Eduardo Castilla
Las recientes afirmaciones
de CFK contra la “intransigencia” del SiTraC-SiTraM son, en gran parte, uno más
de los exabruptos que tienen como objetivo atacar la resistencia del movimiento
obrero frente a los planes de ajuste que lanzan conjuntamente el gobierno y las
patronales.
No es casual la referencia a un sindicato que ocupó el espectro de
la extrema izquierda en la historia de los 70’ como una suerte de “hecho
maldito” -opuesto a las tradición más “racional” de Tosco, Salamanca y Atilio
López- en el marco del creciente peso que toma la relación entre la izquierda
trotskista y franjas importantes del movimiento obrero como se vio en el paro
nacional del 10A y, especialmente, en el piquete de la Panamericana, donde el
PTS tuvo un protagonismo importante.
Este conjunto de elementos, por sí mismos, justificaban volver
sobre la tradición del clasismo de los sindicatos de Fiat. Pero a esto debe
agregarse un hecho no menor que es el mismo debate al interior de la izquierda
trotskista que influencia sobre la vanguardia obrera acerca de qué es el
clasismo y como se puede avanzar en el desarrollo de franjas del mismo en la
actual situación.
Precisamente por eso, a lo largo de una serie de posts nos
proponemos abordar el proceso del clasismo en la Córdoba de los años 70’,
centrándonos esencialmente en el caso de SiTraC-SiTraM. Los mismos pueden ser
considerados una de las expresiones más avanzadas de la clase trabajadora desde
el punto de vista subjetivo, dentro del conjunto del período que se abre con posterioridad
al Cordobazo.
En esta serie de artículos nos propondremos problematizar algunas
cuestiones puntuales que van más allá de la reseña histórica. Nos proponemos
ligar las mismas a las lecciones más generales para la lucha de la clase
trabajadora en la actualidad en función de lo que afirmamos más arriba. Como hemos señalado,
no nos anima el simple análisis sino el aprendizaje de la historia en función
de la intervención práctica. Lejos de todo conocimiento academicista, nos
proponemos el desarrollo de un marxismo militante y revolucionario.
¿Cómo explicar el
clasismo?
Las definiciones dadas sobre el movimiento clasista han sido
variadas. A grandes rasgos se pueden encontrar tres tendencias o corrientes de
pensamiento. Aquella que realiza una reivindicación pero sin señalar las
limitaciones de la política desarrollada por las corrientes que tuvieron
hegemonía al interior de los sindicatos. Esta corriente, que defiende al
clasismo en tanto experiencia revolucionaria de la clase obrera, no se plantea como
objetivo analizar en profundidad los límites que tuvo esta experiencia[1].
Contraria a ésta se encuentra la visión que define al conjunto del proceso como, esencialmente, un movimiento “anclado en las bases” cuyo fundamento central reside en la “representación honesta” que desarrollaban los dirigentes clasistas en relación a la base obrera. Esta visión es la que desarrollan más claramente autores como James Brennan y Mónica Gordillo[2] pero a la que también adhiere Daniel James, aunque especificando los elementos más claramente anti-sistémicos del proceso. Podríamos afirmar que esta concepción acentúa los elementos culturales del conjunto del período y tiende a analizar “lo revolucionario” tan sólo en función de definiciones políticas o ideológicas explícitas. Esta concepción implica, claramente, la negación de la teoría de la lucha de clases y tiende a menospreciar el rol subversivo que jugó el clasismo en el escenario nacional.
Contraria a ésta se encuentra la visión que define al conjunto del proceso como, esencialmente, un movimiento “anclado en las bases” cuyo fundamento central reside en la “representación honesta” que desarrollaban los dirigentes clasistas en relación a la base obrera. Esta visión es la que desarrollan más claramente autores como James Brennan y Mónica Gordillo[2] pero a la que también adhiere Daniel James, aunque especificando los elementos más claramente anti-sistémicos del proceso. Podríamos afirmar que esta concepción acentúa los elementos culturales del conjunto del período y tiende a analizar “lo revolucionario” tan sólo en función de definiciones políticas o ideológicas explícitas. Esta concepción implica, claramente, la negación de la teoría de la lucha de clases y tiende a menospreciar el rol subversivo que jugó el clasismo en el escenario nacional.
Polemizando con esa concepción y más cercana a la primera, existe
una tercera visión que se proponer enfocar el clasismo en tanto experiencia
avanzada de un proceso revolucionario que se desarrollaba en el conjunto de la
clase obrera pero desde una visión crítica de la actuación de las corrientes de
izquierda en dicho proceso. Es desde esta perspectiva que trataremos de
analizar el período.
En nuestro análisis el clasismo representó un fenómeno
revolucionario al interior del movimiento obrero cordobés y nacional en varios
sentidos. A lo largo de los diversos posts analizaremos el peso que cobró en el
escenario político nacional, convirtiéndose en un actor temido y temible para
el conjunto del régimen, la patronal y la burocracia sindical. Es precisamente
ese contenido revolucionario el que llevó
a su destrucción conjunta por parte de la patronal de la Fiat, de la burocracia
sindical y del estado apelando a la represión más brutal.
En este primer artículo reseñaremos los orígenes del proceso. En el
segundo artículo nos centraremos en desarrollar el cuestionamiento que implicó
la existencia de los sindicatos clasistas para la patronal de la Fiat en el
terreno del control de la producción, donde las tomas de fábricas con rehenes
se convirtieron en la base de un proceso de poder dual al interior de esas
fábricas.
La génesis del proceso
El clasismo emergerá a partir del 23 de marzo de 1970, cuando una
asamblea general de los trabajadores de SiTraC echó a la conducción
pro-patronal de Lozano y dio forma de una nueva comisión directiva provisoria votada
masivamente.
Dicha comisión iniciará las gestiones para su reconocimiento
legal, lo que conllevará una numerosa cantidad de trámites cuyo objetivo era
impedir que la decisión tomada por los trabajadores se convirtiera en la base
de una nueva organización estable. Como señaló Gregorio Flores “ninguna
autoridad reconoce como válidas la decisión tomada por 2500 obreros” (Flores,
p.51).
La burocracia de Lozano contaba con el aval de sectores de la CGT
(Labat y otros), de la patronal y del estado. Fue eso lo que obligó a los
trabajadores a utilizar métodos de acción directa para imponer sus demandas. Estos
métodos se convertirían en fundamentales para la lucha de los clasistas en el
conjunto del proceso abierto.
“La respuesta es contundente: exasperados por las maniobras de Lozano y
las dilaciones de la Secretaría de Estado de Trabajo, más de 2.500 trabajadores del primero y segundo turno de
Fiat Concord disponen, a las 15 horas del día 14 de mayo, una fulminante ocupación de la Fábrica. Quedan retenidos, en calidad de rehenes,
150 ejecutivos y altos empleados de FIAT CONCORD S.A.I.C. entre los que figura Haroldo Ferrero, Director
General de Personal de Fiat en todo el país. Llegan fuertes destacamentos
policiales y los ocupantes organizan la defensa" (Los Libros, nº21, agosto
1971, resaltado nuestro).
La toma de fábrica con rehenes -aplicada en luchas anteriores, incluso inmediatas como la de Perdriel- se convertirá en un método de lucha central de los sindicatos clasistas. En este método radica un elemento esencial que perfilará el carácter revolucionario de SiTraC-SiTraM.
Sólo esa acción contundente permitió imponer el reconocimiento de la nueva comisión provisoria elegida por los trabajadores. Pocas semanas después, los trabajadores de la planta de MATERFER seguirán el mismo camino, destituyendo al dirigente burocrático Cassanova y poniendo de pie una comisión provisoria. A partir de ese momento se desarrollará, a lo largo de 15 meses, un proceso profundo en las plantas de Fiat que sólo podrá ser derrotado mediante la represión más brutal.
El Cordobazo y el
clasismo
Nuestro análisis debe necesariamente partir de una sucinta
apreciación del período que enmarca al clasismo en Fiat. Las tendencias que
emergerán a partir de las jornadas de Mayo del 69’ encontrarán una expresión
abierta en el clasismo.
El Cordobazo representó una verdadera semi-insurrección de masas
que abrió en Argentina un período revolucionario, como expresión local del
proceso abierto a nivel internacional por el Mayo Francés y las luchas antiimperialistas,
entre las cuales la del pueblo vietnamita contra la invasión norteamericana,
tuvo una importancia fundamental.
Un análisis marxista supone periodizar en función de una
complejidad de factores que incluyan tanto los procesos políticos y económicos
como los elementos de la lucha de clases. En ese sentido, el Cordobazo es una respuesta de masas al intento de
reconfiguración de la estructura nacional en función de imponer la hegemonía
social y política del sector dominante en el terreno económico.
Esa dualidad en la estructura del país (dominación económica y
ausencia de hegemonía política) fue definida por Juan Carlos Portantiero como empate hegemónico[3].
La necesidad de resolver dicho empate
empujaba al ataque sobre el movimiento de masas, como hemos señalado aquí.
En ese marco, el peso social y la fortaleza subjetiva de la clase trabajadora
le dio un lugar central en el proceso abierto a partir de esa gran acción de
masas.
El desarrollo del clasismo es un producto directo -aunque retardado en el tiempo- de esa gran acción de
masas. Sus rasgos centrales evidencian el desarrollo de elementos
revolucionarios en la conciencia de franjas de masas que tienden a “tomar en
sus manos el gobierno de sus propios destinos” (Trotsky) lo cual implica el
quiebre de la legalidad burguesa en diversos niveles.
Estos elementos globales se expresarán de manera concreta en el
clasismo. Al respecto resulta útil la definición que
esbozaran los integrantes del grupo de Pasado y Presente. Ellos señalarán que “La
aparición del sindicalismo clasista en Córdoba se inscribe en un estado de
movilización ininterrumpida que sacude a la provincia desde mayo de 1969.
Pensamos que SiTraC SiTraM expresan no solamente la particular evolución de los
trabajadores de Fiat sino que son el emergente de una profunda crisis que
afecta a todo el movimiento obrero cordobés. Crisis de las instituciones obreras y movilización de los trabajadores
de las grandes empresas monopolistas son dos aspectos interrelacionados que
contribuyen a la definición de un nuevo
conflicto social. Así como el sentido del Cordobazo no se agota en el
proyecto político de los dirigentes que lo desencadenaron, la lucha obrera que lo continúa tiende a replantear la actividad
sindical”[4].
La crisis de la “institucionalidad obrera” es, en realidad, una
crisis del modelo verticalista impuesto por la burocracia sindical peronista. Lo
que pone en cuestión dicha estructura es la tendencia
creciente a la emergencia de franjas amplias de activismo obrero al calor
de la lucha por sus demandas. Esto se potencia claramente a partir del
Cordobazo.
Desde ese punto de vista, el clasismo hace emerger un “modelo
sindical” opuesto por el vértice al de la burocracia peronista. Esto, como bien
señala James[5] tendrá su expresión más clara alrededor de la reivindicación de la figura del dirigente "honesto" que no traiciona a las bases. La irrupción del
movimiento obrero concentrado de las grandes automotrices -sector que se encuentra
en un nudo central de la economía provincial- debe verse como parte de este
proceso.
Es esto lo que colabora a configurar un conflicto
de nuevo tipo donde los métodos de lucha y de toma de decisiones superarán claramente las formas de lucha establecidas por
el conjunto de las alas de la burocracia sindical y por los sindicatos combativos tradicionales como la UTA y Luz y Fuerza.
En este marco, un elemento central que permitirá la emergencia del
clasismo en Fiat está dado por la experiencia
de los trabajadores de SiTraC-SiTraM. Nos referimos a la continuidad de un
ciclo de derrotas y traiciones por parte de la burocracia sindical de la UOM y,
posteriormente, de las direcciones amarillas de los sindicatos de planta. Ese
factor generó un profundo rechazo a los métodos de la vieja burocracia y
expresa, de manera concentrada, la crisis que hemos señalado de la burocracia
antes descripta. Así, la experiencia acumulada, en el marco del enorme cambio
que significó el Cordobazo, permitió la configuración particular de esa subjetividad
entre los trabajadores de Fiat.
En el siguiente post nos centraremos en el análisis de las formas
de control obrero que puso de pie el clasismo al interior de Fiat Concord y
Materfer. Control obrero que significó un desafío abierto a la patronal y la
emergencia de un poder dual en la industria cordobesa.
[1] Un trabajo pionero en el estudio de los sindicatos clasistas es Los
sindicatos clasistas: SiTraC (1970-1971) de Natalia Duval. Este trabajo, que realiza una cronología de
los hechos acontecidos entre 1970 y 1971, agrega además documentación del
período. Creemos que este trabajo puede ser incluido dentro de esta primera
corriente de pensamiento.
[2] Córdoba rebelde y El Cordobazo, las guerras obreras en Córdoba.
[3] Portantiero, Pasado y Presente nº1, segunda época.
[4] El obrerismo de Pasado y Presente. P84, negritas propias.
[5] Resistencia e
integración. p.304-305
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