Eduardo Castilla
Hace pocos días definimos que podríamos estar asistiendo al inicio de un
ciclo de recuperación de la subjetividad de la clase trabajadora, en particular
de sus sectores más concentrados en la industria automotriz. Sectores que,
durante la década pasada, crecieron en tanto fuerza social objetiva, aunque
sufrieron derrotas parciales que mermaron la posibilidad de transformarla en
fuerza subjetiva, es decir avanzar, aunque fuera provisoriamente, de clase en sí a clase para sí.
En una situación política marcada por el creciente declive del gobierno
provincial y crisis políticas varias (narcopolicía, escándalo con “la Fiel”,
fraude al FIT) se abren posibilidades de que estas tendencias se desarrollen y
tiendan a confluir con sectores de la juventud que empiezan a movilizarse más
activamente contra el régimen noventista de De la Sota y Mestre. Esto halló su expresión en la reciente –y muy
importante- Marcha de la Gorra, así como en la movilización del pasado jueves
en repudio al ataque de una patota de la UOCRA contra los asambleístas que luchan para impedir la
instalación de Monsanto.
¿El fin del boom automotriz?
Aquí describimos estos procesos entre los trabajadores como
expresión de nuevos aires en el
movimiento obrero, dando cuenta de acciones como la toma de la autopartista
Valeo y la paralización de actividades de VW. Lo novedoso de esta última estuvo dado por dos
motivos: en primer lugar por tratarse de un sector altamente concentrado de la
producción, con un peso esencial en el conjunto de la economía provincial. Se
trata, además, de una franja de trabajadores que producto de años de
crecimiento y mejores condiciones laborales, se mantuvo en un relativo
conservadurismo en sus acciones, aunque hayan expresado un rechazo a la
conducción del SMATA en las elecciones de Noviembre del 2012, donde patronal y
burocracia apelaron al fraude para ganar parte de los delegados en la empresa.
El crecimiento de la rama automotriz, las nuevas inversiones de las
multinacionales y la creación de puestos de trabajo fueron parte de la vida
social y económica de la provincia los últimos años. Luego de la crisis del
2008-2009 el sector volvió a crecer incorporando, en algunos sectores, incluso
a los trabajadores que habían sido expulsados durante la crisis. Eso se
acompañó de buenos salarios y un nivel de vida relativamente alto en
comparación con otras capas del movimiento obrero. Pero se hizo a costa de
dejar la vida en la planta con el permanente aumento de las horas extras, la
pérdida de los fines de semana, la imposición de turnos rotativos y la
continuidad de pésimas condiciones de seguridad e higiene.
Para franjas importantes de trabajadores, empieza a ser evidente que el
período de crecimiento que vivió la provincia en los últimos años, con una
pujanza importante de la rama automotriz, está pasando a ser parte del pasado.
El futuro se presenta ahora como un conglomerado de suspensiones, despidos, retiros
“voluntarios” y aumentos de productividad. Ese desencanto creciente es la base
sobre la que se están dando estas primeras respuestas que hemos señalado. En la
conciencia de franjas amplias están presentes las suspensiones y los despidos
del 2008-2009 así como la desocupación masiva de fines de los 90’. Estos
elementos pueden actuar como disparador de acciones que permitan resistir y
derrotar los intentos capitalistas de descargar la baja de su rentabilidad
sobre las espaldas obreras. Las acciones que hemos venido reseñando permiten
preparar las condiciones de esa resistencia.
Las huelgas como síntoma de
una nueva situación
El valor histórico general de
acciones como la de Cargo, VW, Valeo o la autopartista WEG puede ser medido en
cuanto aportan a la tensión de sus músculos por parte de la clase trabajadora y
la educan en la “guerra de clases”, luego de un período en el que los obreros de
la rama metalmecánica vivieron un relativo conservadurismo.
En un texto de 1899, que mantiene valor para analizar la dinámica de la
lucha obrera, Lenin afirmaba “la huelga enseña a los obreros a comprender cuál
es la fuerza de los patrones y la de los obreros: enseña a pensar, no sólo en
su patrón ni en sus camaradas más próximos, sino en todos los patrones, en toda
la clase capitalista y en toda la clase obrera (…) abre los ojos, no sólo en lo
que se refiere a los capitalistas sino también en lo que respecta al gobierno y
a las leyes (…) comienza a comprender que las leyes se dictan en beneficio
exclusivo de los ricos, que también los funcionarios defienden los intereses de
los ricos” (Lenin, Tomo uno, p. 65-66).
La presencia de algunos de estos elementos en las recientes peleas es
sintomática. El accionar policial contra los trabajadores de VW, intentando amedrentarlos,
fue parte de esa “pedagogía política” que brindan las huelgas. El
incumplimiento, por parte de la patronal alemana, de las medidas cautelares que
obligan al retorno de los despedidos a la planta, evidencian la ilegalidad en
la que actúan las grandes multinacionales. Esta “falta de respeto” por las
leyes puede “contagiarse” al movimiento obrero a futuro, permitiendo quebrantar
conciliaciones obligatorias u otros artilugios legales. Los trabajadores pueden
aprender de la burguesía a romper las normas legales para luchar
por sus intereses.
Trotsky, en un texto dedicado a analizar el desarrollo de las huelgas en el
inicio de la Revolución Española, afirmará que “Por medio de la huelga, las diferentes capas
y los diferentes grupos del proletariado se dan a conocer, se reconocen entre
sí, prueban sus propias fuerzas y las de su enemigo. Una capa despierta y
contamina a otra”. Si bien aún no estamos ante el desarrollo de un proceso
huelguístico extendido, en Córdoba, en el transcurso de poco más de un mes
hemos visto algunas fuertes acciones obreras en defensa de sus compañeros
despedidos, que muestran una reversión de la tendencia a la pasividad -o a
peleas individuales- que venía primando. En ese proceso incipiente, la acción
de los trabajadores de Cargo fue un ejemplo para los obreros de VW. Los
“contaminó” podría decirse (o escribirse) siguiendo a Trotsky.
Es preciso señalar que ninguna de estas acciones respondió a la pura
espontaneidad de los obreros, sino que fueron el resultado de la actividad
combinada de sectores avanzados de la clase trabajadora con la intervención de
la izquierda obrera y socialista, centralmente del PTS. De allí que la
extensión del proceso que estamos analizando depende, en parte, de la acción de
la izquierda revolucionaria y de las corrientes antiburocráticas y combativas
que existen en el movimiento obrero cordobés. A partir de esto se puede
reafirmar la relación dialéctica entre la actividad de sectores avanzados del
movimiento obrero y la intervención activa de la izquierda revolucionaria, para
aportar al desarrollo de las tendencias más progresivas que se incuban en
determinadas franjas de las masas.
Poder social y lucha de
clases en los 70’
Al tratarse de un sector central dentro del movimiento obrero, las acciones
de los trabajadores de la rama metalmecánica tienen un impacto importante sobre
el conjunto de la clase trabajadora y el conjunto de las masas. Su ubicación
social, en un nudo central de la producción capitalista provincial, le confiere
potencialmente, una importante
capacidad hegemónica y les da el poder de golpear sobre las grandes
multinacionales, las verdaderas dueñas del poder en Córdoba.
Esa potencialidad fue la que se puso de manifiesto en los 70’ con el
desarrollo de fuertes tendencias clasistas, combativas y antiburocráticas como
las que se expresaron en el SiTraC-SiTraM, el SMATA dirigido por Salamanca o la
Mesa de Gremios en Lucha en el 75’. Esos procesos no emergieron de la nada,
sino que fueron el producto del desarrollo de la lucha de clases, en un nivel preparatorio, a lo largo de los 60’. Procesos
que alternaron victorias, derrotas y (múltiples) traiciones por parte de la
burocracia sindical.
El clasismo de SiTraC-SiTraM
tuvo su cuna en la derrota del
conflicto de 1965, donde el “arreglo” fue el despido de “125 personas,
discriminadas de la siguiente manera: 50% de la Comisión Directiva, 50% del
Cuerpo de delegados y 50% de los paritarios, completando hasta lograr 125
despidos con operarios elegidos por la empresa” (Gregorio Flores, p.28). Por su
parte, el triunfo de la lista Marrón de Salamanca en el SMATA, se gestó en la importante
derrota de la lucha de Renault a mediados del año 70’, donde Elpidio Torres
negoció cientos de despidos.
La amenaza que implicaban para el
poder burgués puede verse reflejada en la forma en que fueron derrotadas. Hizo
falta ocupar la planta con tanques, anular la personería jurídica de ambos
sindicatos y despedir a más de 300 trabajadores -entre ellos el cuerpo de
delegados y las comisiones directivas- para derrotar a SiTraC-SiTraM. Los métodos contra el SMATA de Salamanca no fueron radicalmente
distintos: luego del Navarrazo, la conducción nacional intervino contra el
gremio provincial, luego de la ilegalización de una medida de fuerza por el
Ministerio de Trabajo. Los interventores pudieron tomar la sede del sindicato,
pero nunca lograron hegemonizar las bases obreras y los delegados de planta,
que siguieron actuando en la clandestinidad.
Potencialidad social y
control burocrático
La rama metalmecánica sigue siendo central en la producción industrial y el
conjunto de la economía cordobesa. De allí, el peso fundamental de la
burocracia en tanto policía del movimiento obrero, para impedir el desarrollo
de tendencias a la autonomía en esta rama. Ese rol es uno -sino el más
importante- de los obstáculos a superar para construir una corriente de
independencia de clase entre los trabajadores, que pueda convertir en capacidad
hegemónica el poder social que posee.
El rol de la burocracia, salvando las obvias distancias históricas,
recuerda a la descripción que hacía el IV Congreso de la III Internacional de
1922, cuando se afirmaba
que “En el preciso momento en que cedían en toda la línea ante la presión
burguesa, los dirigentes reformistas lanzaban su ofensiva contra los obreros
revolucionarios. Viendo que su mala voluntad para organizar la
resistencia contra el capital había provocado una profunda reacción en las
masas obreras y resueltos a limpiar a las organizaciones de los gérmenes
revolucionarios, emprendieron contra el movimiento sindical revolucionario una
ofensiva tendiente a disgregar y desmoralizar a la minoría revolucionaria por
todos los medios a su alcance, y a facilitar la consolidación del poder de
clase vulnerado de la burguesía (…) los
dirigentes de la Internacional de Ámsterdam no vacilan en excluir no solamente
a individuos y pequeños grupos sino a organizaciones enteras” (p.152)
El SMATA y la UOM cedieron
abiertamente ante la presión burguesa, integrándose al gerenciamiento de los
negocios capitalistas. Fueron garantes de que las multinacionales automotrices
y las autopartistas pudieran regular la contratación de personal, los despidos
y las suspensiones en función de su ciclo de ganancias. Si la función “natural”
del sindicato es la de vender, en las mejores condiciones posibles, la fuerza de trabajo de la clase obrera, la
burocracia subordinó esa venta a los vaivenes de la rentabilidad capitalista. El
ejemplo más reciente de esta subordinación es este acuerdo para permitir más de
150 despidos en Renault.
En el caso del SMATA, su política para limpiar a las organizaciones de los gérmenes revolucionarios se expresó tanto en la expulsión de nuestro
compañero Hernán Puddu como el despido de los simpatizantes e integrantes de la
Lista 2 de VW a inicios del 2012. Es evidente que las patronales y las
burocracias de estos gremios intentarán profundizar esta dinámica, en el marco
de la necesidad de imponer nuevas condiciones a sectores de la clase
trabajadora. Los ataques, como que el que se continúa en VW, intentarán impedir el desarrollo de cualquier tendencia de
oposición al interior del SMATA.
Pero, a diferencia de los años 70’, cuando la burocracia contaba a su
favor con cierta mística que le
otorgaba ser la referencia avalada por Perón como parte de su movimiento en
contra de los “infiltrados marxistas”, hoy no posee ese referente político
“extra-sindical” sino que está atada, en el caso cordobés, a un gobierno
provincial que empieza a entrar en zona de declive.
Durante los años 90’ el poder de la burocracia se fue asentando sobre la
debilidad simétrica de una clase obrera que sufría derrotas (CORMEC, 1996-97) y
terminó siendo golpeada duramente en su estructura
por la crisis de fines de esa década. Golpe que fue garantizado por la
inactividad absoluta, en el terreno de la lucha, de las conducciones de SMATA y
UOM.
Hoy, estas burocracias, están marcadas por el sello de la traición y la
entrega. Sus permanentes claudicaciones en estos años han permitido el
crecimiento de un enorme descontento en sectores de los trabajadores que, aún
incipientemente, se empieza a expresar en acciones. Hoy, la conducción de los
sindicatos se sostiene esencialmente sobre las divisiones de la clase
trabajadora y la coacción (y coerción) interna. Las formas consensuales tienen
mucho de apariencia. En la esencia están el control y la coacción,
llevadas a cabo en estrecha relación con las patronales. La longevidad en el cargo de muchos de estos dirigentes es otro de los síntomas de la
disociación entre las nuevas tendencias y esa vieja burocracia sindical.
La izquierda y la clase obrera
Los hechos de los últimos meses dan cuenta de un progresivo cambio en la
situación política donde las primeras respuestas obreras, en el marco de la
gran elección del FIT y la pelea contra el fraude, abren la perspectiva del
desarrollo de una relación más estrecha entre la clase obrera y la izquierda
obrera y socialista. Una relación que puede superar el marco del voto y tender
a convertirse en militancia activa.
Como señalamos en el anterior post, el temor de los “zurdos” que azuza la
burocracia sindical peronista tiende, progresivamente, a verse limitado al
interior de la clase trabajadora. En ese marco, el brutal ataque contra los
asambleístas que se oponen a Monsanto da cuenta de los métodos con los que
tenderá a actuar la burocracia sindical en este momento de emergencia de nuevos
procesos.
Un aspecto central de las acciones que hemos reseñado, es que abren la
posibilidad de la emergencia de una corriente antiburocrática organizada entre
los trabajadores de la rama metalmecánica. De desarrollarse esta posibilidad,
permitiría empezar a cambiar el panorama general del sector, donde el enorme
descontento se combina con una gran impotencia.
Los giros bruscos, de momentos de importante pasividad y conservadurismo,
a situaciones más agudas donde fracciones de la clase trabajadora o el
movimiento estudiantil pueden irrumpir, son parte de la “tradición” local. En esos giros se abre la oportunidad estratégica de que la
izquierda revolucionaria dé pasos concretos en organizar a franjas del
movimiento obrero y del movimiento estudiantil en la perspectiva de enfrentar
al conjunto del régimen dominante. Cada vez es más evidente que se abre un
escenario que permitirá a la izquierda avanzar en sus posiciones estratégicas en el camino de prepararse para los
momentos álgidos que demandará los futuros procesos políticos y de la lucha de
clases.
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