47% que no pagaba impuestos a la renta.
El tercer elemento es el
peso de la “herencia recibida”. La cronista de Clarín en EEUU apunta sobre
Obama “Durante su presidencia, tres millones de
estadounidenses más quedaron sin trabajo. El déficit presupuestario aumentó
4.000 millones de dólares. El dólar como moneda de reserva en el mundo fue
cuestionado. La pobreza y la desigualdad fueron en aumento” y al mismo tiempo señala que “Una
encuesta de la agencia AP indicó ayer que el 60% de los norteamericanos culpa a
George Bush por los problemas económicos que padecen”.
Millones se hicieron eco del pedido de “esperanza”
de Obama y de continuidad para terminar lo que no había podido hacer. El enorme
fracaso de la presidencia Bush, tanto a nivel nacional como mundial, tuvo un
peso importante a la hora de darle otra oportunidad a Obama. Como sostiene
el columnista de NYT, Thomas Friedman “La
mayoría parecía estar diciendo a Obama: "No lo entendí muy bien la primera
vez, pero vamos a darle una segunda oportunidad." Se trata entonces de
un voto “Esperanza y cambio: Part 2” señala
el periodista.
“Precipicio fiscal” y crisis políticas anunciadas
El triunfo presidencial
no alteró el esquema de poder anterior, ya que los republicanos mantuvieron el
control de la cámara baja. Esto quiere decir que el presidente demócrata está
obligado a negociar en el futuro para llevar adelante su gestión, que no
precisamente es un camino de rosas.
Según se señala acá
y acá,
lo que se asoma en el futuro inmediato es impedir el “precipicio fiscal”, es
decir la negociación para evitar llevar adelante o moderar los duros recortes por
600.000 millones de dólares que implica el final de la prórroga
de exenciones fiscales para la mayoría de estadounidenses. Ese programa fue el
resultado de un compromiso inestable entre demócratas y republicanos, en un
congreso controlado por los segundos.
Precisamente, este sigue siendo
uno de los talones de Aquiles de la administración Obama, lo que implica un
límite enorme a las “esperanzas” reseñadas por Friedman. Si bien, desde las
elecciones del 2008 Obama perdió sólo dos estados (Indiana y Carolina del
Norte), como señala el NYT
“Su margen en el Colegio Electoral fue más
fuerte, pero incluso si gana Florida, que se mantuvo muy reñida, será el primer
presidente desde Franklin D. Roosevelt en ganar un segundo mandato con un menor
número de votos electorales que su primera elección, lo que sugiere la
estrechamiento de su coalición”. El mismo diario cita el jefe de la bancada
republicana, quién afirmó que "El
pueblo estadounidense reelegido el presidente y ha reelegido nuestra mayoría en
la Cámara" (…) Si hay un mandato, es un mandato para las dos partes a
encontrar un terreno común y tomar medidas en conjunto para ayudar a nuestra
economía a crecer y crear empleo".
Este “empate” en el régimen
político es que el plantea que están abiertas todas las tendencias a una mayor
lucha entre ambos partidos a futuro, lo que implica crisis políticas como la
que vimos en estos años. Obama, en su discurso post triunfo, ha querido mostrarse
por sobre los partidos, llamando al trabajo en común para solucionar el
problema fiscal y el conjunto de los problemas de las masas. Está obligado a
hacerlo. Así lo afirma el Financial
Times “Obama hará un nuevo
esfuerzo bipartidista para atraer a un Partido Republicano que le causó mucho daño
en su primer mandato. En la parte superior de su lista figuran la reducción del
déficit y la reforma fiscal- ambos temas diseñados para atraer a una
inclinación más pragmática al Partido Republicano”.
Polarización social y fenómenos en los extremos
Pero la tendencia al
esfuerzo bipartidista, que tiene su raíz en la división política y en la necesidad
de avanzar en la crisis fiscal, tiene su límite en la profunda polarización
política y social, que es la que se ha expresado en el voto. En la nota que reseñamos más arriba de Friedman se encuentra un
elemento central de la misma. El analista señala que “El Partido Republicano ha perdido dos elecciones presidenciales
consecutivas porque obligó a su candidato a correrse tan lejos a la derecha
para pasar las primarias, dominado por su base ultraconservadora, que luego no
pudo acercarse lo suficiente al centro para avanzar en la elección nacional (…)
tienen que tener su propia reforma. La centro-derecha tiene que aclarar
las cosas con la extrema-derecha, o va a ser un partido de minoría durante
mucho tiempo”.
Otro ejemplo de estos problemas de Rommey, se
señala aquí:
“su peor adversario no fue el presidente sino el fuego
amigo de un partido republicano escorado en unas posiciones demasiado
conservadoras en asuntos como los anticonceptivos, el aborto o la inmigración.
Tampoco fueron una ayuda para el candidato las posiciones maximalistas del Tea
Party en asuntos fiscales, que le obligaron a trazar un programa incoherente
que proponía el imposible de reducir el déficit sin subir los impuestos ni
rebajar el gasto militar”.
Aquí se ha
señalado que “En
Estados Unidos, la polarización política y la crisis del bipartidismo se
expresó primero por derecha en la emergencia del Tea Party y luego por
izquierda en el surgimiento del movimiento Occupy Wall Street que (…) puso de
relieve con su consigna del “99% contra el 1%” un cierto avance ideológico con
respecto a su antecesor más inmediato, el movimiento “no global”, al ubicar en
el centro del conflicto el enfrentamiento a los ricos, aunque sin que esto
signifique haber adoptado una perspectiva claramente anticapitalista, y muchos
terminen votando por Obama como mal menor”.
Seguramente una parte
importante de esta subjetividad ha sido un componente del voto a Obama.
Precisamente aquí radica otra contradicción. El voto al “mal menor” frente a
Rommey, está cruzado por la necesidad del mismo estado norteamericano de poner
límites a los problemas fiscales, ante la crisis capitalista en curso, lo que
implica profundizar los recortes a las prestaciones sociales. Los ritmos y la profundidad
de los mismos seguramente estarán determinados por el nivel de tensión y los
choques entre ambos partidos. Esta parece ser la tarea central a enfrentar, con
todas las contradicciones antes señaladas. En este marco, las “esperanzas”
pueden tender a desvanecerse más o menos pronto, dando lugar a nuevos fenómenos
políticos de todo tipo.
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