Eduardo Castilla
Hace tres días, por segunda vez en menos de un mes, los intelectuales de Carta Abierta pedían disculpas por un “exabrupto” contra Scioli. Hoy con Zanini vice, apoyan absolutamente. Decadencia inocultable de la intelectualidad que se autodenominó “crítica”.
Por estos días, la llamada
intelectualidad “crítica” volvió a demostrar su poca capacidad de,
precisamente, crítica. Hace unos 7 años, cuando salió la Carta Abierta n°1, los
intelectuales que la conformaron, junto al apoyo al gobierno frente a las
patronales del campo, expresaron sus reservas sobre el “proyecto”.
Ahora, en la etapa de la
consumación de la moderación kirchnerista, que termina en la candidatura
presidencial de Scioli, la obsecuencia se convierte en el valor más cotizado.
En una suerte de “camporización” de estos intelectuales, Ricardo Forster,
afirma apoyar
“absolutamente” a Scioli.
Hace pocos días, el “escarmiento”
tronó sobre Eduardo Jozami, quien cometió el “error” de decir que si Scioli era
presidente y Máximo su vice, esperaría la renuncia del actual motonauta. También
en esas horas, Horacio González hizo malabares en una entrevista en La Nación,
para no decir nada sobre el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Las volteretas y los giros
lingüísticos de los intelectuales kirchneristas no logran justificar lo injustificable.
En última instancia, desde hace un tiempo, todos se preparan para votar a
Scioli como mal menor en octubre.
Seguramente, cuando esto ocurra, asistiremos
a una conversión general al “Revisionismo histórico”. Norberto Galasso, firmante
de la primera Carta Abierta e historiador que se ubica en esa corriente, ya lo
está haciendo con relación a la historia de Néstor y Cristina. En el libro Kirchnerismo, el proyecto que transformó el
país (Colihue, 2015) escribe que “a mediados de la década del 90’, Néstor
encuentra dificultades para desarrollar su estrategia política. Si al principio
del gobierno de Menem era posible justificar algunas políticas en el orden
nacional, en tanto había logrado detener la inflación, lo cual había hecho posible el mantenimiento el apoyo
popular, ahora ya resultada evidente que se implementaba una política del más
crudo neoliberalismo” (p.28).
Así, gracias a Galasso y su
versión de la historia venimos a enterarnos que las privatizaciones y el
despido de miles de trabajadores estatales no tuvieron nada que ver con el
neoliberalismo y ese período recién “empezó” a mediados de los 90” (cuando
Néstor se dio cuenta). Posiblemente, pronto, veamos aparecer las versiones
“revisionistas” del pasado de Scioli.
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