sábado, 5 de noviembre de 2011

Agustín Tosco. A 36 años de su muerte. Apuntes para el debate (I)

Hace 36 años, en la clandestinidad y gravemente enfermo moría Agustín Tosco. El “Gringo” encarnó la pasión, el esfuerzo militante, la abnegación y la fuerza para soportar enormes sacrificios de una generación. Además representó, para la clase capitalista nativa y el gran capital extranjero que dominaba (y aún domina) la nación, una figura de la  insurgencia obrera que recorría la Argentina y que se materializó en las calles, los lugares de trabajo y en la sociedad en general.
Tosco, como pocos, fue un protagonista central del período, atacado y perseguido hasta su muerte. Su valentía y la persecución sufrida no nos eximen de intentar un análisis crítico de los límites de la política que impulsó. Es preciso sacar lecciones de una época signada por el enfrentamiento abierto entre revolución y contrarrevolución, donde el “Gringo” tuvo gran protagonismo.
Hoy, cuando en Argentina vemos desarrollarse en el movimiento obrero al “sindicalismo de base”, atacado por el gobierno, la justicia, la patronal y la burocracia sindical, sacar las lecciones del accionar de una figura (y de una corriente político-sindical) es central.

La extensión del tema nos obliga a dos cosas: en primer lugar dividirlo en ejes. En segundo lugar, y más importante, aclarar que se trata de apuntes para abrir un debate.
En este primer post vamos a desarrollar una crítica a lo que podemos llamar la concepción política de la revolución que expresó Tosco en el período 69-75. Esto implicó una política determinada sobre el peronismo que nos proponemos debatir en el segundo post. Finalmente (por ahora) en un tercer post vamos a señalar las consecuencias para el “sindicalismo de liberación” producto de esta política y los límites que esto conllevó en la vanguardia obrera.  

Una concepción etapista de la lucha de la lucha de clases y la revolución

Como se ha escrito acá, el proceso que se abre en el año ‘69 está signado por el desarrollo de un ascenso revolucionario de masas con un protagonismo central de la clase obrera. Ascenso que enfrentó primero a la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina y luego, de manera creciente, al peronismo en el poder. En este período las masas tendieron a cuestionar objetivamente la estructura capitalista nacional. Pero Tosco, más allá del discurso revolucionario y socialista, buscará en la práctica una alianza con sectores de la burguesía nacional en el camino de reformar el capitalismo argentino, intentando superar la opresión imperialista.

Desde su juventud se había identificado con el peronismo. Igual que la enorme mayoría de la clase trabajadora abrazó las banderas de la “justicia social” bajo el primer gobierno peronista, producto de las sustanciales mejoras obtenidas por los trabajadores.
Para Tosco, un aspecto esencial del peronismo será  el antiimperialismo. Por eso, cuando al final del segundo gobierno de Perón, éste empezó un giro hacia una mayor relación con el capital imperialista, criticará “en el 54 y 55 adoptamos una actitud crítica hacia el peronismo (…) en la discusión sobre el petróleo estuvimos en la oposición”(pág.57).
Su antiimperialismo lo llevó a apoyar a Frondizi en el ’58, ya que el dirigente de la UCRI hizo una campaña con tinte nacionalista. James reseña que entre los sindicatos “existía también una simpatía ideológica fundamental con algunos principios básicos de la política desarrollista (…) el nacionalismo económico de Frondizi tenía paralelos en la experiencia peronista anterior a 1955”. El giro del radical hacia una política pro-monopolios, significará para Tosco una gran decepción. En una carta a Susana Funes escribía “el degenerado político A. Frondizi, el más grande estafador de las esperanzas populares. El único caradura que sostiene que el imperialismo tiene interés en ayudar a los países subdesarrollados”.
Pero el antiimperialismo de Tosco tuvo un límite marcado por su concepción de colaboración de clases.

Lucha antiimperialista y socialismo

El marxismo estuvo atravesado en el siglo XX, por debates acerca del carácter de la revolución social. Entre los aspectos del mismo se incluía la relación, en el curso de la lucha revolucionaria, entre la burguesía nacional y el movimiento obrero y las masas pobres. 
Las corrientes estalinistas y maoístas como el PC y el PCR sostuvieron y sostienen para América Latina la necesidad de una primera etapa de “revolución popular” o “antiimperialista", separada indefinidamente en el tiempo, de una segunda etapa de “revolución socialista” Esto implica la subordinación de los intereses del proletariado a los de la burguesía nativa.
Una lucha a fondo contra la opresión imperialista implica la movilización revolucionaria de las masas, algo que la burguesía nativa no está dispuesta a realizar. Por eso se convierte en un freno a la lucha antiimperialista, quedando entonces planteada como una tarea de las masas  bajo la dirección del proletariado organizado de manera independiente.
La lucha contra el imperialismo queda ligada así a la expropiación del conjunto de los capitalistas y a la construcción de un poder propio de la clase trabajadora y los pobres de la ciudad y el campo.

Burguesía nacional e imperialismo en el siglo XX

La historia mundial y de Latinoamérica demuestra cabalmente que la perspectiva de la revolución por etapas condujo a enormes derrotas y fracasos del movimiento de masas.
En América Latina sólo la revolución cubana de 1959 fue capaz de arrancar a las masas pobres del atraso y obtener conquistas que aún hoy, de manera cada vez más degradada, se mantienen. Pero tuvo que recurrir a los métodos de la dictadura del proletariado: la expropiación del conjunto de los capitales nacionales e imperialistas, “saltándose” abiertamente las etapas intermedias.
Una década antes, la revolución china había demostrado la misma dinámica: más allá de los objetivos iniciales de los revolucionarios, el proceso ulterior de enfrentamiento de clases condujo a la expropiación del conjunto de los capitalistas para garantizar la estabilidad del nuevo régimen.
Así, al inicio de “los 70”, la concepción etapista de la lucha revolucionaria había sido refutada no sólo por la gran revolución rusa de 1917, sino además por las experiencias china y cubana.
A pesar de ese enorme caudal de experiencia histórica, las corrientes estalinistas como el PC se mantenían en una estrategia etapista. A su izquierda un enorme conglomerado de corrientes (que fue denominado “nueva izquierda”) criticaba abiertamente ese reformismo.

Tosco, pese a no haber pertenecido formalmente al PC, coincidió en muchas de sus posiciones fundamentales. Su concepción fue esencialmente etapista., lo que lo llevaba a una política reformista. Esto, en el terreno  práctico concluía en la búsqueda de alianzas con sectores políticos patronales, representantes de las capas burguesas oprimidas por el capital internacional. Al mismo tiempo, ponía un límite a la perspectiva de desarrollar una política independiente por parte de la clase obrera.
Esto lo podemos apreciar en algunas afirmaciones extraídas de sus discursos y escritos. En junio de 1969 dirá “Tenemos una inmensa fe en que el pueblo triunfará (…) Para ello la unidad combativa del Movimiento Obrero, del estudiantado, de los sacerdotes progresistas, de las fuerzas civiles y militares patrióticas, de todos los hombres y mujeres argentinos, es un factor de fundamental importancia”(pág. 282, resaltado nuestro).
En el ’73,  “Estoy a favor de la lucha antiimperialista como un paso hacia el socialismo. En la Argentina, el socialismo está un poco lejos, pero la lucha liberadora, antimonopolista y antiimperialista está más cerca. En esa lucha se encuentran todos los sectores populares y, entre ellos, desde luego, hay sectores burgueses, propietarios de pequeñas y medianas empresas, pero no la gran burguesía ni la oligarquía que están vinculadas al orden imperialista…también los pequeños y medianos propietarios de tierras, todos estos tienen un papel que cumplir” (pág. 346, resaltado nuestro).

Pero la dinámica del proceso revolucionario argentino, abierto a partir del Cordobazo, se orientaba en un sentido contrario y puso sobre el tapete la necesidad de que la clase trabajadora construyera una organización claramente delimitada de la representación política de la burguesía nacional.

En busca de la “unidad popular”

Para Tosco, la alianza social “antiimperialialista” debía estructurarse en una alianza política concreta con sectores “de avanzada” de los partidos políticos patronales.
Dirá “No tengo mayores diferencias con el sindicalismo peronista que levanta las banderas de la liberación nacional y social de la patria (…) mi posición es el respeto a las diferencias partidarias y a la concreción de la unidad de acción en la lucha, recorriendo todos los caminos necesarios para construir una funcionalidad cada vez mayor entre las alas progresistas de esos dos grandes movimientos populares (peronismo y radicalismo NdR.) y el resto de los sectores políticos de izquierda”( La clase revolucionaria…Pág. 152, resaltado nuestro)
Su modelo de organización política para la conquista del poder, parece haber sido la Unidad Popular que llegó al gobierno en 1970 en Chile. En 1970, decía “En primer término es cierto que yo tengo simpatías por el ENA. En segundo lugar, el ENA es un germen de unidad popular. Nosotros no creemos que la unidad popular significa excluyentemente al ENA (…) la unidad popular necesita del peronismo revolucionario. Necesita del radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda (La Clase…Pág. 238, negritas nuestras), Para una referencia al ENA, ver acá.
Tosco volverá a señalar esta idea en el VI Congreso del FAS al señalar que “con el FAS y otras fuerzas obreras, populares y democráticas, podremos construir el gran Frente político que sea la palanca indispensable que necesitamos para la liberación (…) Sostengo que desde el FAS y de otras concepciones frentistas, abrazando a hombres y organizaciones peronistas, radicales, sociales, comunistas, cristianas, intransigentes e independientes debe constituirse el Frente de Liberación Nacional para liberar definitivamente a nuestra clase, a nuestro pueblo y a nuestra Patria de la explotación y la opresión que imponen la oligarquía, la reacción interna y el imperialismo (La Clase…Pág. 287)
Las citas que aquí relevamos (de las cuáles podríamos encontrar decenas más) dejan en evidencia que el objetivo de Tosco era avanzar en la constitución de un frente político y social de colaboración de clases, “desbordando” los reagrupamientos que no iban abiertamente en aquella perspectiva.
Este intento de conformar una “unidad popular” criolla implicará que Tosco se niegue a desarrollar al interior del movimiento obrero combativo, una política de delimitación con las corrientes políticas burguesas, centralmente con el peronismo.
Esto significaba, de hecho, poner un freno a las tendencias más radicales del movimiento obrero, algo que se va a expresar concretamente alrededor de los choques con los clasistas de SiTraC-SiTraM. Al mismo tiempo, estuvo lejos de ubicarse como un polo alternativo a los sectores que llamaban a confiar en que el gobierno peronista daría una salida a los reclamos de las masas. 
Tosco, con su apoyo al ala izquierda del peronismo, terminó siendo funcional a la política (absolutamente impotente) que estos sectores impulsaron de presionar sobre Perón para obligarlo a ir hacia la izquierda, precisamente hacia donde el viejo General no quería ir. 
Esto lo desarrollaremos más extensamente en el siguiente post.

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