domingo, 18 de septiembre de 2011

Un debate sobre el carácter de los procesos revolucionarios en el mundo árabe (Primera Parte)



Gilbert Achcar es entrevistado por Rebelión este viernes 16 de setiembre sobre los procesos revolucionarios que se desarrollan en el mundo árabe, que constituyen un elemento central del “cambio de época” que se respira. Achcar hace una comparación con la “Primavera de los pueblos”: “Cuando digo que es una “revolución democrática” quiero decir que el actual movimiento es mucho más parecido a la “primavera de los pueblos” del Siglo XIX (1848), que se extendió por Europa desde París a Viena, que a la ola revolucionaria de 1918, que tuvo lugar después de la revolución rusa”
Al finalizar dice que “Actualmente, la metáfora primavera es mucho más justificada, incluso a pesar de que la “primavera de los pueblos” en el Siglo XIX terminó mal”
Nosotros también hemos señalado la similitud de esos procesos aquí pero marcando los límites de la analogía, precisamente lo que Achcar no hace. Así evita afrontar los problemas estratégicos que se desprenden de esta “vuelta de la revolución” a la escena mundial.

1848 en sus límites

Las revoluciones de 1848 fueron un momento transicional entre la época de las revoluciones burguesas y la época de las revoluciones proletarias. Alain Brossat escribió que se trataba del “ya no más de la revolución burguesa y el todavía no de la revolución proletaria”.
Lejos de ser revoluciones que apuntaran sólo a instaurar el régimen democrático, como en parte lo intenta mostrar Achcar, se trataba de procesos que atacaban la dominación feudal en función del desarrollo capitalista y que ponían en el orden del día las reivindicaciones sociales del movimiento obrero y las masas pobres.
Cuando todavía se podía oler la pólvora de los cañones con los se masacró al proletariado parisino, Marx escribía “Ya les habíamos dicho, hermanos, en 1848, que los liberales burgueses alemanes llegarían pronto al poder y que inmediatamente emplearían contra los obreros este poder recién obtenido (…) han sido los burgueses quienes se apropiaron del poder, utilizándolo sin dilaciones para obligar a los obreros, sus aliados en la lucha, a volver a su anterior condición de oprimidos”
La burguesía alemana, asustada ante el desarrollo de la revolución, se echó atrás, en las manos del partido feudal. En Francia, la burguesía masacra a los trabajadores en las jornadas de Junio para silenciar los reclamos  de una “república social”. Para ilustrar mejor agreguemos lo que señala Trotsky en Resultados y Perspectivas: “En el año 1848, la burguesía (…) No era lo suficientemente dispuesta ni audaz como para asumir la responsabilidad de la eliminación revolucionaria del orden social que se oponía a su dominación (…) Su tarea consistía más bien -de eso se daba ella cuenta claramente- en incluir en el viejo sistema garantías que eran necesarias, no para su dominación política, sino simplemente para un reparto del poder con las fuerzas del pasado. La burguesía había extraído algunas lecciones de la experiencia de la burguesía francesa: estaba corrompida por su traición y amedrentada por sus fracasos. No solamente se guardaba muy bien de empujar a las masas al asalto contra el viejo orden sino que buscaba un apoyo en el viejo orden, con tal de rechazar a las masas que la empujaban hacia delante”.
Eliminando estas "molestas" cuestiones del estudio de las revoluciones del Siglo XIX, es muy sencillo asociarlas a los actuales procesos en los países árabes sin mayores contradicciones. Por el contrario, reivindicar “ese legado” sin explicitar los límites de esos procesos y el cambio de época, termina siendo funcional a apoyar la “democracia” a secas, carente de contenido de clase. Por eso el entrevistado plantea que “Más bien habría que tomar en consideración el hecho de que las poblaciones de esos países están hartas de despotismo, y que necesitan urgentemente liberarse de él como cualquier otra población en el mundo. Lo que fue considerado bueno para Europa Oriental, por ejemplo, también se aplica a los países árabes”(resaltado nuestro).
Esta reivindicación de los procesos que llevaron a la caída del Muro de Berlín deja de lado el enorme hundimiento social que significaron los avances capitalistas en esos países. Incluso desde el punto de vista de la democracia burguesa, los regímenes surgidos, en muchos casos, no pasaron de tener como protagonistas a los viejos burócratas reciclados.

Democracia y contenido social

Lejos de la panacea que quiere brindarnos Achcar, la democracia no tiene un carácter social indefinido sino que responde a los intereses de la clase dominante o de su fracción dominante. Bajo la actual dominación burguesa no puede más que ser la democracia de la minoría de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Más allá del mecanismo del voto que permite cada dos o cuatro años elegir a los “representantes políticos”, las grandes cuestiones de la vida nacional siguen siendo decididas por pocos.
Los marxistas luchamos por desarrollar la pelea por las demandas democráticas en el camino de la superación del régimen capitalista. Nuestra corriente ha debatido precisamente contra la perspectiva de considerar las revoluciones democráticas como etapa "necesaria" de los procesos revolucionarios.
Pero años de derrotas del movimiento de masas han extirpado de la conciencia de las grandes masas y de los intelectuales las ideas de la revolución social. El único cambio que parece ser visto como posible se da dentro de los marcos de la democracia actual.
Pero durante los últimos 30 años las grandes potencias, de la mano de las burguesías locales, utilizaron los mecanismos de contención de la democracia burguesa para los procesos revolucionarios. Como se estudia acá la burguesía se valió de este recurso no sólo para imponer la continuidad de su dominación sino para hacer avanzar la contrarrevolución social que fue el llamado neoliberalismo.
Por el contrario, en los estados del mundo árabe, la (contra) revolución neoliberal avanzó por medios de regímenes brutalmente totalitarios como el de Mubarak, Ben Alí y Gadafi. Precisamente por ello no se puede separar o “autonomizar” la forma del régimen político, separándolo de sus resultados económicos a favor del gran capital. El retorno a las “formas democráticas” no garantiza el fin de la opresión de las masas y la nación por parte del imperialismo ni el fin de las enormes inequidades sociales generadas en las últimas décadas como lo demuestra América Latina.
En el mundo árabe en ebullición, la cuestión social está enormemente ligada a los problemas del régimen democrático. Una salida democrática que no revierta la sumisión del país al capital imperialista y el consecuente hundimiento de las condiciones de vida de las masas, sólo será una modificación parcial para que nada de lo esencial cambie.
Esto es lo que está ocurriendo en estos momentos, donde la transición en Egipto se halla estancada y esto empieza a generar crisis entre las masas y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en el poder. Es lo que sucede en Libia, donde son las potencias imperialistas por medio de la OTAN los que apadrinan el cambio político en Libia, defendiendo la recuperación de una democracia al servicio de sus intereses.  
Este tema lo desarrollaremos más extensamente en otro post.

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