Eufrasio Loza tiene la mala costumbre de mirar el mundo con ojos de vidrio. De contemplarlo a través de densas capas de cristal que añaden complejidad a la ya compleja configuración de los hechos y las cosas. Eufrasio siente que el mundo le miente. Que le administra pequeñas dosis de falsedad cuyo único objetivo es alejarlo de un destino. Separándolo de una correcta apreciación visual de los hechos, el mundo separa a Eufrasio de un punto de llegada al que estaba teleológicamente invitado. O al que se siente teleologícamente invitado.
Aquella mañana camina mirando el piso. Buscando un sendero, un rumbo, una dirección. Intuye flechas que marquen tal orientación. Atisba señales: en los árboles, en los cordones de vereda; en los carteles de las señales. Apela a su intuición. O a lo que cree es su intuición. Se dirige hacia el sur de la ciudad. Va caminando casi por el cordón. Pisa apenas la vereda. Siente certeza transitando sobre esa línea gris de cemento portland. Sortea roturas, fallas y agujeros. Traga saliva al momento de cruzar la calle. Necesita, requiere, pisar el siguiente cordón.
De golpe descubre allí la señal que había intentado detectar en vano en otros objetos. Los cordones están ahí para guiarlo. Para hacerlo moverse por toda la ciudad. Lo asalta una duda: ¿cómo dejar de seguir esa pista? ¿conformará un error pisar la calle? ¿Habrá que elegir seguir caminando por el cordón para evitar que este se corte y lo empuje a un abismo de incertidumbre? Eufrasio se encierra en sus cavilaciones. Mira su reloj pulsera. Ese viejo Casio de plástico y goma que compró dos décadas atrás. La luz del día se va yendo. Avanza. Camina. Y vuelve al mismo lugar. El cordón acaba de depositarlo en el punto de partida. Se vuelve una señal inconducente. Un camino de ida hacia la nada misma. Empieza a dudar de su descubrimiento. Se hace de noche. Vuelve a mirar su reloj. Apenas entiende la hora por la falta de luz.
Eufrasio mira el mundo con ojos de vidrio. Pero no puede ver nada. Ni las señales. Ni el cordón de la vereda. Ni el sur de la ciudad.