miércoles, 7 de agosto de 2013

Política electoral y política revolucionaria. Apuntes antes de las PASO (o sobre el “mareo” estratégico de la izquierda independiente)




Eduardo Castilla

Hace algunos meses cuando las elecciones recién figuraban como parte de un horizonte lejano, discutíamos contra la “novedad teórica” que Aldo Casas pretendía construir alrededor del estado capitalista en función de darle sustento a la participación electoral de la izquierda independiente. Allí señalamos que las primeras expresiones concretas de ese intento estaban poniendo en tensión muchas de las ideas de estas corrientes que, durante años, renegaron de la “estadolatría” de la izquierda partidaria, a la que motejaban, de manera casi permanente, de “electoralista”.
Los meses han pasado, y cuando faltan pocos días para las PASO, la campaña de Camino Popular, agrupamiento en el que terminaron confluyendo Marea Popular y Claudio Lozano no se diferencia de cualquier otra campaña de centroizquierda. A pesar de los ataques contra la “izquierda dogmática” que “hace un fetiche de las elecciones”, la campaña de “Caminá distinto” destila puro electoralismo. Las “correcciones teóricas” que Casas presentó, fueron parte de alentar el actual curso electoral, donde las ideas anticapitalistas están directamente ausentes. Los intentos de presentar un “estado en disputa” no podían más que desembocar en una campaña de este tipo. 

La “transformación” del estado capitalista

Recientemente se ha reeditado ¿Una política son clases? de Ellen Meiksins Wood (que nos recomendó el amigo FR y del cual se puede encontrar una reseña de Claudia Cinatti en el segundo y muy buen número de Ideas de Izquierda). Allí la autora demuestra la continuidad que se estableció entre las ideas de Nicos Poulantzas y las del postmarxismo. Lo que nos interesa aquí señalar es la semejanza entre las ideas de Poulantzas, en su último período, y las ideas de la izquierda independiente acerca del estado capitalista.
En la concepción del marxista griego, el estado paulatinamente tomó un nivel de autonomía creciente sobre las relaciones sociales de producción, pasando de ser el órgano de opresión de una clase a ser un terreno “en disputa”. La formulación que, en su momento, criticábamos a Casas (“El Estado es una forma de relación social o, mejor dicho, un proceso relacional, dinámico, que se teje en interacciones recíprocas de los seres humanos, que se realiza en el conflicto y en cuya configuración participan también las clases subalternas”) bien puede inscribirse dentro de la misma lógica.
Afirmará Meiksins Wood “para Poulantzas, el estado no puede simplemente ocuparse, debe también transformarse. Es necesario que haya un “cambio decisivo en las relaciones de fuerza” en el interior del estado-no solamente dentro de las instituciones representativas a partir de una victoria electoral, sino también dentro de los órganos administrativos y represivo del estado, la administración pública, el Poder Judicial, la policía y los militares” (p.109). La “transformación del estado” conlleva necesariamente la ocupación de espacios como paso práctico que tiende a tener carácter cuasi-estratégico. La tarea de destrucción del estado desaparece.
No es entonces sorprendente que, a la luz de esta concepción general, la participación electoral se termine convirtiendo en una finalidad en sí misma, es decir en una estrategia. Si en su momento, se había discutido aquí alrededor de la ausencia de estrategia en la izquierda independiente, la participación en las elecciones parece estar mostrando que las presiones existentes empujan hacia la adopción de otra estrategia: la reformista. La alianza con Lozano, que no se define precisamente como anticapitalista (menos aún como revolucionario) ¿será la confirmación de esa redefinición estratégica? 

Una campaña “desdibujada”

En este artículo, de hace poco más de un mes, Miguel Mazzeo, intelectual de cabecera de la izquierda independiente, “advierte” sobre la participación electoral, ya que “existe el peligro de confundir “la política” con algunas de sus expresiones más estrechas y limitantes, verbigracia: las instituciones burguesas clásicas, la representatividad y la delegación, en fin: la democracia liberal como forma políticamente dominante y como dogma hegemónico”. En la misma nota afirma que “El experimento puede desdibujar los perfiles libertarios de la izquierda independiente” (subrayado nuestro)
La advertencia parece no haber surtido efecto. La campaña electoral que ha desarrollado Camino Popular en Capital Federal estuvo plagada de frases vacías y lugares comunes que cualquier agrupamiento de centroizquierda podría repetir sin sonrojarse. Puede verse, por ejemplo, en este spot de campaña, donde Itai Hagman parece tener como única consigna “no repetir los errores del pasado”. Por fuera de eso y de la idea un poco (bastante) vaga de “democracia participativa” ¿qué distingue este spot de algún otro de centroizquierda?
La lógica contra la que advertía Mazzeo se impuso: la campaña electoral “desdibujó” el ya escaso perfil libertario de Marea Popular. Tanto que Hagman apenas insinúa una tibia crítica hacia los políticos que se enriquecen gobernando para los capitalistas, quedando incluso rezagado (y a la derecha) en relación al odio que sienten millones por esa casta parasitaria, como se expresó, por ejemplo, en las inundaciones de La Plata ¿O será que las consignas demasiado radicalizadas y precisas pueden asustar a los vecinos de Belgrano?

Lenin: parlamentarismo y lucha de clases

Pero hacia los sectores más avanzados, Marea Popular aún sostiene un discurso con ribetes anti-sistémicos. En estos días plantean que nuestras experiencias se piensan como un aporte a la construcción de una izquierda nueva, emancipada de viejos dogmatismos, alejada del sectarismo y el oportunismo electoral que ha marcado la mayor parte de las experiencias de izquierda tradicional en nuestro país. Nuestra apuesta asume la participación electoral como un episodio táctico en emergencia de un nuevo proyecto histórico de las clases populares”.
Dejando de lado los repetitivos (y ya aburridos) ataques contra la izquierda partidaria, el eje de la campaña de la izquierda independiente ha estado lejos de permitir la “emergencia” de las clases populares. Al respecto, la consigna de “Caminá distinto” es completamente confusa ¿A qué conclusiones conduce a los sectores políticamente más conscientes? ¿Cuál es la relación entre la participación electoral y el desarrollo activo de las clases populares o su emergencia? ¿Cuáles son los obstáculos que deben sortear esas clases populares para emerger? ¿O emergen votando a Lozano y Hagman?
A diferencia de este tipo de definiciones abstractas, en el pensamiento de Lenin, se pueden encontrar las bases que permiten pensar la unidad entre la participación electoral (y la eventual conquista de legisladores) y la organización revolucionaria de las masas obreras y populares. En 1920, discutiendo contra los izquierdistas holandeses, el revolucionario ruso señalaba que  “mientras no se tenga fuerza para suprimir los parlamentos burgueses y todo tipo de instituciones reaccionarias se debe actuar dentro de ellas porque es allí donde se encuentran todavía obreros embaucados” (El Izquierdismo, enfermedad infantil, Obras selectas, pág. 465).
Lenin establece una mecánica precisa entre el accionar parlamentario (que podemos hacer extensivo a la participación en las elecciones) y la conciencia de las masas obreras “fuera” de ese parlamento. La labor “educativa” de la política en el parlamento, debe ir en el sentido de demostrar a las masas atrasadas porqué semejantes parlamentos deben ser eliminados” (p.466). Es decir, el terreno de la lucha parlamentaria apunta a favorecer el desarrollo de la movilización extraparlamentaria.
Lenin escribía discutiendo contra los izquierdistas holandeses que consideraban “históricamente superado” el parlamentarismo. Pero lo esencial de sus enseñanzas conserva plena validez. La izquierda “electoralista” atacada por años por la izquierda independiente buscó dar una batalla en un terreno en el que las masas aún confían en los mecanismos existentes. Se puede no compartir esa confianza, pero no se puede ignorar su existencia. La izquierda independiente optó por ignorar la pelea en el terreno electoral, siendo de esta forma funcional al fortalecimiento político de otras variantes, en particular el kirchnerismo. Hoy, cuando deciden lanzarse a la pelea en este terreno, lo hacen abandonando cualquier tipo de lógica anticapitalista, intentando ocupar los espacios que el régimen y la crisis del gobierno dejan vacante. Intentan capitalizar electoralmente un espacio policlasista de oposición sin romper ni chocar con el gobierno nacional. De esta forma, siguen siendo funcionales al kirchnerismo. 

La campaña del FIT y las perspectivas de la clase obrera

Contrario a esto, desde el PTS en el FIT hemos venido desarrollando una campaña que apunta a acelerar el desarrollo político de sectores del movimiento obrero y la vanguardia juvenil, al calor del declive del kirchnerismo y de las primeras expresiones de descontento marcado del movimiento obrero con el gobierno. El FIT, y el PTS centralmente, han levantado una fuerte denuncia contra la casta política que dirige el país y que viene siendo cuestionada crecientemente. La consigna programática de que los diputados y funcionarios ganen como una maestra o como cualquier trabajador implica una denuncia clara al conjunto de la casta política, mostrando el único medio de realista de hacer posible hoy la liquidación de los privilegios que les otorga administrar el estado capitalista.
Por otra parte, el FIT fue la única fuerza que realizó spots televisivos donde se denunciaba claramente el principal obstáculo que tienen los trabajadores en la situación actual para defender sus demandas y enfrentar los ataques de las patronales: la burocracia sindical de los Daer, Moyano, Caló, Martínez, Dragún y muchos otros. La demanda de “echar a la burocracia sindical” y la tarea de conquistar diputados de izquierda “para fortalecer esta pelea” muestran la dialéctica entre la lucha parlamentaria y la movilización y organización extraparlamentaria. Conquistar nuevas comisiones internas, cuerpos de delegados y, potencialmente, sindicatos, sacándose de encima a la burocracia, es un aspecto central de la posibilidad de que la clase trabajadora pueda emerger en la realidad política nacional. De allí el peso esencial de esa idea en esta campaña electoral.
La unidad estratégica de una política revolucionaria para organizar a la clase obrera y la juventud “por abajo” y una intervención revolucionaria en el terreno electoral, pude permitir abonar el camino para la emergencia de un fuerte partido de vanguardia cuando las condiciones políticas y sociales de la Argentina tiendan a hacerse más críticas como ya ocurre en otros países del continente. En esas circunstancias la clase obrera podrá jugar un rol central si ha logrado educarse en la independencia política en el período previo. Esa es una apuesta de nuestra política.


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