miércoles, 2 de abril de 2014

Apuntes hacia el paro del 10 de abril: unidad burguesa, frente único y política independiente



 
Eduardo Castilla 
La crisis política y los ajustes lanzados por el gobierno -con el aval de la oposición patronal- llevan, progresivamente, a la entrada en la escena política del movimiento obrero. La idea de una “transición ordenada” hacia 2015, como se lo propone el conjunto de la clase dominante, tiene su talón de Aquiles en esta creciente intervención de la clase trabajadora. Tanto la huelga docente, de carácter histórico, como el paro convocado por Moyano y cía. para el 10/4, evidencian una tendencia estructural a la huelga general, como señalan FR y JDM.
Dichas acciones, en tanto continuación del proceso expresado el 20N, marcan el fin de la ausencia de la clase obrera como sujeto actuante en la vida política nacional. De momento, esta “re-aparición” se hace centralmente a través de sus direcciones burocráticas. Pero el peso de la izquierda trotskista constituye un elemento fundamental del conjunto de la situación. Elemento no menor para el análisis que hacen la prensa burguesa y el empresariado.
El capitalismo, en la era K, creó a sus potenciales sepultureros, dando lugar a una fuerza social que no puede ser doblegada fácilmente ni, por el momento, enfrentada de manera frontal. En esta relación de fuerzas social radica parte del triunfo político de la huelga docente -a pesar de la traición de Baradel-, el fracaso de intento de CFK de imponer el presentismo en la negociación con los gremios docentes y el llamado al paro del 10/4. Allí mismo hay que buscar la causa de la derrota del intento de imponer un techo salarial del 25%.
La relación de fuerzas actúa como un dique de contención a los intentos más derechistas de la política burguesa pero, como afirmaba Trotsky, será la lucha la que defina la profundización o un cambio en la misma. 

Los límites de la “unidad por arriba”

El conjunto de la clase dominante selló un pacto para permitir que CFK llegue hasta el final de su mandato. Pacto que cuenta con la bendición papal y el aval de la burocracia sindical en todas sus alas. En este pacto reside la fuerza actual del régimen político para enfrentar a las masas e intentar profundizar el ajuste. Esto no implica que las peleas entre “los de arriba” hayan cesado. Por el contrario, cada elemento importante de la situación la hace reemerger, como lo muestran las acusaciones del gobierno contra el paro que “favorecería a Massa” aunque, como se señale acá, es probable que éste no lo avale.
Pero esta unidad por arriba está marcada por el sello gris de la decadencia política estructural de los partidos de la burguesía.  La plana mayor de la política burguesa nacional, con sus Scioli, Massa, Carrió o Binner carece de grande estadistas o figuras de un peso sustancial entre las masas como para imponer una nueva relación de subordinación sin grandes derrotas de por medio.
El verdadero “hándicap” de la burguesía reside en las debilidades de la fuerza obrera, resultante del “modelo neoliberal” que, en su patrones fundamentales, no fue transformado bajo el kirchnerismo. Sobre ese aspecto se basa el poder que mantiene la burocracia sindical. La “fuerza” de las variantes políticas burguesas radica, esencialmente, en el apoyo a la “transición pactada” que ejercen las direcciones sindicales. Esto permite, por ahora, la continuidad del ajuste sin grandes sobresaltos ni “histeria” para la clase capitalista en las paritarias.

Paro general y frente único

El paro del 10/4, hasta cierto punto, pone en cuestión ese pacto de “unidad por arriba”, abriendo la posibilidad de la expresión de amplias capas obreras que se oponen al gobierno y el ajuste en curso. Como acción constituirá un nuevo paso en la entrada del movimiento obrero en la escena política.
El principal límite de esta convocatoria reside precisamente en el carácter de su dirección. Hace unos meses afirmábamos que la situación era todo lo avanzada o prerrevolucionaria que las direcciones del movimiento obrero lo permitían.
El cambio de política implica un cambio de táctica pero no de estrategia en la burocracia. Durante los primeros meses del año, cuando se produjo la devaluación y un salto inflacionario importante, la burocracia jugó el rol de inmovilizar las fuerzas obreras. Ante el paro docente sólo atinó a fuertes definiciones verbales pero garantizando la soledad de esa lucha. Ahora, cuando el “momento catastrófico” de la crisis parece haber menguado, el paro cumple la función de intentar represtigiar a la burocracia y fortalecer la perspectiva del apoyo a las figuras patronales de la oposición, en primer lugar a Massa, aunque esto no se declame abiertamente.
La táctica de contención y freno da lugar a la de medidas parciales. Pero la estrategia sigue estando basada en fortalecer a las variantes opositoras mientras el ajuste avanza sin acciones verdaderamente contundentes de respuesta.
En esta situación, la intervención independiente de sectores de la izquierda y la vanguardia obrera resulta fundamental. El Encuentro de Atlanta, que expresó un importante polo a la izquierda del conjunto de la burocracia sindical, convoca -a través de su Mesa provisoria-  a intervenir en el paro del 10 de abril activamente.
La relevancia de este llamado reside en su capacidad de actuar como polo independiente en el paro. En cambio, aquellos sectores que se negaron a participar del Encuentro, priorizando alianzas duraderas con un sector de la burocracia como la CTA Micheli, son parcialmente rehenes del acuerdo que éste sostiene con Moyano y Barrionuevo de hacer un paro sin movilización.

Frente único e independencia política

La entrada en escena de la clase trabajadora no constituye un hecho revolucionario per se pero implica un avance enorme en relación a los intentos de la burguesía de descargar la crisis sobre sus espaldas. Al mismo tiempo, abre un terreno privilegiado para la intervención de las corrientes de izquierda trotskista con peso en la vanguardia combativa.
El “arte” del Frente único consiste, en gran parte, en golpear juntos y marchar separados. Es precisamente esa marcha “diferenciada” la que deberá expresarse en el golpe conjunto del paro del 10/4, mostrando nacionalmente a los sectores combativos y clasistas que, junto a proponerse enfrentar el ajuste, plantean la perspectiva de una salida independiente, ajena a las variantes políticas patronales como Massa, Scioli o el UNEN.
Esa diferenciación es fundamental para dar pasos en la construcción de fracciones clasistas y revolucionarias al interior de esas organizaciones sindicales, precisamente para derribar a la burocracia y avanzar en permitir la emergencia de la clase obrera como sujeto político independiente en la escena nacional. 
La relación entre el “factor espontaneo” (lo sindical) y el “factor consciente” (política independiente) no puede basarse sólo sobre la pura agitación política externa hacia el movimiento obrero. La independencia política de la clase trabajadora no puede ser sólo una expresión electoral sino que implica la construcción de una fuerza militante al interior de las organizaciones obreras que garantice la “renovación” de esa independencia mediante la constante lucha de clases. Como afirmaba Trotsky, “la independencia de la influencia de la burguesía no puede ser un estado pasivo”.
El mismo Trotsky, en los años 30’ y a propósito de la lucha en Alemania contra el fascismo escribía que “La lucha por el poder no se puede orientar apoyándose simplemente en los votos (…) se necesita tener apoyo en las fábricas, talleres, sindicatos y comités de fábrica” (pág.62).
La emergencia de la clase trabajadora y su entrada en escena en la vida nacional supone la posibilidad objetiva para la izquierda de desarrollar corrientes aún más amplias de militancia obrera y luchar por la conquista de los sindicatos. La debilidad histórica del peronismo es un elemento consustancial a esta posibilidad. 

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