sábado, 15 de marzo de 2014

Notas sobre el “retorno” de Marx




Eduardo Castilla
Mucho se ha escrito sobre el “retorno” de Marx en los últimos años. No es para menos. La crisis internacional y su secuela de crisis políticas y sociales, así como las manifestaciones de la lucha de clases -que se desarrolla en distintos niveles a escala global- ponen en evidencia el fracaso de los sistemas ideológicos en los que sustentó parte de su hegemonía el neoliberalismo.
La reedición de muchas de sus obras fundamentales, así como el intento de masivización de algunas de sus principales elaboraciones-como puede apreciarse en las ediciones manga de El Capital o las versiones ilustradas del Manifiesto Comunista- son la expresión comercial de un proceso político-ideológico que tiende a desarrollarse en la medida en que se continua la crisis internacional y se producen nuevos fenómenos políticos y sociales como consecuencia de la misma.
Luego de una fuerte hegemonía imperialista -que duró casi tres décadas- donde la lucha de clases pareció “desaparecer” de la escena, las tendencias a mayores crisis y convulsiones vuelven a decir presente. Confirmando la sentencia marxista que recorre las páginas del Manifiesto Comunista y La Ideología Alemana, las ideas de la clase dominante entran en crisis cuando la clase dominante pierde hegemonía o es incapaz de imponer su dominación por medios “normales”. Allí están las raíces de este pretendido “retorno de Marx”. 

De retornos y retornos

Pero este “retorno” se produce, en muchos casos, bajo la premisa de la corrección de sus explicaciones científicas y la falsedad de sus concepciones políticas y su estrategia. Se presenta a Marx en clave de analista de la realidad pero condenado a la impotencia de una estrategia utópica, que derivó en la monstruosa aberración de los regímenes estalinistas del siglo XX, lo cual no constituye una novedad sino una repetición de viejas sentencias. 
La reivindicación de Marx por muchos intelectuales de la clase dominante se da alrededor de su capacidad para analizar la crisis estructural del capitalismo. Como señaló Nouriel Roubini hace poco más de dos años: “Karl Marx tenía razón, llegado un punto, el capitalismo puede autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y eso es lo que sucedió”.
En otra sintonía temática pero expresando una tendencia similar, cierto sector de la academia decidió “retornar a Marx”. En un libro publicado a fines del 2012, Francisco Delich, ex rector de la UNC y la UBA, realiza una diferenciación central. Escribe que “recuerdo para quienes no frecuentan distinciones aparentemente bizarras, la presente: marxistas (seguidores de Marx), marxólogos (expurgadores, traductores, intérpretes, filólogos) y marxianos (lectores atentos y libres de su obra). Entre estos últimos, aunque menos frecuentes, mantenemos interés hermenéutico (…) lo releemos con frecuencia, antes de comenzar cualquier investigación”[1]. Delich agrega aquí que, en ese libro, “intentamos abrir una discusión que separara radicalmente a Marx del leninismo ruso y latinoamericano”.
Marx sin revolución y sin lucha de clases. Marx “hermeneuta”, cuya valoración está dada por su capacidad de proveer de herramientas o conceptualizaciones para interpretar los procesos sociales y políticos, pero donde su estrategia política es completamente negada.  Anotemos al pasar que, repitiendo los registros de la intelectualidad dominante, Delich unifica al pensamiento de Lenin con la práctica del estalinismo, hablando del carácter autoritario del modelo leninista-stalinista”.
En el mismo libro, otros artículos pretenden presentarnos esta versión de Marx. Marta Philp, historiadora, nos presenta a Marx a través de la reivindicación de Claude Lefort. Citemos: “destacamos aspectos centrales de la mirada de Lefort (…) la irreductibilidad de la división social, es decir no existe ni existirá ninguna sociedad que pueda abolirla dado que la división social es constitutiva de la sociedad”[2]. Aquí, la perspectiva de una sociedad donde la humanidad pueda superar efectivamente el umbral de la división social del trabajo, base de la estructuración clasista de la sociedad, desaparece por completo.

Marxismo y lucha de clases

El desarrollo de un marxismo en clave “interpretativa” -como el que hemos mencionado- no tiene porque extrañar. Es la resultante de la desigualdad más general del declive del neoliberalismo en tanto etapa determinada del capitalismo en el siglo XX. Es, a la vez, resultado de la forma en que terminó el período agudo de lucha de clases que se vivió desde fines de la década del ’60 hasta inicios de los 80’.
Analicemos la primera afirmación. El neoliberalismo implicó un avance sustancial sobre el conjunto de las condiciones de vida de las masas de todo el mundo, combinando la división de las filas obreras, la liquidación de conquistas en los países centrales, la relocalización de la producción en naciones con un proletariado en relativa formación (China, Corea del Sur, etc.) entre otros aspectos que acompañaron un enorme desarrollo de las tendencias parasitarias del capital.
Pero la salida de esta etapa, abierta a partir de la crisis internacional del 2007-2008, se da de manera desigual. Esa desigualdad está dada, esencialmente, por la discordancia entre los tiempos de la crisis económica y los de la subjetividad el movimiento de masas, donde la primera se desarrolla de manera más veloz que la segunda. Dicha desigualdad de factores permite que en este “retorno” del marxismo se vean primero los elementos de análisis de la crisis capitalista que los conceptos y teorizaciones que estudian la lucha de clases.
Esta discordancia de los factores objetivos y subjetivos del desarrollo social es la resultante de un proceso histórico al que señalamos más arriba como segunda condicionante. La derrota del ascenso revolucionario que se vivió a partir del Mayo Francés permitió el inicio de una fuerte ofensiva del capital sobre las posiciones de la clase obrera y las naciones semicoloniales. En el marco de un fuerte retroceso de la lucha de clases se dio la debacle del marxismo en tanto teoría ligada a la lucha revolucionaria. Esa “crisis del marxismo” (como fue llamada desde fines de los 70’) se desarrolló a partir de condiciones particulares.
Las tendencias mayoritarias del marxismo, golpeadas por la contrarrevolución y la reacción, estaban ya parcialmente definidas por una doble determinación que limitaba su horizonte revolucionario. Por un lado, el peso fundamental del aparato estalinista mundial, que sólo permitía un limitado desarrollo de las ideas marxistas y siempre dentro de una construcción reduccionista-mecanicista. Esto se hallaba ligado estrechamente a las necesidades de la casta política dominante en la URSS en sus negociaciones con el imperialismo mundial. Además, este sistema de relación con la teoría tenía sus versiones “nacionales”, puestas en función de la convivencia con los regímenes políticos de cada país. Por otro lado, y como segunda determinación, desde mediados de los años 20’ se había desarrollado una tendencia en el marxismo que escindía la práctica política y los problemas de estrategia de la teoría marxista[3] como señala Perry Anderson en su clásico Consideraciones sobre el Marxismo Occidental.
Estas dos tendencias no eran absolutamente contrapuestas sino que, como lo evidencian el papel de Althusser, se entrelazaban. El peso del aparato estalinista mundial contribuía a esa relación. Anderson señala que “para los exponentes del nuevo marxismo (…) el movimiento comunista oficial representaba la única encarnación real de la clase obrera internacional”. Pocos años más tarde, Althusser lo confirmaba: “¿Qué entender por crisis del marxismo? Un fenómeno que concierne, en la escala histórica y mundial, a las dificultades, contradicciones, impasses en los que hoy se encuentran comprometidas las organizaciones de lucha de clases revolucionaria que se inspiran en la tradición marxista”[4]. 
Estas tendencias dominantes en el marxismo y la derrota en la lucha de clases fueron las bases sobre las cuales, a posteriori, se estructurarían las tendencias al postmarxismo y el posestructuralismo. La “desintegración” de la totalidad social, la emergencia de “nuevos” y múltiples sujetos, la conversión de la historia en mero “relato teleológico” y el “fin” de esos “grandes” relatos constituyeron parte esencial de los discursos dominantes que emergieron en las décadas posteriores, haciendo de comparsa de los avances de la clase dominante sobre la clase trabajadora a escala internacional.

Marxismo y estrategia revolucionaria

Las tendencias señaladas son expresión del “piso” desde el que parte el marxismo en su “retorno”. Es preciso afirmar que, pese a la defección general de la ideología marxista por parte de una enorme franja de intelectuales desde fines de los 70’, hubo intentos de continuar la tradición marxista. Y esos intentos estuvieron dados, esencialmente, desde la izquierda trotskista. En cierto sentido, se reiteró la situación que Perry Anderson describía en el final del citado Consideraciones…, donde veía al trotskismo como la corriente que había continuado la elaboración teórica ligada a las necesidades de la lucha revolucionaria[5].
Sin embargo, el neoliberalismo, período al que de conjunto hemos definido como de “restauración burguesa”, implicó también crisis dentro de este terreno para muchas de las organizaciones que provienen del trotskismo. Esta crisis es expresó de dos formas. Por un lado, mediante la tendencia a abandonar los análisis teóricos más profundos y desligarlos de la política. La otra la constituyó la separación entre análisis teóricos y lucha de clases, que tendió a adaptarse a las presiones de la academia. 
La crisis capitalista actual y los procesos de lucha de clases que se desarrollan al calor de la misma, imponen la necesidad de avanzar en el fortalecimiento de una perspectiva marxista que ligue su labor a la tarea estratégica de la revolución socialista y la lucha por el comunismo. Las condiciones de la crisis abren la perspectiva del desarrollo de las premisas para que las masas puedan tomar el cielo por asalto al decir de Marx, es decir pelear por la conquista del poder político por la vía revolucionaria.
Los textos que hemos citado dan cuenta de una invocación al marxismo sin lucha de clases y sin revolución. La diferenciación entre marxianos y marxistas que afirma Delich supone una elección tanto política como epistemológica. Política en tanto renuncia al marxismo como guía para una práctica revolucionaria. Epistemológica en tanto renuncia al análisis de las tendencias de la realidad hasta el final[6]. Ambas dimensiones son inescindibles en el pensamiento y la labor de Marx.
Las premisas científicas sobre las que se elaboraron aspectos fundamentales de la teoría marxista mantienen actualidad. Señalemos sólo una, por demás fundamental. La existencia del capital y del trabajo asalariado, lejos de tender a su desaparición, se han extendido a amplias zonas del planeta y a las más diversas ramas. La operación ideológica que señaló la “desaparición del proletariado” fue el resultado de las derrotas en la lucha de clases que hemos señalado antes. Como bien señalaba Daniel Bensaïd “actualmente, muchas preguntas se dirigen a menudo a saber si el proletariado está o no en vías de extinción (…) En cambio jamás se plantea la pregunta de si la burguesía ha desaparecido”[7]. De ese antagonismo de clase, presentes en la estructura capitalista se deriva necesariamente la lucha de clases.
La lucha de clases supone, en momentos de crisis capitalista como el actual, una agudización constante. En este blog publicamos hace pocos días una reseña de la dura lucha de los trabajadores de Valeo así como una declaración ante el reaccionario discurso de CFK el 1º de marzo. Son dos postales del endurecimiento de la lucha de clases en el terreno local. Se podrían citar infinidad de ejemplos de estas tendencias.
La lucha de clases acecha a quienes pretenden ignorarla. Si como afirma el refrán es imposible escaparle a la sombra, el capitalismo no puede escaparle a la lucha de clases. De allí la urgente tarea de aportar a desarrollar un marxismo que ligue sus acciones a la necesaria lucha por la revolución social y la tarea estratégica de derrocar el poder de la clase dominante. La necesidad, en resumidas cuentas, de un marxismo que no sólo interprete, sino que sea una herramienta que le permita a la clase trabajadora vencer en la lucha de clases.


[1] Marx ensayo plurales. Ed. Comunicarte. p.14.
[2] Ídem. p.195.
[3] Anderson escribía, a propósito de la tradición del marxismo occidental, que “nacido del fracaso de las revoluciones proletarias en las zonas avanzadas del capitalismo europeo después de la primera guerra mundial, desarrolló dentro de sí, una creciente escisión entre la teoría socialista y la práctica de la clase obrera”.p.115
[4] Poder y oposición en las sociedades postrevolucionarias. Editorial Laia. 1980. p.220. Aquí Althusser hace referencia a las organizaciones dirigidas por el estalinismo.
[5] Ver Anderson, pp. 119-125.
[6] Delich llega a afirmar que “La sociedad industrial se está extinguiendo reemplazada por la sociedad de servicios, de la información, de la multiculturalidad. El antiguo sujeto histórico, como veremos, está ahora en discusión” (P.35).
[7] Marx ha vuelto. Edhasa. P.46.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Apuntes sobre la gran lucha de los trabajadores de Valeo




Eduardo Castilla
La lucha de los trabajadores de Valeo estuvo en las páginas de todos los diarios de Córdoba durante más de diez días. No sólo las páginas de los diarios cordobeses sino que “pegó el salto” a la escena nacional, apareciendo en medios nacionales. No fueron sólo los diarios sino las radios y los canales de TV. La lucha obrera se “convirtió” en un hecho mediático y su “mediatización” la transformó en un enorme hecho político.
Dado el peso que concentró esta lucha, estamos obligados a preguntarnos ¿marcó esta pelea una nueva etapa dentro de la recuperación subjetiva del movimiento obrero en Córdoba? ¿Es el inicio de un proceso distinto o parte de la anterior etapa que definimos en otros posts? ¿Desmiente categóricamente los supuestos acerca de la “debilidad subjetiva” del proletariado, agitada sin descanso desde medios académicos hasta cierta izquierda que prefiere “otros sujetos”? Tratemos de dar algunas primeras respuestas

Una gran fuerza social en acción

La lucha de Valeo se transformó en un hecho central de la lucha de clases desde el momento mismo en que puso en jaque la producción en grandes automotrices como Renault -que se vio obligada a suspender su producción-Fiat o Peugeot.
Así quedaron en evidencia dos cuestiones: por un lado el enorme peso social de este pequeño sector de la clase trabajadora (240 trabajadores), que viene dado por el rol cuasi monopólico (o directamente monopólico) de la patronal de Valeo en tanto proveedora de faros y ópticas para la mayoría de las automotrices del país. Al mismo tiempo quedó en evidencia la relación estrecha entre autopartistas y terminales automotrices, elemento que constituye la base objetiva para la lucha común de la clase trabajadora de estos dos sectores. De ahí que la ligazón que establecieron sectores de trabajadores de VW -entre ellos los compañeros despedidos que luchan por su reincorporación y algunos integrantes de la opositora Lista 2- haya sido un gesto político y simbólico esencial, que marca esa perspectiva.
La capacidad de paralizar la producción propia y de afectar enormemente la de otras empresas -incluso de mucha mayor envergadura- expresa categóricamente la fuerza social de la clase trabajadora. La simple proyección de esa fuerza, con medidas de lucha como la que hemos visto, a la rama entera o a algunas de sus plantas significativas, evidenciaría un poder social capaz de enfrentar a las grandes patronales, tanto nacionales como imperialistas que dominan el sector. Ese poder estratégica (o posición estratégica, en términos de John Womack Jr.) deja en evidencia la falsedad de los argumentos sociológicos que, aún hoy, siguen anunciando “el fin de la clase obrera industrial”. 

Subjetividad  y lucha de clases

Hace varios meses nos preguntábamos si las acciones de los trabajadores de Cargo-Renault y VW en defensa de los compañeros que luchaban por su reincorporación no constituían una tendencia profunda de la clase obrera más concentrada a reemerger en la vida política provincial. La lucha de Valeo confirma el desarrollo de esa tendencia.
Si hacemos un análisis retrospectivo, veremos que la subjetividad de importantes franjas obreras pasó por diversas etapas. Durante un período relativamente importante, el elemento central de la conciencia obrera estuvo dado por un odio creciente contra la burocracia sindical que no lograba encontrar canales. Así se vio en la durísima rebelión de los trabajadores de la UOM en el 2009, cuando atacaron a la burocracia de Varas y llegaron hasta incendiar la puerta de la sede del gremio como expresión de odio. Procesos como las luchas de docentes y estatales del 2009 mostraron elementos similares de un profundo anti-burocratismo que no logró cuajar en organizaciones permanentes, aunque entre los trabajadores de los hospitales permitió la emergencia y desarrollo de ATE como gremio opositor al SEP. Peso fue “reconocido” por el propio gobierno provincial recientemente, cuando llamó a este gremio a la negociación salarial.
Retomando el análisis, se puede afirmar que las batallas de Cargo y VW de fines del 2013, constituyeron un momento de transición hacia esta gran pelea de los trabajadores de Valeo. Esas acciones fueron un gran ejemplo y los compañeros que participaron de las mismas son hoy reconocidos como quienes anticiparon una pelea necesaria. En cierta medida, son reconocidos como emblemas de resistencia a las patronales, por parte de los trabajadores de Valeo. Se establece así una continuidad entre ambos procesos, dado por la acción subjetiva de enfrentar los ataques capitalistas, donde la pelea actual supera las que hemos señalado anteriormente.  
Frente a las acciones folclóricas que realiza la burocracia sindical por arriba, como bien señala Fernando Rosso “Lo que vale de los trabajadores de Valeo es que muestra otra estrategia y otro camino y dejan al desnudo la diferencia entre las palabras y los hechos”. Desde ese punto de vista, el horizonte del desarrollo de una nueva subjetividad en la clase trabajadora aparece como más claro a partir de este triunfo. 

Izquierda y movimiento obrero

La lucha de Valeo puso sobre la mesa métodos tradicionales de lucha de la clase obrera como no se veía en los últimos años en Córdoba: el paro completo y la toma de fábrica que duró 18 días, los piquetes para impedir que la planta funciones de manera completa, limitando el acceso de carneros la mayor parte del tiempo, la resistencia a las amenazas de desalojo que lanzó la patronal con al aval del gobierno provincial, la imposición de un frente único a la burocracia de la UOM -que dejó pasar miles de despidos en el 2012-2013, pero se vio obligada a actuar en este caso- dada la profunda simpatía que esta pelea despertaba en otras fábricas de la rama. Dentro del conjunto del proceso, la decisión democrática mediante asambleas jugó un rol central para que la base fuera la que decidiera los pasos a seguir constantemente.
Desde el punto de vista de la subjetividad obrera general está por verse aún el “efecto Valeo”. Algo es seguro. El haber conquistado un importante triunfo parcial que implica retrotraer el despido de 65 compañeros -entre ellos varias decenas de contratados- es una derrota a la política patronal que busca cambiar negociación salarial por puestos de trabajo, un verdadero chantaje que practican todas las empresas de la rama con el aval abierto de las conducciones de UOM y SMATA.
Durante los últimos días de la huelga, “súbitamente” apareció en los medios y en los comentarios de periodistas reaccionarios, la acusación de que los trabajadores estaban influenciados por delegados de izquierda. Esta acusación buscaba montar una campaña macartista contra los trabajadores. Pero la misma tenía dos límites esenciales: primero los límites del peronismo (y el macartismo consecuente) en el interior de la joven clase trabajadora (los trabajadores de Valeo promedian los 30 años) cuya única “experiencia peronista” (para abusar de términos thompsonianos)  ha sido el limitado ciclo del kirchnerismo con la continuidad del trabajo precario y la creciente inflación durante los últimos años. Al mismo tiempo, el importante resultado obtenido por la izquierda en las elecciones de Octubre (casi 150mil votos), así como la lucha contra el fraude conjunto de los partido patronales (UCR-PJ-FPV) le otorgan una importante legitimidad a la acción de la izquierda.
Pero esta apelación al “fantasma de los zurdos” no está completamente desprovista de base material. Por el contrario ha sido la izquierda trotskista, centralmente el PTS la que ha mantenido una pelea constante en defensa de los trabajadores perseguidos por la burocracia sindical.
En la clase capitalista y sus operadores políticos y mediáticos existe el temor a la posibilidad de la confluencia de franjas avanzadas del movimiento obrero cordobés con la izquierda trotskista, que ya tiene un peso cualitativo en la vanguardia obrera nacional, como queda en evidencia en la convocatoria al Encuentro Nacional de este 15 de marzo en el estado de Atlanta.
Ese temor se halla potenciado por el rol completamente traidor de la burocracia sindical de Córdoba en los últimos años. Como bien señala FR, la burocracia sindical que hoy hace caravanas o marchas simbólicas, es consciente de su peso político en el régimen y debe actuar de válvula de seguridad. Pero se halla limitada para hacerlo si empiezan a desarrollarse luchas como las de Valeo. La tarea esencial de la burocracia es impedir el desarrollo de tendencias del sindicalismo de base y de la izquierda trotskista en particular.
La tarea que ha cumplido esta última -en la que el PTS ha jugado un rol central- ha sido la de mantener la continuidad de la lucha obrera en la industria metalmecánica durante estos años de derrotas y retrocesos. Desde la pelea de los contratados de Iveco en el año 2009 que encabezó nuestro compañero Hernán Bocha Puddú, pasando por la participación en la Lista 2 de VW, perseguida por la burocracia de Dragún y la patronal de la misma VW. Desde la lucha, a lo largo del 2013 junto a los compañeros despedidos por esa patronal en enero de ese año, por simpatizar con la Lista 2 hasta la pelea en defensa del compañero Aguja Quiñones en Cargo-Renault. Estas peleas han jugado el rol de mantener una continuidad de resistencia a los ataques de las patronales.
Si la lucha de Valeo abre una nueva tendencia dentro de los trabajadores automotrices -algo muy probable porque estamos frente a un triunfo importante frente a la alianza de las patronales y el gobierno- se plantea la perspectiva de la construcción de una fuerte corriente de oposición al interior de la UOM. Al mismo tiempo obliga a dar pasos en la coordinación de los sectores reales que se oponen a la burocracia en la provincia. Este camino puede ser reforzado en el Encuentro Nacional de Trabajadores que se hará este sábado 15 donde decenas de trabajadores cordobeses, entre ellos de la rama metalmecánica, trabajadores de la salud y la educación, compañeros que vienen luchando contra los despidos en Estancias del Sur y jóvenes trabajadores precarizados estarán presentes. La tarea de la coordinación siguen siendo central en el próximo período y el triunfo en Valeo puede y debe ayudar en esa perspectiva.  

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Navarrazo: A 40 años del golpe de Perón


Eduardo Castilla 

Nota publicada en La Verdad Obrera el 27/2/14

“En estos momentos, lo que hay en Córdoba, ustedes saben, es un foco de infección” Juan Domingo Perón, 20/02/74

Hace 40 años se producía el golpe policial conocido como Navarrazo. El jefe de policía provincial, Antonio Navarro, deponía al gobernador Obregón Cano y su vice Atilio López, cercanos a la izquierda peronista.
Simultáneamente, policías y comandos civiles armados por la derecha peronista y la burocracia sindical de las 62 Organizaciones Peronistas, patrullaban las calles de la ciudad, atacaban locales sindicales y aterrorizaban a la población.
Pablo Bonavena relata: “la policía ocupa dos radios de la ciudad y sabotea otras dos, dejándolas fuera de servicio. Emite además un comunicado informando que Obregón Cano había sido detenido en el mismo momento en que estaba proveyendo de armas a civiles de “conocida militancia marxista”1.
Por la mañana, las 62 Organizaciones declaran un paro en apoyo a la sublevación. Por la tarde celebran su “Congreso normalizador” con la presencia de Otero, ministro de Trabajo de la Nación. De la “nueva” CGT se excluye a todos los gremios no alineados con el gobierno nacional.
Por la noche, Marco Agodino, presidente de la Cámara de Diputados, es proclamado gobernador interino. Dos días después Perón firma el proyecto de intervención federal. La renuncia de Obregón Cano y López -una completa formalidad- cerrará este capítulo y abrirá el de las intervenciones y la persecución brutal al movimiento obrero.

El porqué del Navarrazo

El retorno de Perón a la Argentina tuvo por finalidad desactivar el enorme ascenso revolucionario que se había abierto a partir del Cordobazo. Esto implicaba una política contrarrevolucionaria hacia la vanguardia combativa y antiburocrática en el movimiento obrero. De esa necesidad surgió el accionar de la Triple A y los llamados de Perón a luchar contra la “infiltración marxista”.
En Córdoba se concentraba una fuerte vanguardia antiburocrática, expresada en organizaciones como Luz y Fuerza, dirigido por Tosco, el SMATA de Salamanca y la UTA, dirigida en ese momento por Tapia. Esos sindicatos, que habían tenido protagonismo en el Cordobazo, contaban con enorme influencia en el conjunto de la población obrera y popular. Liquidarla fue uno de los objetivos centrales del Navarrazo y las posteriores intervenciones2.

La ausencia de reacción popular

El Descamisado -periódico de Montoneros- afirmará que “el pueblo no salió a la calle porque no es estúpido, cualquier movilización hubiera sido una masacre”3. Tosco dirá que “hay una relación de fuerzas básica que está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la mano. Centenares de fascistas armados y entrenados”4. En la ciudad del Cordobazo y el Viborazo, Navarro había triunfado casi sin lucha.
Tosco, Salamanca y las organizaciones guerrilleras fueron impotentes ante el golpe, a pesar de que los ataques armados contra la vanguardia obrera eran una postal diaria5. Ni Montoneros ni el PRT-ERP tuvieron una política para armar a la vanguardia obrera en función de enfrentar a los comandos civiles y las fuerzas policiales en las calles, poniendo en evidencia la impotencia de su estrategia de guerra de aparatos contra las fuerzas represivas que sostuvieron a lo largo del período.
Tosco y Salamanca apostaron, hasta el momento del golpe, a que Obregón Cano llamara a los trabajadores a movilizarse contra la derecha. Política impotente ya que el gobernador nunca estuvo dispuesto a desafiar a Perón.
Una respuesta militar de la vanguardia obrera podría haber arrastrado a sectores de masas y derrotado el golpe, lo opuesto a la afirmación de Montoneros de que hubiera sido “una masacre”. En el Cordobazo, las masas en las calles habían derrotado a las fuerzas policiales a pesar de los asesinatos cometidos por éstas. Esa experiencia existía en las masas.
Pero ese objetivo militar implicaba, en el terreno político, una clara denuncia del rol que cumplía Perón como responsable de la represión. Ni Montoneros, ni Tosco o Salamanca lo hicieron. Durante los meses previos, e incluso después, llamaron a la ambigua “defensa del gobierno popular” contra la derecha. Esto sembró confusión entre la vanguardia obrera y las masas en general, impidiendo prepararse para acciones contrarrevolucionarias a gran escala como el Navarrazo.


1 Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina. Pág. 224
2 Durante el período de Lacabanne se atacó abiertamente a Luz y Fuerza y SMATA. Este último fue intervenido por la directiva nacional del gremio.
3 El Descamisado Nº42. Marzo de 1973.
4 Entrevista a Tosco en La Voz del Interior. En Textos Reunidos, tomo II. Editorial UNC.
5 En octubre, un comunicado de Luz y Fuerza denunciaba “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a otros locales e instituciones (…) el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción” que buscan “crear un clima de intimidación y terror”. Agustín Tosco. Textos reunidos II. Pág. 237.