sábado, 1 de febrero de 2014

Crisis política, ataque a las masas y "pacto social". La izquierda ante una nueva situación




Eduardo Castilla
La crisis política argentina discurre por un universo que contiene varios canales, donde los fenómenos políticos se entrelazan con la crisis económica. Los “factores” de la economía, luego de un periodo de una “estabilidad asediada”, sufren los embates de los problemas estructurales no resueltos e implican un ajuste sobre el nivel de vida de las masas. Por el contrario, el proceso de crisis política “por arriba” tiene un historial más amplio, cubriendo prácticamente los últimos dos años.
La discordancia entre los tiempos de la política y economía expresa la no linealidad de los procesos sociales en su conjunto, dando un mentís (una vez más) a las tendencias del pensamiento mecanicista que ven catástrofes y crisis por todos lados, cada día y cada hora. En el marco de un salto en la crisis económica,la crisis política mantiene su propia dinámica y sus propias contradicciones.

Crisis política, sucesión y después

Lo que hemos definido en varias ocasiones como “fin de ciclo” viene implicando el rápido desgaste de los actores que entran en la escena de la política nacional como resultado de su incapacidad para gestionar la crisis social y los problemas estructurales.
Es esto lo que llevó al fracaso del intento de montar un gobierno “ministerialista” de la mano de Capitanich como Jefe de Gabinete todoterreno, cuya función era salvaguardar la vapuleada figura presidencial. Pero los motines policiales primero y la devaluación reciente en segundo lugar, lo arrastraron por el piso, debilitando tanto su figura como al gobierno en su conjunto.   
En este marco, la configuración de camarilla del gobierno nacional implica limitaciones para gestionar salidas a la crisis. Trotsky escribía en La lucha contra el fascismo en Alemania que “el gobierno mismo está hecho de carne y hueso. Es inseparable de ciertas clases y de sus intereses”. A la inversa podríamos decir que hay figuras políticas que no son claramente identificables con los intereses de determinadas clases. La figura de Kicillof negociando con el Club de París tiene el límite en que el ministro “marxista” no es “del palo”. Si el kirchnerismo, en su conjunto, no pertenece “orgánicamente” a las fracciones más concentradas del capital, la figura del “ex TNT”, desentona aún más negociando con el capital imperialista. Esto no constituye un límite absoluto pero la política la hacen individuos en nombre de clases o fracciones de las mismas. Si esos individuos no están a la altura de las necesidades de “su clase”, suelen entrar en el cono de sombras de los fracasos.

Todas las manos, todas…

El pedido de “convocar a todos los sectores” para no terminar como en el 2001 -lanzado por el oligárquico gobernador de Misiones- expresa la debilidad profunda de un gobierno en declive. Fue esa debilidad la que lo obligó a romper, parcialmente, la vieja camarilla imponiendo a Capitanich (y la liga de los gobernadores) como sostén del poder ejecutivo. Pero en el marco del declive del “Coqui” la variante de reserva podría ser una vuelta a Scioli como opción “potable” para la transición. Eso es lo que afirmó el gobernador mesopotámico, al decir que Scioli es “el camino más corto” para suceder a CFK.

Pasivización y lucha de clases

Berni, secretario de Seguridad, disparó que estaba “asqueado” de que una minoría cortara las calles todo el tiempo. Amén del profundo gorilismo que entraña la afirmación, la primera falsedad radica en que no se trata de una minoría, sino de “muchas minorías” que expresan la situación de franjas importantes de masas: cortes por los cortes (valga la redundancia) de luz y agua, luchas contra los despidos (como la gran pelea de los y las trabajadoras de Kromberg & Schubert), luchas contra la tercerización laboral, entre otras.
Ese conjunto de movilizaciones y acciones expresan el agotamiento de la política de pasivización por arriba que impulsó el kirchnerismo desde el gobierno. Este proceso se produce en el marco de una relación de fuerzas doblemente condicionada: por el quiebre del régimen de partidos, producto de la acción de las masas en diciembre del 2001 y por el enorme crecimiento (y fortaleza social) de la clase trabajadora en los años recientes. Parte integrante de esa relación de fuerzas es el creciente peso de la izquierda obrera y socialista (y en particular el PTS) en franjas de la vanguardia obrera. 

Sindicatos, vanguardia obrera y el rol de la izquierda

El principal elemento que impide que la relación de fuerzas creada estructuralmente pese como relación de fuerzas política (Gramsci), respondiendo a los ataques del gobierno y la clase dominante, está dado por la gigantesca traba que implica la burocracia sindical -tanto oficialista como opositora- que, mediante el freno a las medidas de lucha, se encuentra en un “pacto social de hecho”. Como lo definió el mismo Micheli “Si es por el ánimo de la gente, ya habría un paro nacional, pero los paros los decidimos los dirigentes”. Un cinismo mayúsculo que no admite más comentarios.
Mientras la burocracia opositora busca denodadamente aportar a la conformación de una alternativa política burguesa -como lo evidencian los llamados de Moyano y Barrionuevo a Massa, De la Sota y Scioli o las reuniones con Macri- la burocracia oficialista hace malabares para no romper definitivamente con el gobierno. Esta negativa a la ruptura política es un indicador de los límites que tiene la reconfiguración del campo político dentro del amplio espectro del peronismo. La ausencia de un claro “presidenciable” limita el salto de la CGT Balcarce al campo opositor.
En 1935 Trotsky afirmaba (A donde va Francia) que “La situación es tan revolucionaria como puede serlo con la política no-revolucionaria de los partidos obreros (…) Para que esta situación madure, hace falta una movilización inmediata, fuerte e incansable de las masas en nombre del socialismo. Esta es la única condición para que la situación prerrevolucionaria se vuelva revolucionaria”. Tomando esa lógica (y respetando los límites históricos de la analogía) se puede afirmar que, en una situación de tipo transitoria con rasgos prerrevolucionarios como la argentina, la situación está tan a la izquierda como lo permite la política traidora de la burocracia sindical peronista. La ausencia de cualquier llamado a la acción para responder al ataque contra el salario impide que la situación se convierta claramente en pre-revolucionaria.
Pero la inacción de la burocracia al mismo tiempo debilita las posiciones de la clase trabajadora. Pocos años antes y a propósito de Alemania, Trotsky escribía que “prolongando la agonía del régimen capitalista, la socialdemocracia sólo conduce a la decadencia continua de la situación económica, a la desorganización del proletariado y a la gangrena social” (La lucha contra el fascismo…). Con la misma lógica reformista, la burocracia sindical peronista, al no permitir respuesta a los ataques de la clase capitalista, colabora a la desorganización de la fuerza social, política y moral de la clase trabajadora. Esta descomposición y podredumbre de la burocracia ya la vimos a fines de los 90’ y, anteriormente, en las privatizaciones. Los elementos señalados refuerzan, concretamente, la urgente tarea estratégica de conquista los sindicatos, planteada acá.
La política de un Encuentro Nacional de organizaciones obreras combativas y antiburocráticas puede ser un paso efectivo en ese objetivo, en la medida en que permita actuar como polo de agrupamiento de la vanguardia obrera. Pero al mismo tiempo, de darse este reagrupamiento, plantearía la posibilidad efectiva de la irrupción de los sectores más avanzados de la clase obrera en la escena nacional.
En la mejor de las dinámicas, esto podría implicar una crisis para la burocracia sindical que podría estar obligada a poner en cuestión el “pacto social de hecho”. En la perspectiva menos dinámica, implicaría una relación más estrecha entre la vanguardia obrera y amplias franjas de las masas, hoy encuadradas en los sindicatos dirigidos por la burocracia. Ahí radica la importancia estratégica actual de dicha política.

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